EDUARDO AZUAJE SIN CORDERO DE DIOS
(La escultura como una metáfora de la muerte)
“Párate, y considera / esta mansión postrera. / donde todos vendrán a reposar. / Mi rostro cubre el polvo que he pisado; /a muchos de la muerte he libertado / pero yo no me puedo libertar” (Abenzoar, s. f., Epitafio p.7).
“Dejar la vida es un ejercicio / Dejarla / en los vanos aleros nocturnos / en los sonidos del asombro / Una errada pertenencia de cosas frágiles / o muertas al nacer / Flor en la voz que quiebra en el aire / báculo y nudo de tantos afanes mortales / Dejar la vida es un ejercicio feroz” (César Suppini, 1993, Designio p.39).
El domingo 25 de febrero del año en curso, en la Sala 6 del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, se le daba cierre a la exposición individual del artista plástico Eduardo Azuaje titulada: Sin cordero de Dios. Aproximación a una poética de la muerte, inaugurada el 13 de agosto de 2017. El título referido, anuncia el abordaje de un tema tan escabroso, como lo es la muerte. La muestra se le puede dar una mirada de unitaria como una instalación, o como obras individuales, aunque la temática es como un hilo conductor, y las piezas escultóricas son como las cuencas de un collar.
Están en sala, cinco obras de gran formato elaboradas a manera de ensamblajes con huesos de animales sujetados con tornillos y pegamento industrial; cinco bocetos realizado por el artista como estudio previo, con grafito y tinta sobre papel, y dos producciones fílmicas: un software art y un documentary film, que viene a formar parte de la exposición en su conjunto. La materia fundamental para la elaboración de las piezas escultóricas son osamentas de animales de diversa naturaleza, que el artista con arduo trabajo pesquisaba en distintos momentos y lugares en las sabanas de Pariaguán, estado Anzoátegui, Venezuela donde nació. No de menos complejidad es la esterilización de los restos animales encontrados, lo que implicaba una trabajosa labor, que fue posible gracias a la colaboración de sus amigos. El ensamblaje de las partes a manera de estructura anatómica humana, no dejar de causar estupor y asombro en los espectadores por lo complejo de su estructuración y la perfección en su estilo.
Esta expresión plástica descarnada, de figuras colosales incompletas del cuerpo humano, que emulan sus tejidos musculares, por el material empleado, no deja de otorgarle contenido simbólico en el sentido de renacer a una nueva existencia. Por ejemplo, la obra: “La maleta de Ezequiel” es una metáfora de la muerte, de nuestro último viaje sin retorno. La semiótica de estas estructuras expresan un profundo sentimiento relacionado con el destino humano, nos interroga como la Gran Esfinge de Giza de Egipto, nos plantea un acertijo para ser descifrado.
Son pocos los artistas que han trabajado la muerte como tema, mucho menos con el empleo de esqueletos de animales para sus creaciones artísticas. Éste es un tema tabú, y quienes lo han abordado no tienen recuerdos felices, ni seguidores que lo apoyen. Sin embargo siempre hay personas irreverentes que toman el riesgo de confrontarlo, presentando una propuesta plástica que está en el umbral de lo permitido, de lo aprobado por el colectivo social, Eduardo Azuaje es de este linaje de artistas. Porque la muerte acontecida de la mejor manera no deja de ser violenta: algo terrible. Es trágica por naturaleza. Los griegos en la antigüedad clásica veían la existencia humana como un drama, cuyo fin es trágico: morir.
Cabe destacar, referente a lo arriba expresado, como antecedente, la exposición realizada en 1962 por Carlos Contramaestre titulada Homenaje a Necrofilia llevada a cabo en la Galería El Techo de la Ballena, Caracas D. C., Venezuela, en la que exhibe un cordero sacrificado suspendido de una viga, que aludía las obras de Rembrandt El Buey Degollado (1643 y 1655). Esta exposición terminó cerrada por el Ministerio de Sanidad y el Aseo Urbano cargó con la mayoría de las obras.
En 1962, con el mismo espíritu contradictorio, Miguel Von Dangel, expuso en la Galería 22 la muestra “Sacrifixiones”, que va a ser el preámbulo de otra realizada en 1972 en el INCIBA, Palacio de Bellas Artes, Caracas titulada: “Relato Espiritual de un Tiempo” en la que pone en exhibición un perro crucificado, obra censurada por la ortodoxia eclesiástica de entonces, y que el párroco de la catedral de Caracas, Monseñor Augusto Laboren, arrojó las obras en el patio de la edificación. Esta muestra desde el punto de vista conceptual representa una visión brutal de una época, un emblema de los débiles e indefensos sometidos por los regímenes políticos de fuerza.
La exposición de Eduardo Azuaje ha tenido gran aceptación del público, incluso sorpresa, quizá por la manera ingeniosa de como ensambló los huesos dándole la forma anatómica del cuerpo humano, que viene a ser complementada con el documentary film en la que se puede observar la laboriosa actividad de destrucción de los gérmenes patógenos; el estudio del proyecto expositivo representado en los cinco bocetos exhibido en el museo, finalizando, no en menos ardua tarea, el ensamblaje de capa sobre capa de huesos para darles forma del tejido muscular del cuerpo humano, balanceadas de manera simétricas y uniformes, cuyo fin es emularlo. Es un trabajo en que lo conceptual y los materiales utilizados prevalecen por encima de los elementos formales de las esculturas.
Lo cierto es, que ese corto o largo periplo por el planeta Tierra que llamamos vida, en la que somos de alguna manera Edipo Rey, finaliza tarde o temprano con la muerte, el fin del drama humano. Animales que en todo caso, que transitaban por diferentes sendas, pero hacia un mismo destino: morir; renacen a través del genio creativo de Eduardo Azuaje, que es como burlar la muerte, la violencia transmutada en partes humanas, en un grupo de figuras que representan de manera simbólica una sociedad desquiciada (Los que pierden la cabeza); que no obran ni política ni éticamente bien (Brazo de Pablo); que no sabe hacia dónde va (Pierna de Pedro); pero que está dispuesta a enfrentar los problemas (Torso de Juan); teniendo siempre presente y pendiente que la vida es un viaje hacia la eternidad (Maleta de Ezequiel).
Las obras en su conjunto, de acuerdo con Velázquez (2017): “es el resultado de una investigación compleja, inteligente y profunda donde el cuerpo es objeto de referencia del discurso visual, pero al mismo tiempo símbolo de la violencia, de la destrucción, de la muerte” (p. 8). Representan al cuerpo humano desarticulado, símbolo de la anarquía existente en nuestro mundo actual.
REFERENCIAS
Abenzoar. (s. f.). Epitafio. En Editorial El Libro Español (Comp.). (1967). 500 Poesías Famosas de la Literatura Universal (ed. il.). México: Autor, p.7.
Suppini, César. (1993/2012). Prosas del Desierto. [Designio] (1a. ed.). Barcelona-Venezuela: Fundación Fondo Editorial del Caribe, p. 39.
Velázquez, Luis. (2017, Agosto). [Texto del catálogo]. En Museo de Arte Contemporáneo. (2017, Agosto 13). Sin Cordero de Dios. Aproximación a una poética de la muerte. Eduardo Azuaje. Publ. No. 293 (pp. 5-8). Caracas: Autor. *
*Manuel Bas. Barcelona, estado Anzoátegui, Venezuela, 1959. Profesor Agregado, Universidad Nacional Experimental “Simón Rodríguez” (UNESR). Pregrado: Licenciado en Educación Integral, Mención Ciencias Sociales (UNESR). Postgrado: Especialista en Gerencia Educacional, Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). Magister Scientiarum en Tecnología y Diseño Educativo (UNESR/Instituto Tecnológico de Monterrey Universidad Virtual, México). Curso de Postgrado de Ampliación: Comprensión de la Realidad Educativa Nacional y Ética de la Profesión Docente (UNESR). Curso de Postgrado de Ampliación: Culturalidad Africana Latinoamericana y Caribeña del Doctorado en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe, Instituto Pedagógico de Caracas (IPC). Tesista del Doctorado en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe.
POSTER ON LINE: Eduardo Palmera Gómez.
FOTOGRAFÍA: Manuel Bas. José Graterón Luque
EDICIÓN: Manuel Bas & Eduardo Palmera.
Caracas D. C., Venezuela, abril de 2018.
MUESTRA VISUAL
1. Eduardo Azuaje (izquierda) Manuel Bas (derecha). Fotografía José Graterón Luque, Caracas D. C. Venezuela.
2. La maleta de Ezequiel (2017). Ensamblaje con huesos, tornillos y pegamento industrial. Fotografía Manuel Bas, Caracas D. C. Venezuela.
3. Torso de Juan (2017). Ensamblaje con huesos, tornillos y pegamento industrial. Fotografía Manuel Bas,
Caracas D. C. Venezuela.
4. Los que pierden la cabeza (2016). Ensamblaje con huesos, tornillos y pegamento industrial. Fotografía Manuel Bas, Caracas D. C. Venezuela.
5. Brazo de Pablo (2017). Ensamblaje con huesos, tornillos y pegamento industrial. Fotografía Manuel Bas, Caracas D. C. Venezuela.
6. Pierna de Pedro (2017). Ensamblaje con huesos, tornillos y pegamento industrial. Fotografía Manuel Bas, Caracas D. C. Venezuela.