martes, 24 de mayo de 2022

10 POETISAS DE AMÉRICA COLONIAL

 

10 POETISAS DE AMÉRICA COLONIAL

Manuel Bas

Dr. en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe

Instituto Pedagógico de Caracas

manuel.bas@hotmail.com

Caracas, D. C., Venezuela, noviembre  de 2021

PALABRAS INICIALES

     El primer contacto que tuvo Cristóbal Colón en América fue en el Caribe: pasó por La Española (lo que es hoy Haití y República Dominicana), Cuba, San Salvador. En esa travesía tuvo contactos con los indios tainos quienes habitaban buena parte del Caribe: las islas Lucayas (Bahamas, Turcas y Caicos), las Antillas Mayores o Grandes Antillas (Cuba, República Dominicana, Haití, Jamaica y Puerto Rico) y el norte de las Antillas Menores o Pequeñas Antillas: desde el este de Puerto Rico​ hasta la costa occidental de Venezuela: [Islas Vírgenes, Isla de San Martín (en francés: Saint-Martin o en neerlandés: Sint Maarten), Anguilla, Islas ABC (Aruba, Bonaire y Curazao), Antigua y Barbuda, San Cristóbal y Nieves, Guadalupe y Dominica]. En 1492 existían cinco cacicazgos taínos en el territorio de La Española, cada uno gobernado por un cacique. Y es precisamente de esta estirpe aborigen a la que perteneció Anacaona, una de las mujeres más extraordinarias del Nuevo Mundo, por su elocuencia, su sabiduría y su don creativo en la escritura poética, el baile, la buena expresión, entre otras cosas. Ocupó lugar privilegiado dentro de su tribu como esposa del Cacique Canoabo (Señor de la Casa de Oro) y que una vez muerto Él, tuvo la responsabilidad de asumir el cacicazgo de Maguana. Aunque fue admirada por los españoles por su belleza singular, inteligencia y sus dotes de bailarina, no escapó a las injusticias de los conquistadores, quienes la condenaron a morir en la ahorca. Este hecho trágico no sepultó su legado, hoy tanto como ayer, y quizá más, se le reconoce como una de las grandes mujeres de las letras americanas. Componía poesías que eran celebradas en las fiestas religiosas que se realizaban  en un caney (cobertizo de techo de palma) donde los indígenas taínos bailaban, cantaban y decían sus poemas (Areitos).

     Luego del Descubrimiento, Conquista y Colonización, los años que van desde 1770 hasta 1790 (circa), la poesía de habla española del siglo XVIII abarca los grandes temas tales como la amistad, la solidaridad, la búsqueda de la felicidad y del bien común. La trova inspirada en estas temáticas, va a ser preocupación y estudio de los eruditos de aquellos tiempos. La poesía en la Colonia Hispana en los siglos 16 y 17 le dan una importancia singular al tema religioso. Me atrevería a decir que se hacía una poesía de convento impulsada por la fe católica, como se puede constatar con las 5 poetisas aquí tratadas, de origen español que hicieron vida en (América Hispana). La orientación religiosa católica va a estar presente  en el discurso poético, referido a lo piadoso y lo místico. Aunque la Iglesia no se apegó de manera estricta y ejemplar, a estos principios. Cabe delimitar que una cosa es la poesía religiosa, y otra la manera como los jerarcas del catolicismo conducían su fe. Naturalmente la invocación a Dios en sus creaciones, le va a dar el adjetivo: “poesía religiosa”. La poesía como género literario es un vehículo mediante el cual el ser humano busca comunicar a través de palabras escritas en prosa o en verso, emociones, sentimientos, pensamientos y reflexiones acerca de temas tan fundamentales como el amor, la muerte, la belleza, la amistad, la libertada vida… La Literatura religiosa,  espiritual​ o literatura sagrada,​ es un modelo literario cuyo tema central es la fe católica. Dentro de ese ámbito, se trata en este trabajo a las poetisas: Sor María Juana, Doña Josefa Bravo de Lagunas y Villela, Doña María Estrada Medinilla, Doña Josefa Xaroscharo y Juana de Maldonado y Paz. Asimismo, hubo mujeres laicas, que debido a su posición social privilegiada, se dedicaron a la poesía, como fueron los casos de: Doña Antonia Monela y Santander (Mendoza, Buenos Aires), dedicada a la escritura epistolar; Gerónima Velazco o Jerónima Velasco conocida también como Jerónima de Velasco de Ladrón de Guevara (Quito, Ecuador) representante de la literatura barroca o preciosista y Doña Manuela Carrillo de Andrade y Sotomayor  (Lima, Perú). Esta última musa, según Gisela Pagés (s. f.) mantuvo el cetro de la dramaturgia y el teatro en Lima, en la mitad  del siglo XVIII.  Estas tres mujeres ocuparon posiciones importantes y fueron aplaudidas por sus creaciones por la sociedad de aquellos tiempos.

     Cabe recordar además, que la presencia de la mujer en el campo literario por razones diversas ha estado presente en menor cuantía que la del hombre. Sin embargo, las que se dedicaron a la actividad conventual, gracias a su modo de vida la alejó del modelo del común de vida de las mujeres de su tiempo, el no haberse casado, ni dedicarse a criar hijos, ni depender en términos absoluto de un marido, le permitió disponer de tiempo en el convento para escribir, poesías influenciada por la fe católica, considerado como un acto devocional, y que ellas pudieran realizar este tipo de jornada intelectual, negadas para muchas. Y las laicas, de posición social relevante, dispusieron del divino ocio para la creación poética.  Recordemos, aunque en número muy reducido, las mujeres nacidas en América Hispana de estirpe española tenían ciertos privilegios con que no contaban las mujeres de estratos sociales bajos. Esto definitivamente les allanó el camino. Transcribo en este algunos de sus poemas respetando los anacronismos lingüísticos presentes en ellos, propios de la época en que fueron escritos.

     En América del Norte, algunos poetas se inspiraron en lo que se conoce como doctrina cristiana no ortodoxa, fue el caso de Phillis Wheatley en Boston. Wheatley perteneció a la Iglesia Congregacional, cristianismo protestante de visión calvinista, tuvo tres hijos con su marido John Peters. Muere a temprana edad. Su poesía gira en torno temas cristianos y a personalidades de la Revolución Norteamericana, como fue el caso del poema escrito en honor a George Washington titulado: His Excellency General Washington (Su Excelencia el General Washington); por cierto, fue leído por Francisco de Miranda, y fue allí donde encontró la palabra Columbia, que adaptaría como nombre para su archivo y Proyecto: Colombeia,  referido a la Independencia Hispanoamericana (independizar las colonias españolas y reunirlas en una sola nación que recibiría el nombre de Colombeia). Es un poema inspirador, donde dice: “Escribo las escenas de gloriosos trabajos de Columbia. / Cuando los poderes galos encontraron la furia de Columbia / Porque en sus esperanzas prevalece el brazo de Columbia. / ¡Ah! ¡Cruel ceguera al estado de Columbia!  /  Adelante, gran jefe, con la virtud de tu lado”. Cabe aclarar que la palabra Columbia es un neologismo neolatino (versión del latín, usada tras la Edad Media; en las principales publicaciones científicas y en el lenguaje científico internacional desde c. 1375 hasta c. 1900) fundamentado en el apellido de Cristóbal Colón. La terminación (ia) es común en los nombres en latín de los países, verbi gratia, Britannia (Gran Bretaña), Gallia (Francia), Hispania (España). El concepto puede ser interpretado como la tierra descubierta por Colón. Asimismo puede ser representado como la personificación femenina de los Estados Unidos de América y un término histórico para referirse al continente americano y al Nuevo Mundo. Ha inspirado los nombres de muchos lugares, organismos, instituciones y empresas del Hemisferio Occidental, entre ellas la del Generalísimo Francisco de Miranda. La Estatua de la Libertad ha desplazado a Columbia como la representación personificada femenina de Estados Unidos desde alrededor de 1920. Wheatley ha sido reconocida como la primera escritora negra en publicar un libro en los Estados Unidos. Su obra: Poems on Various Subjects  (Poemas sobre Varios Asuntos) fue publicada dos años antes de que comenzaran la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.

EL ESCARPADO CAMINO DE LAS POETISAS

     En estas líneas no voy hablar de poesía femenina ni masculina. Voy a hablar de poesía. No creo que el género, en términos absolutos, sean determinantes en los temas de lo que se escribe y su trascendencia, posiblemente, influyentes, sí. Como tampoco las ideologías, credos, religiones, en término reduccionista; aunque existen autores que han sido influenciados, por Éstos y de otra naturaleza. Como son algunos casos que nos ocupan aquí. Por razones diversas, que tiene que ver con nuestra historia remota y sus modelos de sociedades, las mujeres han encontrado muchos obstáculos para expresar a través de la palabra hablada o escrita, sus sentimientos y  pensamientos. Ha habido mujeres que han tenido que ir en contra de los convencionalismos de su tiempo. En una sociedad tan patriarcal como la antigua Grecia, por ejemplo, con grandes diferencias y desigualdades entre hombres y mujeres, estas últimas sometidas al poder político, jurídico y social del hombre, no impidió que muchas de ellas brillaran hasta el presente. Cabe recordar, que en este modelo de sociedad, donde la mujer no era considerada ciudadana, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para lograr notoriedad. Los casos de Safo de Lesbos, en la poesía; Aspasia de Mileto, como maestra de retórica; Friné, modeló para el escultor Praxíteles, en quien se inspiró para esculpir la figura de Afrodita; Olimpia de Epiro, como hábil política; Roxana, acompañó a su marido Alejandro Magno en la campaña de la India en el año 326 a. C.; Hipatia, fue maestra y filosofa de la Escuela Neoplatónica, quien destacó además en los campos de las matemáticas y de la astronomía. Estas mujeres dejan fuera de toda duda lo que vengo afirmando. Esto solo para ilustrar este asunto.

     En el campo de las letras no ha sido diferente. Ha logrado abrirse camino, no sin dificultades. En el siglo 19, muchas mujeres escritoras tenían que publicar con un seudónimo de hombre para que las tomaran en serio. Según Bonilla (2010), Émily Brontë y sus hermanas tuvieron que usar seudónimos para ser consideradas por los editores. Estas fueron mujeres que su trabajo se encuadraba dentro del romanticismo. Brontë, publicó su novela Cumbres borrascosas bajo el seudónimo de “Ellis Bell”. Entrado el siglo XX el panorama cambió drásticamente. La escritora londinense, Virginia Woolf (1882-1941) en 1905 comenzó a escribir para el suplemento literario del Times, en 1915  publica su primera novela: Fin de Viaje. Que mucho de sus críticos la consideran, tediosa por su fuerte tendencia hacia el racionalismo doctrinario. Lo importante de ella es su legado literario. De igual manera, Marguerite Yourcenar, escritora belga, autora de Memorias de Adriano. El protagonista de esta novela tiene un final trágico. Muchas de las personas que la han leído, les hacen pensar que no se trata de una escritora sino de un escritor. Esto echa por tierra el mito de que las mujeres no escriben solamente novelas de corte amoroso. Otro caso es el de Mary Shelley, autora de  la obra Frankenstein. Por cierto empleó el nombre de casada. El nombre de pila de esta londinense es: Mary Wollstonecraft Godwin. Cabe recordar, según la crítica, es la primera novela de ciencia ficción moderna. Sin embargo, a pesar de los logros en cuanto a reconocimiento a la mujer escritora, sigue aún, quizás en menor grado, un  hado de prejuicio latente.

     Ser mujer es una empresa difícil. Mujer y escritora más aún. Hubo una época en que las mujeres ni escribían ni leían, porque era un espacio exclusivo para los hombres. Esto, paradójicamente se debía a preceptos religiosos. Por ejemplo, las religiones: judaísmo, cristianismo e islam confían la interpretación de la Escritura a los hombres. La Biblia, la Torá y el Corán son asuntos de ellos. La misión de la mujer, según los convencionalismos de los tiempos, era tener hijos y atendieran las tareas de la casa, en ningún caso, se dedicaban a la labor intelectual. En la Edad Media, esta actividad estaba restringida a las que deseaban abrazar el celibato o a las laicas nobles, para cuyo propósito el leer y escribir, era ser la primera maestra en la alfabetización de la prole. La excepción eran las religiosas, lo que explicaría de alguna manera, la escritura de las autoras que refiero en este trabajo, al menos dentro del ámbito de la Iglesia Católica. Recordemos que, Juana de Arco, conocida como La Doncella de Orleans, heroína de Francia por su papel al final de la Guerra de los 100 años, terminó en la hoguera acusada por la Inquisición de herejía. Aunque el 16 de mayo de 1920, fue canonizada por Benedicto XV y sus restos reposan  en la Basílica de San Pedro. Pero el mal estaba hecho, murió injustamente.

     No obstante, estos obstáculos no impidieron, que algunas mujeres, escribieran y publicaran sus obras literarias, muchas de ellas escondidas detrás del anonimato. En un mundo por cierto sin derechos para ellas, cabe recordar. Otras emplearon el seudónimo masculino para solaparse, y de esta manera llevar su trabajo al público. Y en el mejor de los casos, si se le permitía (cosa muy rara) eran considerados textos menores por el simple hecho de estar escritos por una mujer. La ocultación de su nombre a través del anonimato o del seudónimo (en muchos casos masculino), las condenó a la exclusión del listado de mujeres que dejaron su huella en la literatura. Se ganaron además el menosprecio de editores y críticos. Al respecto, pero en el campo de las matemáticas, cabe citar a Yanes (2020), quien escribió un reportaje titulado: Un nombre en clave para la primera científica española, referido a una figura  excepcional en la ciencia de España: María Andresa Casamayor de La Coma, considerada la única mujer de ciencia del siglo XVIII que dejó obra publicada que se conserva, quien por motivos de los prejuicios de su tiempo, tuvo que recurrir al seudónimo masculino: Casandro Mamés de La Marca y Araioa, lo que hizo que de alguna manera preservara oculta su identidad, fue la autora del libro Tyrocinio Arithmetico, Instrucción de las quatro reglas llanas,1738 (itálicas añadidas), una obra destinaba a facilitar el aprendizaje de la aritmética básica: suma, resta, multiplicación y división; ejemplar que se conserva en la Biblioteca Nacional de España.

     Asimismo existía una relación enfermiza de la mujer escritora con el matrimonio. Cabe mencionar el caso de María de la O Lejarraga, quien resultó conocida por los apellidos de su marido. O acabar en el caso extremo del suicidio, como fueron los casos de las autoras estadounidenses: Sylvia Plath y Emily Dickinson. O el empleo en el relato el pronombre “El” cuando se refiere a una mujer, como fue el suceso de la británica Úrsula K. Le Guin. Como se sabe, la literatura ha sido tradicionalmente un espacio creativo reservado a los hombres, al menos  hasta principio del siglo 20, cuando se comenzaron a ver lentos cambios, como comenté en líneas precedentes. Sin embargo, en el siglo XXI, aparecen otros factores que son obstáculos, como lo revela este trabajo publicado en el portal Web Aleteia por Jaime Septién (2016 / 2017): 500 millones de mujeres no saben leer ni escribir. El analfabetismo y la pobreza tienen rostro predominantemente femenino. Esto es realmente deplorable e inhumano. Sobre todo en una sociedad de nuestros tiempos, que se atrevió  construir en la ciudad de Dubái el edificio Burj  Khalifa de 830 de altura incluyendo la antena, y sus 530 pisos. Por cierto una urbe donde se desaprueba el escote, los pantalones por encima de las rodilla y a la cadera a las  mujeres ¿Dónde estamos?

     En el caso del otorgamiento a la mujer el Premio Nobel no es distinto, a pesar de haber dejado atrás las mujeres tantos obstáculos. El portal Web Expansión Mujeres, el 5 de octubre del 2021, publicó el titular: ¿Cuántas mujeres han ganado el Premio Nobel?, en el que señala la inmensa brecha existente entre mujeres y hombres que han recibido dicho galardón, naturalmente siendo estos últimos los favorecidos. Señala que en 119 años de historia hasta el presente, les ha sido otorgado a 934 personas. De este número, casi el 94% son hombres (876) y tan sólo el 6% (58) fueron mujeres. ¿Incapacidad?, no lo creo. Prejuicio, tal vez. En el campo literario solo 16 mujeres lo han obtenido de 117 premios asignados. Esta brecha significativa, ha conllevado que los otorgantes se hagan un examen de conciencia, como ocurrió en el año 2018 con Göran K. Hansson, Secretario General de la Real Academia de Ciencias de Suecia, quien emitió una carta a los científicos para que tuvieran más cuenta el género femenino a la hora de hacer sus deliberaciones.

     En el campo de las  publicaciones todavía existe una profunda brecha del hombre sobre la mujer. La Editorial El Libro Español (Comp.) publicó en 1967, en México, el: libro 500 Poesías Famosas de la Literatura Universal, donde aparecen 425 autores, de países de todo el mundo: Arabia, Cuba, México, Uruguay, Argentina, Colombia Italia, España, Brasil, Grecia, Francia, Puerto Rico, Venezuela, Dinamarca, Checoslovaquia, Portugal, Perú, Nicaragua, Chile, Inglaterra, Rumania, Canadá, Panamá, Israel, Alemania, Austria, Paraguay, Rusia, Ecuador, Bélgica, Polonia, Honduras Islandia,  Guatemala, Suecia, Japón, India, Bolivia, Irlanda y Estados Unidos, de los cuales, tan solo 17 son mujeres, figuran en la obra las siguientes poetisas: Concha Méndez, Rosalía de Castro, Carolina Coronado, Ernestina de Champourcin, Concha Espina (España), Laura Méndez de Cuenca, Margarita Mondragon, Josefa Murillo, Juana Inés de la Cruz, María Luisa Denison, Clara Ferrer (Mexicana), Gabriela Mistral, María Monvel (Chile), Cristina Georgina Rossetti (Inglaterra), Idzumi Sikibu (Japón), Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou, Raquel Sáenz “Aspasia” (Uruguay), Alfonsina Storni (Italia-Argentina), Claudia Lars (El Salvador).

     En otra, realizada por Bergua (Comp.) en 1965 realizó la investigación: Las mil mejores poesías de la Lengua Castellana (Ocho siglos de Poesía Española), publicada en Madrid por Ediciones Ibéricas, la cuales reúne 268 poetas de países tales como: de España y de América Latina que abarca desde los siglos XII al  XX, de los cuales 16 son mujeres: Gabriela Mistral (Chile), María Josefa Mujia (Bolivia), Juana de Ibarbourou (Uruguay), Mercedes Quintero “Alma Flor” (El Salvador) Juana Barreno (Cuba), Santa Teresa de Jesús, Carolina Coronado, Concha Espina, María Teresa de Sáenz, Rosalía de Castro, Cetina Gutiérrez de Madrigal, Gertrudis Gómez de Avellaneda, María Fernández Vidal (España), Juana Inés de la Cruz (México), Alfonsina Storni (Argentina), y Salomé de Enrique (República Dominicana), y 16 poetas anónimos. Hay razones para especular si dentro de estos anónimos está oculta una mujer o varias mujeres.

     En Venezuela, el poeta venezolano, Luis Edgardo Ramírez en 1976, hizo la compilación: Repertorio Poético, donde recoge 169 poetas de los cuales tan solo 12 son mujeres. No puede ser considerada estrictamente una antología española ni latinoamericana porque incluye a los poetas: Paul Geraldy (Francia) y J. Copper (EE. UU.). Esta compilación, a diferencia de las tres anteriores, se evidencia un marcado gusto por los poetas de Venezuela, los que son mayoría en el libro,  donde resalta, naturalmente, Andrés Eloy Blanco, y otras tantos de renombre, en menor cuantía de poetas tales como: Antonio Arráiz, Alberto Arvelo Torrealba, Tomás Alfaro Calatrava, Rafael María Baralt, Aquiles Nazoa, Ángel Celestino Bello, Luis Pastori, Juan Antonio Pérez Bonalde, José Rafael Pocaterra, Andrés Bello, entre otros. En esta obras como las anteriores nombradas, y las que siguen, la presencia femenina estadísticamente es poco representativa, no así en la calidad lírica. Se tiene en este repertorio las siguientes poetisas: Lilia Borjas, Ofelia Cubillán, Roselia Narváez, Aileén Parra, Luisa del Valle Silva, Lucila Velásquez, Lila Meléndez, Flora Delmis (Venezuela), Alfonsina Storni (Argentina), Juana de Ibarbourou (Uruguay), Gabriela Mistral (Chile), Nelly Fonseca Recavarren (Perú). Estas poetisas mayoritariamente venezolanas, de las 12, quizá obedezcan a que quien las seleccionó es el poeta venezolano Ramírez, que a su vez, junto con las de las otras nacionalidades, representan un exiguo número comparativamente, con los poetas aquí presentados.

     En otra ontología, titulada: Antología Poética Universal, publicado en Madrid, España por Editorial Alfredo Ortells, que en su nota del editor expresa lo siguiente: “… conformada por una selección minuciosa de las mejores poesías de los más destacados bardos contemporáneos” (p. 6).  Se reúne, en este volumen que el autor-editor dedica a Venezuela, 284 poetas, de los cuales 30 son mujeres: Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou, Yolanda Lleonart (Uruguay) Clementina Arderiu, Remedios García de la Bárcena, Ernestina Champourcín, Susana March Alcalá, Ángela Martínez Guerrero (España), Yolanda Bedregal de Cónitzer, Alcira Cardona, María Josefa Mujia, Adela Zamudio (Bolivia),  Lilia Borjas, Flora Delmis, Teresa de la Parra (Venezuela), Juana Borrero, Virginia C. de Ponzoa (Cuba), Sor Juana Inés de la Cruz (México), Flor Bela Espanca (Portugal), Nelly Fonseca Recavarren (Perú), Margot Guezúraga, Alfonsina Storni (Argentina), Aneta Greiff de León (Colombia), Sara Hübner de Fresno, Gabriela Mistral,  Ercilia Brito Letelier “María Monvel” (Chile), Margarita del Carmen Brannon Vega “Claudia Lars” (El Salvador), Cecília Benevides de Carvalho Meireles “Cecilia Meireles”, Renata Pallottini (Brasil).

     Merece reseñar además la antología Cien + 20 poetas orientales, compilada por Flores, Medina, Guayke y Ordaz (2010), donde se documentan 120 poetas de los estados de la región oriental de Venezuela. Figuran en ella 18 poetisas: Teresa Coraspe, Ada Pérez Guevara, Luisa del Valle Silva y Mercedes de Pérez Freites (Anzoátegui), Luisa Teresa Sosa, Ligia Elena Rojas Millán, Conchita Abreu Rescaniere, Ramonetta Gregori, Coromoto Renaud y Rosa Anka (Monagas), Magaly Salazar, Emira Rodríguez y Margarita Esparta (Nueva Esparta), Rosa Alarcón Blanco, Luisa Esther Larrazábal, Josefina Urbáez de Flores y Silene Sanabria (Sucre), ubicados cronológicamente desde 1781, nacimiento de Gaspar Marcano (Estado Nueva Esparta) hasta 1949. En tiempos coloniales, según Gutiérrez (1869) en América Latina, estuvieron activas escribiendo poesía: doña Antonia Monela y Santander, doña Gerónima Velazco, Sor María Juana, doña Josefa Bravo de Lagunas y Villela, doña Manuela Carrillo de Andrade y Sotomayor, doña María Estrada Medinilla y Josefa Xaroscharó, por cierto, ningunas de estas autoras, no aparecen en las antologías poéticas antes referidas. Exceptuando la compilada por Flores, Medina, Guayke y Ordaz (2010) por su carácter local (localizada en la zona del Oriente de Venezuela.

     El caso de los eventos poéticos no ha sido distinto. En el año 2004 el Ministerio de  la Cultura de Venezuela organizó el Festival Mundial de la Poesía donde asistieron 64 poetas de: África, Norte América, América Latina, Asia y Oriente Medio y Europa, en dicho evento solo participaron 14 mujeres: Amina Baraca (EE. UU.), Louise Warren (Canadá), Rosa Alice Branco (Portugal) Nicole Laurent Catrice (Francia), Lauren Williams (Australia). Vale reconocer, que en América Latina, el país anfitrión: Venezuela, fue el único donde estuvo la presencia de la mujer de los países asistentes y en mayor cuantía. Participaron por Venezuela: Ximena Benítez Vargas, Teresa Coraspe, Mireya Kripín, María Isabel Novillo, Mimina Rodríguez Lezama, Wafi Salih M., María  Jesús Silva, Ana Enriqueta Terán y Lotty Ipinza. Es posible que la mayor concurrencia femenina de este país se debiera a que era el país anfitrión y promotor. El consuelo de lo que he venido disertando en líneas precedentes, es que la mujer no se rinde. Si tuviera que atribuirles unos adjetivos dignos de su estirpe, serían: valentía y talento, y esto los números no lo pueden opacar.

LA FLOR DE ORO DE LOS AREITOS

     Hablar del areito caribeño es hablar de Anacaona. Y es al propio tiempo, ratificar la existencia de la poesía autóctona de lo que va a ser conocida a partir del Descubrimiento de América en 1492. Donde esté el ser humano presente, habrá poesía, pues Ésta es creación del espíritu. El ser humano es un creador por naturaleza. El mismo nombre Anacaona tiene un halo poético. La poesía siempre va a ser expresión de lo que somos como pueblo, por ello, la expresión más genuina del pueblo taino es el areito, y la más rancia representación de esta poesía-danza ceremonial para transmitir las costumbres: es Anacaona, teniendo como morada o escenario el batey (plaza ceremonial), donde brilló La Flor de Oro del Areito taino. Sin más demora dedico unas líneas a la Flor de Oro de los Areitos: Anacaona.

     Anacaona o Anacahona. Anacaona, en lengua taina: Flor de Oro, Princesa taina, la última Princesa del Caribe. Una de nuestras grandes poetizas aborígenes, quizá la más conocida, fuera del círculo de intelectuales, por la canción del compositor  puertorriqueño Tite Curet Alonso: Anacaona, con que empieza el LP publicado en 1971 de Cheo Feliciano (José Luis Feliciano Vega) quien la interpreta, considerada uno de sus temas clásico. La letra, narra el cruel asesinato de una reina taína en manos de los conquistadores españoles. En la voz del intérprete se aprecia la rabia por la injusticia que recibió la reina taina. Nació en 1460 en la isla Bohío, con la llegada de Colón fue bautizada como La Española (lo que es hoy Haití y República Dominicana), Antillas Mayores. Con su marido Canoabo o Caunaboa, Señor de Maguana, tuvo a su hija: Higüemota. Era una Cacique, hermana del cacique de Jaraguá, Behequio. Fue testigo de los enfrentamientos entre indios y españoles. A la muerte de su esposo se fue a vivir con su hermano, en quien tuvo gran influencia. La reina Anacaona fue amiga de los españoles y estos celebraron siempre su preclara inteligencia,

     Bartolomé de las Casas, citado por Arranz (s. f.), dice de ella lo siguiente: “una notable mujer, muy prudente, muy graciosa y palanciana en sus hablas y artes y meneos y amicísima de los cristianos. Fue también reina de la Maguana, porque fue mujer del rey Canoabo” (p. s / n). Pedro Martir de Anglería, según Arranz (ob. cit.) dice de ella: “cortés y chistosa y prudentísima, y había persuadido a su hermano que, enseñado con el ejemplo de su marido, tratara bien a los cristianos, les obsequiara y obedeciera” (ibídem). Se sabe, que cuando Bartolomé Colón, hermano de Cristóbal Colón, se preparaba con sus tropas, luego de fundar Santo Domingo, para dirigirse hacia el cacicazgo de Jaraguá con el propósito de someter al cacique Behequio, Éste, aconsejado por su hermana Anacaona, decidió no enfrentarse al conquistador y reconocer la soberanía de los Reyes Católicos, comprometiéndose además a pagar el tributo con los productos de su cacicazgo: algodón, cazabe, maíz, hutías, pescados y otros productos. Bartolomé aceptó esta propuesta siendo agasajado con fiestas por los aborígenes.

     Era una mujer agraciada, notable, prudente e influyente, de gran expresividad en el hablar, en las artes, y en el baile. Era una compositora de areitos (poesía), a quien por el trágico fin de su vida le dedicaron areitos en su honor, donde danzaban sus criadas todas solteras, pues nunca quiso que en sus areitos estuvieran doncellas casadas. Los areitos en el Caribe antillano representaban acontecimientos de la vida de los pueblos. La danza ceremonial en la región ocupó un lugar preponderante en la vida social. El cacique participaba en las grandes fiestas anuales en honor a su más grande deidad: el Sol, astro de más grande significado para la tribu taina. También están presentes en estas festividades las divinidades menores. Los areitos remembraban además eventos que se referían a lo sagrado y a lo profano. Los areitos de acuerdo con Ortiz (1950) citado por Guerra (1998) fue la máxima expresión de los tainos antillanos en las artes musicales y poéticas, que sintetiza un conjunto  de música, canto, baile y pantomima  que se hacían en los actos litúrgicos, ritos mágicos, epopeyas, historias tribales, diversiones, funerales, matrimonios y en general lo  referido a la vida cotidiana. Uno de los areitos más conocidos, según Ortiz (1950) citado por Guerra (ob. cit.) es el areito Anacaona. 

     Para Pedro Mártir Oviedo citado por Sánchez de Fuentes (1928) los areitos:

eran las rimas o romances que entonaban los naturales de nuestra Isla. Cantaban y bailaban a un tiempo mismo, recordando sus historias con el recitado del monótono canto con que se acompañaban, y que era interpretado por todos, en forma de coro, o individualmente, por el guiador de la danza o relato, cuyas palabras repetían todos, hasta que el bastonero o director terminaba su historia. Tomándose las manos unas veces y trabándose otras de brazo a brazo, seguían todos los ritmos de la música con el cuerpo, dando algunos pasos adelante y atrás. El relato duraba a veces desde uno a otro día, y según el testimonio del padre Las Casas, los areítos constituían sus fiestas y danzas (p. s /n).

     Por investigaciones diversas realizadas se sabe que el areito y la poética de los indígenas de América no estuvo ausente del fenómeno de mixtificación, cosa que ha ocurrido en todos los lugares de la América Hispana, por esta razón la música de los aborígenes, si perdió su pureza con la conquista, al adoptar una escala distinta, y una nueva forma, aunque conservó cierto encanto de primitivismo. Antonio Bachiller y Morales (1883) en su obra: Cuba Primitiva. Origen, Lenguas, Tradiciones e Historias de los Indios de Las Antillas Mayores y Las Lucayas el areíto de Anacaona, lo llama areíto antillano. Este autor en la obra citada, dice que en Las Antillas solo se encuentra una referencia a la reina Anacaona, con música y letra de una canción que dice de esta manera

                                  Aya bomba ya bombai (bis)

La Massana Anacaona (bis)

Van van tavana dogay (bis)

Aya bomba ya bombai (bis)

La Massana Anacaona (bis) (p. 44).

     Se sabe, que al principio las relaciones con los españoles llegados a la isla, con los aborígenes, eran cordiales, al pasar el tiempo, cometieron abusos contra sus mujeres, lo que hizo que fueran considerados una amenaza. Esa fue el motivo por la cual, a los españoles de la tripulación Santa María, que había encallado, y que no pudieron regresar a España, quienes con los restos de la embarcación construyeron el fortín La Navidad, fueron éstos masacrados por los aborígenes al mando del cacique Caonabo, con el apoyo de su cuñado Bohechío.  A su regreso el 28 de noviembre de 1493, Colón se encontró con el fuerte destruido y 39 españoles asesinados.

     Esto fue la antesala de la enemistad surgida entre conquistadores e indios. Hacia 1501, fue nombrado gobernador de las Indias el comendador de Lares fray Nicolás de Ovando y Cáceres, quien poco después, quiso llevar a cabo una política de pacificación de la isla, con los cacicazgos del Higuey y de Jaraguá. En 1504, tras el rumor que se preparaba un alzamiento en su contra, el gobernador Ovando envió 370 hombres bajo el mando de Diego Velázquez de Cuéllar a Jaraguá, gobernado por Anacaona tras la muerte de su hermano Behequio. Esta visita tenía como pretexto mejorar las relaciones entre los conquistadores y los indios. Cosa que no era cierta. Anacaona reunió a numerosos caciques de la zona y un gran recibimiento con bailes y fiestas como lo había hecho tiempo atrás con Bartolomé Colón. Congregados los indios en un caney, comenzaron a cercarlos y a una señal acordada, la caballería con lanzas y espadas arremetió violentamente contra ellos, prendiendo fuego a la casa y de Anacaona, muriendo 84 caciques, otros lograron huir, incluyendo a Anacaona, según Diego Méndez.

     Tras una intensa búsqueda, Anacaona fue apresada por los soldados de Ovando y acusada de instigación contra los españoles, fue llevada a Santo Domingo, 3 meses después, fue juzgada y sentenciada a morir ahorcada por conspiración, en el año 1504. Este hecho abominable hizo que muchos de sus caciques se levantaron contra los españoles matando a algunos de ellos. Este suceso es considerado por los historiadores como uno de los más crueles de su gobernación. La reina tuvo un infeliz destino, una ignominiosa suerte… A tal punto que llegó a los oídos de la reina Isabel, quien se excusó. Sin embargo, su muerte la inmortalizó, pues paso a la historia como una gran cacica, pero cuya arma más poderosa fue su expresión  poética.

5 POETISAS DE CONVENTO

     Se sabe, que la mujer en la colonia, se desempeñaban por lo general comoamas de leche” (nodrizas), muchas de ellas servían en casas de monjas, las campesinas se desempeñaban como vivanderas y artesanas, otras atendiendo fondas, como se le llamaba en la época los sitios de alojamiento y servicios de aseo y comedor a cambio de dinero. Venían con la intención de mejorar su condición social. Aunque en menor número hubo mujeres que cumplieron la función de gobernadora como fue el caso de Beatriz de La Cueva en Guatemala y  otros cargos similares, incluso hubo mujeres que se dedicaron a la poesía. Se conoce, que en tercer viaje de Colón se embarcaron 30 mujeres a petición de los Reyes Católicos. El reportaje titulado: “Ellas también hicieron las Américas”, publicado en rotativo Web, El País, señala que se ha comentado y se ha escrito de la participación del hombre, del caballo e incluso del perro en la conquista de las Indias Occidentales, pero muy poco acerca de la participación de la mujer en los acontecimientos del Descubrimiento, la Conquista y la Colonización de las tierras americanas, señalaba, Juan Francisco Maura. No se sabe con precisión cuántas mujeres llegaron a América porque muchas de ellas no figuran en los registros y otras viajaron ilegalmente. Se conoce que entre 1509 y 1607, según la investigadora Mar Langa Pizarro, 13.218 mujeres, entre ellas, algunas poderosas, viajaron a América. En este mismo portal Web, apunta Pérez  Canto, que en el sueño transoceánico el 60% de las mujeres eran solteras. Emigraron ricas, pobres, religiosas, prostitutas o aventureras. Otras seguían a sus maridos, padres, hermanos, altos funcionarios con séquito, pero otras muchas viajaron solas buscando marido que no siempre encontraron, sostiene, Pérez Canto. Existían trabas migratorias que prohibía viajar a judíos y  moros conversos, acusados de herejía, por lo cual se creó en América Hispana la Inquisición, a través de tres tribunales: Lima y México fundados en 1569, y el de Cartagena de Indias, fundado en 1610. Su función principal era frenar que personas al margen de la fe católica pasaran a  América.

     Asimismo, según Pérez (2012), la emigración europea hacia América en la Colonia era predominantemente masculina. Se estima que entre el 80 y 90% de los emigrantes eran hombres, la mayoría solteros, la migración se concebía como una empresa que buscaba el enriquecimiento con vistas a un pronto retorno. Por el contrario, muchas de las mujeres, lo hacían como parte de un proyecto de emigración definitiva, junto a sus familias y dentro del marco legal de la época. Claro está algunas lo hicieron ilegalmente como aventureras. Otras tantas en misiones religiosas. Según la Biblioteca Nacional de Chile (2018), entre los siglos XVI y XVIII, el convento femenino servía de prácticas espirituales ascéticas y místicas en América. Cumplieron una función misional al transmitir los modelos de la vida religioso, además de ser sitios de resguardo e instituciones de enseñanza para mujeres españolas, mestizas y niñas huérfanas. Fueron lugares de recogimiento, de formaron para constituir espacios para la reflexión personal y permitir procesos de autoconocimiento y adquisición de conciencia de sí, lo que hizo del convento una metáfora del mundo interior de las personas de vida conventual. Este modo de vida transcurría en el rezo del oficio y los ejercicios espirituales: oración, meditación,  mortificación (ascetismo). Dicha reglamentación disponía también de la vida interior, creando formas de subjetividad que se manifestó en el relato conventual y la escritura de monjas. Este fue el caso de 5 poetisas a aquí tratadas.

     Sor María Juana. (1696-1748). Juan María Gutiérrez (1869), dice que es una monja capuchina que estuvo activa en Lima, Perú. Se dedicó a escribir poesía sagrada, catalogada por este autor, como una de las más preciosas de nuestras Indias Occidentales. En esta ciudad compuso poesías de fiestas fúnebres para los virreyes, de exaltación al trono de monarcas, muy frecuente en el Perú de la época. Considerada la “piadosa Musa”. Dice Gutiérrez (ob. cit.) de Sor María Juana, lo siguiente: “consagró su estro a la honra y gloria del Esposo eterno a quien había consagrado su alma; y como fruto de este comercio de inspiración  y amor, legó al mundo a que ella había renunciado, un trono de  poesías sagradas” (p. 29). Esta cita define sin dudas el carácter de su poesía. Castañeda y Toguchi (s. f.), dicen sobre esta religiosa que escribió 5 coloquios para servir de recreación a las monjas, sus hermanas religiosas. Según estas autoras la poesía de esta monja capuchina brilló en la segunda mitad  del siglo XVIII. Gutiérrez (1869) ha dicho que, Sor María Juana vino a la luz en una época de fiestas fúnebres y de exaltación de algún monarca del Perú. Llano  Zapata, citado por Gutiérrez (1869) señala que sus composiciones muestran un espíritu sublime y un profundo conocimiento místico. Su inclinación poética no se opacó, pues, los monasterios femeninos estaban en su mayor auge y atraían la atención de modo muy especial.

     Según Hormigón (1996) se desempeñó como escritora y religiosa, nacida en Abancay, Perú el 3 de julio de 1696, murió en el monasterio de las Capuchinas de Cajamarca en 1748. Sor María Juana, era un seudónimo, su nombre verdadero era Josefa Francisca Azaña y Llano,  nombre conventual lo eligió cuando tenía veinticuatro años, profesó la religión católica en el convento de Jesús María de Lima. Era hija del general don Pedro de Azaña Solís y Palacio, y de la dama doña Juana Ruiz de Llano, ambos españoles nacidos en Lima. En 1698 la familia entera se trasladó a esta ciudad, en contra de la voluntad de sus padres, se dedicó a la vida religiosa. Estuvo desde 1720 hasta 1748 en el mencionado convento limeño de donde salió este último año para hacerse cargo de la abadía de un nuevo convento que su Orden abrió en Cajamarca. Dejó un manuscrito en el que recogía sus obras poéticas y dramáticas (Hormigón, 1996).

     Su talento estuvo al servicio del convento a la que pertenecía. Escribió poemas espirituales y obras dramáticas que contribuyeron a fortalecer la fe de sus hermanas. Sor Juana adquirió cierto renombre fuera de los muros del convento, pues, el mencionado manuscrito estuvo a punto de ser publicado en 1747. En España adquirió este teatro conventual durante los siglos XVII y XVIII acogida. Las influencias de Sor María Juana no proceden del espléndido teatro de Sor Marcela de San Félix ni de la obra no menos brillante de su continuadora, Sor Francisca de Santa Teresa, sino del teatro español del primer Renacimiento de (Juan del Enzina y Gil Vicente), referidos a los autos navideños tradicionales. Su lenguaje está despojado de la sintaxis, inspirada en el barroco; escribe su teatro, con un tono de ingenua tradición popular que recuerda, las representaciones sacras de la Edad Media. La religiosa dejó copiadas todos los títulos de sus obras: Coloquio a la Natividad del Señor; Coloquio de Julio y Menga pastores, para celebrar el Niño JesúsColoquio al Sagrado Misterio de la CircuncisiónColoquio al Sagrado Misterio de los Santos Reyes; y Coloquio que se ha de decir en la Dominica del Niño perdido. Son obras que pueden ser acompañadas de música como cánticos, de elevado lirismo (Hormigón, ob. cit.; Castañeda y Toguchi, s. f.)

     Sobre esta religiosa, Palacio Fernández, en su trabajo Noticia sobre el Parnaso Dramático Femenino en el siglo XVIII, en el subtítulo [La Musa Dramática en el Claustro], publicado por Universidad de Murcia (2000), en el trabajo titulado: Autoras y actrices en la historia del teatro español, sobre esta religiosa escribió: el destino del convento mantuvo la escritura de algunas obras dramáticas escritas por monjas en Hispanoamérica, como fue el caso de Sor María Juana (1696-1748), monja capuchina, natural de Abancay, Perú, quien escribió varias obritas del ciclo de la navidad. Estas obras son las que refieren en líneas precedentes (Hormigón,  1996; Castañeda y Toguchi, s. f.).

     Vinatea Recoba (2015) en su trabajo: Los Celos de San José y la Monja Peruana, dice que el Padre Rubén Vargas Ugarte, presenta en su obra De nuestro antiguo teatro, que era hija de criollos españoles nacidos en Lima, que escribió obras espirituales escritas en verso y para acompañamiento musical y de rasgos dialectales. Su trabajo estuvo a punto de ser publicado, pero su traslado a Cajamarca y su inesperado fallecimiento, lo impidieron. De ella se ha dicho, que en una oportunidad mientras buscaba agua, escuchó este mensaje: “Dios te salve, llena de gracias, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres”, lo que hizo que se pusiera a mirar a sus alrededores para saber de dónde venía la voz. Cosa que la asustó y la hizo regresar a su casa (Vinatea Recoba, ob. cit.). Voy a referir en este espacio El coloquio de la Natividad del Señor, que está escrito en romances octosilábicos, según esta investigadora, cuyo tema son los celos de San José, el cual pertenece a la Primera Escena de la obra de Sor Juana María (versos 1 al 32) que comienza con los cantos de los pastores que llegan a Belén; en primer lugar, interviene el Coro y luego, la pastora Gila como solista. Reproduzco dicho texto tomado de Vinatea Recoba (2015)

                    Música         La voz de la admiración

resuene por todo el orbe,

pues al tomar carne el Verbo

se unen mil contradicciones.

Toda la deidad se humilla,

y un niño se ve más que hombre;

y su madre, aunque casada,

goza de virgen honores.

El sol no parece claro,

porque sale a media noche

otro, que con solo un rayo

las demás luces esconde.

El aire todo es céfiro,

porque la flor de las flores

lo viste de suavidades

cuando sufre sus rigores.

El fuego parece frío,

según el volcán que esconde

aquel que en diurna llama

arde sin intermisiones.

Los collados se derriten,

y su dureza deponen;

y, vistiendo miel y leche,

se hacen flexibles los montes.

Las fieras se domestican

y se manifiestan dóciles,

porque ven que en un pesebre

se ha puesto la mejor corte.

En ella no vale el oro

ni la lisonja se oye,

pero la gloria y la paz

puebla el aire de rumores.

      Gila      ¡Ay, que acabo de oír cantar

una música tan linda

que me parece una guinda

acabada de chupar!

Más les quisiera contar,

pero ahí viene un señorón

tan lleno de confusión

que temo me ha de pegar  (p. 223).

     Doña Josefa Bravo de Lagunas y Villela. Gutiérrez (1869) se refiere a ella como abadesa del monasterio de la seráfica madre Santa Clara, escribía sonetos, dentro los que destacan: Aurora, compuesto para el real cadáver de  la reina de Portugal, con motivo de sus exequias, celebradas en Lima hacia 1756, siendo virrey del Perú el conde de Superunda (José Antonio Manso de Velasco y Sánchez de Samaniego, I conde de Superunda). Este Virrey  había nacido en Torrecilla en Cameros (La Rioja, España), en 1688 y muerto en Priego de Córdoba, 1767. Caballero de la Orden de Santiago, además de militar y político, gobernador del Reino de Chile entre 1737 y 1744, y Virrey del Perú entre los años 1745 y 1761(Wikipedia, 2021). Referente a su actividad poética, referidas a las exequias, esta información la sostienen Lamas, López y Gutiérrez (1871), en la Revista del Río de la Plata. Periódico Mensual de Historia y Literatura de América, t. II, en el texto Biblioteca de Escritores en Verso Nacidos en la América de habla española, antiguos y modernos, Primera Série (sic), p. 288, que además se dice de ella que fue peruana Abadesa del convento de monjas clara en Lima á (sic) del siglo XVIII en tiempos en que florecía la poetisa doña Manuela Carrillo Andrade de Sotomayor. Gutiérrez califica sus sonetos como de buena entonación, armonía, gracia. Excelentes sonetos.

     Se sabe de esta religiosa que era hija de Fernando Bravo de Lagunas y Bedoya y de Lucía Antonia de Villela y Esquivel y Bernal Lozano de la Daga, y que era hermana de Mariana Bravo de Lagunas y Villela, Condesa Consorte de Montemar, de modo que esta religiosa pertenecía a una familia principal de Lima. Fue abadesa del monasterio de Santa Clara, Lima, en 1757. Gutiérrez (1869) dice: Doña Josefa Bravo de Lagunas y Villela, sonetista, la  única muestra que se tiene, aunque no mala, del estilo y dotes poéticas de  la reverenda abadesa, es el de las exequias, antes nombrado. Refiriéndose a su soneto, Gutiérrez (ob. cit.), dice: “Estos catorce versos no tienen que se les pueda poner: tienen entonación, harmonía, facilidad, gracia, en todos sus acentos. Era difícil en aquellos tiempos evitar esta clase de manchas que se observaban hasta en las obras de los escritores castellanos, y que no son manchas  muy feas…” (p. 501). Romero del Valle (1966), señala que sus poemas fueron publicados en “Descripción puntual” a propósito de las exequias de la Reina de Portugal de Fr. Alexo de Alvites en 1757. Por su parte García (1924) sostiene que  fue una poeta mística. Escribió además su autobiografía espiritual. Este fue el poema escrito a propósito de las exequias de la reina de Portugal, en tiempos del Virrey Superunda:

Cuando  admiro difunta ¡ó fiel señora!

De su régio esplendor la luz primera,

¿Qué esperanza la flor tendrá en su esfera

Sabiendo que también muere la aurora?

Desengaño á la vida le atesora,

Ese espejo que mustio reverbera,

Cuya eclipsada luna es más severa

Para quien si la ve no se mejora.

Descansa en paz pues tu virtud me avisa

La corona mejor te declara

El que allá en las estrellas te eterniza:

Que á mí para seguirte me prepara

El relijioso saco en su ceniza,

Del fin postrero la verdad más clara (Quesada y Navarro,

1869, p. 590-591).

     Doña María Estrada Medinilla. Se conoce de ella una obra: “Fiestas antigua de toros en Madrid”, donde se observa quintillas de influencia árabe (Gutiérrez, ob. cit.) La quintilla está formada por estrofa de cinco versos de arte menor, generalmente octosílabos. En 1641, en Nueva España: (Virreinato 1535-1821), territorio que abarcaba parte de Estados Unidos y México,  Centroamérica, Asia y Oceanía, escribió sus célebres quintillas: “Descripción de una corrida de toros en México”. Se sabe de Estrada Medinilla, según Erja Vettenranta (2011), que en 1640 se publicó en México la relación escrita a una religiosa prima suya, de la venturosa entrada en México del Excelentísimo Don Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, Marqués de Villena, Virrey, Gobernador y Capitán de la Nueva España. Dicho poema fue impreso por Francisco Rebolledo. Escribió según esta investigadora, la pluma de Estrada Medinilla, con dinamismo y originalidad, nunca se deja engañar por las apariencias fantásticas de la procesión virreinal. Para la época las fiestas virreinales se empleaban, por parte del Virrey, como un a manera de reforzar su autoridad política y las jerarquías sociales en la Colonia. Su poesía adopta los vocablos coloquiales de las clases bajas que contrasta con la élite criolla, a la que ensalza poéticamente.

     Tenorio (2010) sobre esta poetisa dice que son muy escasas las noticias, se sabe, por Beristáin que era natural de México; y por  Josefina Muriel, posiblemente nieta de Pedro de Medinilla, regidor y diputado en el Ayuntamiento de la ciudad entre  1546 a 1558. Agrega Muriel, citada por Tenorio (2010), un dato importante sobre esta poetisa: la posición que tuvo en la sociedad limeña fue sin dudas importante, con su titulación de doña y buena posición económica […]. Por  la manera de expresarse, la manera de vestir y de las otras, y por las altas y valoraciones que hace de lo que ve, se muestra como una mujer de mundo, elegante y culta. Escribió las siguientes obras: Relación en ovillejos castellanos de la feliz entrada del virrey Marqués de Villena, México, 1640 (Muriel, citada por Tenorio, 2010);  Descripción en octavas reales de las fiestas de toros, cañas y alcancías, con que obsequió Mégico a su virrey, el Marqués de Villena, México, 1641. Décimas a san Pedro Nolasco, con las que participó, y ganó el primer lugar en esa categoría, en el certamen de 1633. Una glosa con la que participó en el Certamen poético a la Inmaculada Concepción, organizado por la Universidad de México, 1654, con la que  ganó el tercer lugar. Y  Desagravios de Christo en el triumpho de su cruz contra el judaísmo, México, 1649 (Tenorio, ob. cit.).

     De María Estrada Medinilla dejo las décimas con que ganó el Primer Premio en el certamen  por la canonización de S. Pedro Nolasco (San Pedro Nolasco, 1189-1256) recogido por fray Juan Alavés, en la Relación histórica, de 1633, manuscrito de la Biblioteca Nacional de México, que dicen:

                                         Nolasco con paz fingida

que le saltean advierte

los remedos de la muerte

en lisonjas de la vida.

Yace, a Morfeo rendida,

 la solicitud constante,

que si el celo vigilante

no obedece en todo al lecho,

niega lo inquieto del pecho

lo sereno del semblante.

Cuando el aire luces llueve,

porque en sueños ver presuma

dos rayos de cana espuma

en dos cometas de nieve.

Indicio de paz no leve

ramo fue de hojas alado,

verde oliva que, aun cortado,

el tronco fresco se ofrece,

y en el aire se aparece

de esmeraldas coronado.

Fiera adusta indignación

agostarla solicita,

que humantes globos vomita

por volcanes de carbón.

Anciana veneración

de dos paternos cuidados

la preservan desvelados

contra rigores impíos

de los ardientes estíos

y carámbanos helados.

Porque en su conservación

Argos más cauto desean,

que cuantos ojos platean

el estrellado pavón

encargan su advocación

a Nolasco, en cuya esfera

viva su beldad primera,

que al rayo de su calor

se observará su verdor

en perpetua primavera.

Pacífica insignia toma,

y como su guarda emprende:

de quien talarla pretende

el nocivo aliento doma.

A la racional paloma

en reverentes altares,

con favores singulares

los dos santos favorecen,

que a Pedro y Pablo parecen

sus patrones tutelares.

No fue custodio remiso,

que su cuidado era, en fin,

la espada del querubín,

guarda fiel del paraíso.

Con más prevenido aviso,

burla del pastor de Admeto,

conserva en su ser perfeto

el árbol de mejor fruto,

sirviendo de sustituto

al alado Paracleto.

     Doña Josefa Xaroscharo. Lo que se sabe de ella, se debe al mercader de libros-editor Nicolás Trübner y por la derrota del Partido Conservador de Maximiliano I de México; Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena fue un noble político y militar austriaco-mexicano [itálicas añadidas] lo que provocó a varios escritores mexicanos a exiliase en Europa, y tuvieron que vender sus grandes y ostentosas colecciones de libros relacionadas con la literatura de aquella parte de América. Este comerciante de libros publicó, entre otros tantos textos ofrecidos en venta en el catálogo: Trübner's American and Oriental Literary Record. (1868, October 31). A monthly register of the most important works published in North and South America, in India, China, and the British colonies: with occasional notes on German, Dutch, Danish, French, Italian, Spanish, Portuguese, and Russian books. No. 39, pp. 293-306.  (Registro Literario Americano y Oriental de Trübner. 1868, Octubre 31. Un registro mensual de las obras más importantes publicadas en América del Norte y del Sur, en la India, China y las colonias británicas: con notas ocasionales sobre libros en alemán, holandés, danés, francés, italiano, español, portugués y ruso. No. 39, pp. 293-306, Trad. del investigador), la obra de la poetisa mexicana, donde se puede leer:

Versión parafrástica del llanto de la Virgen, ó de la Sequencia de la Misa de sus Dolores. Por Doña Josefa Xaroscharó: quien la dedica a la misma Señora en su Advocación del consuelo por la mano del Exmo. e Illmo.  Señor D. Alonso Núñez de Haro y Peralta. Año de 1799. 4to. 4 leaves. México, 1803. Un poema que consta de 20 estrofas de rima troquelada (p. 305). [Itálicas, Trad. del investigador].

     Curiosamente, en la portada del libro, en el encabezamiento al lado derecho se puede leer: “Registered for Transmission Abround” (Registrado para Transmisión a todo el Mundo, Trad del investigador). La  intensión de Nicolás Trübner es obvia, además de dedicarse al comercio de libros, su propósito además es la divulgación de las obras, gracias esta buena intencionada acción, es de esta manera que se conoce el poema de doña Josefa Xaroscharo. En la misma obra en la p. 293, el mercader-editor Nicolás  Trübner, escribe lo siguiente:

Todos los libros mencionados en este y en números anteriores se describen a partir de un examen real, y el trabajo mismo está en posesión de ellos o ha pasado por las manos de los señores. Trübner y Compañía. Los bibliotecarios y académicos, por lo tanto, que tengan experiencia y disculpa en la adquisición del trabajo, harían bien en comunicarse directamente con los editores del registro. Como puede suponerse fácilmente, sería imprudente importar esos desechos en grandes cantidades; pero cuando todas las copias de las obras especificadas se vendan realmente, se pueden reemplazar, si se asigna un tiempo razonable (Trad. del investigador).

     Este texto, sin lugar a dudas, es la mejor evidencia de que Trübner era un conocedor del oficio y estaba al tanto de los que se escribía en la América Colonial. Se puede leer en el índice las áreas temática de los libros que ofrece de esta parte del mundo: Inteligencia literaria americana colonial y europea (p. 293), Publicaciones periódicas americanas (p. 295), Nuevos libros americanos (p. 298) Literatura Yucateca (p. 301) y Literatura mexicana (p. 302). No sin advertir: “Sres. Trübner y Compañía, 60 hilera del padrenuestro de los libros. Londres, han importado y suministrado la totalidad de las obras americanas y orientales nombradas en este registro literario” (ibídem). [Trad. del investigador]. Creo que Nicolás Trübner hizo un aporte fundamental en dar a la venta y dar conocer lo que se escribía en América en aquellos tiempos.

     La Versión parafrástica del llanto de la Virgen, está compuesta de 20 estancias de versos troqueos (métrica construida con una sílaba larga y otra corta). Y llegó hasta nosotros, gracias a este brillante erudito de los libros, esto es meritorio. Se sabe de ella además que su nombre era Josefa Elvira Rojas y Rocha, y que Xaroscharo o Jaroscharo, era un seudónimo. El nombre la obra en latín era: Versión parafrástica del Stabat Mater. Finalizo este tópico con el poema comentado. En la Gazeta de México, Suplemento, Tomo  XII, No. 54, México 11 de diciembre de 1805, p. 449, está publicado poema, el encabezado, se puede leer: Sonetos a María Santísima de Guadalupe, de la Señora Doña Elvira Josefa Rojas y Rocha:

                                           Cuánto te eleva, oh, México, tu gloria

cuando recibes de María los dones!

Sobre todos aquél que en las naciones

jamás ha habido de otro tal memoria.

En el mundo no cabe ni en la historia,

ni en todos los humanos corazones

hay gratitud bastante, ni expresiones

que en encomiarlo salgan con victoria.

¿Quién pudiera pensar que de María

tesoro fueras tú tan apreciado

que un tiempo en ti su corazón pondría?

En su bella Pintura te lo ha dado

para honor tuyo, gloria y alegría:

¿no es ser esto en su amor privilegiado? (p. s / n).

     Juana de Maldonado y Paz. Nació en Santiago de los Caballeros de Guatemala en 1598, donde fallece en 1666, tuvo un hermano, llamado: Diego. Sus padres fueron el Oidor don Juan de Maldonado y Paz y doña Concepción Quintanilla, quien murió siendo nuestra poetisa una niña aún. También es conocida como  Juana de la Concepción. Fue una mujer de belleza excepcional, a tal punto, que le sirvió de modelo al reconocido pintor colonial  Antonio Montúfar para la figura de Santa Lucía. Esta pintura fue colocada en altares y llevada en procesiones lo generó escándalo en la ciudad, en 1615, el eclesiástico de la Catedral y representante del Santo Oficio en Guatemala: Rodrigo de Villegas, denunció este hecho como sacrilegio ante el comisario de la Inquisición Española en México, Felipe Ruiz del Corral, bajo el argumento que doña Juana no era hija legítima del Oidor y no era correcto que fuera representada como una Santa. Más tarde ingresó en el Convento de la Concepción donde hizo sus votos en 1619. Thomas Gage, fraile dominico inglés, y uno de los primeros viajeros en publicar crónicas, entre 1625 hasta 1637 de sus viajes por  México y Guatemala, se refiere a ella de este modo:

Era muy bella y agradable y no llegaba a veinte años. El obispo estaba tan enamorado de ella, que en mi tiempo hizo todo cuanto pudo para hacerla elegir superiora o abadesa, a pesar de todas las antiguas religiosas; lo que causó tan gran disensión en el convento, que el ruido salió hasta la ciudad… (Gage, citado por Méndez, s.  f.).

     Este escritor se refiere a ella como la “Décima Musa”. Soto Hall, escritor de  Guatemala, en su novela histórica La Divina Reclusa, publicada en 1938, ficciona sobre el momento final de la vida de Sor Juana Maldonado y Paz. La crítica literaria, luego de estudiar su obra la ha considerado como una de las escritoras de referencia histórica para América Latina. Fue una religiosa que destacó en los campos de la escritura, la dramaturgia, la música y la poesía. Un camino nada fácil para las mujeres, quienes tuvieron que afrontar el problema de la prohibición de escribir, que se venía realizando, durante varios cientos de años. Su poesía y escritos dramáticos se están comenzando a ser estudiados, para que se incorporen en la historia de la escritura de mujeres. Dejo estos dos poemas de Sor Juana Maldonado y Paz, compilados por Méndez (s. f.), respetando los aricamos lingüísticos de la época.

                                         La Reina más linda

Llegando a existir
al momento triunfa
del dragón más bil,
que el hombre en priciones
la acta sentir
un perpetuo llanto
continuo gemir
Esto sí es lucir,
Oyar del tirano
Si faros servir.

 Cantan por dentro

La ermosa pastorcía
a Ejicto caminó
y al pié de berde pino
rendida ce centó
Cantándole a su niño
rurro rurro rurró
por ver ci ce dormía
el hijo de su amor.

En la sombra descanza
por la fuerza del Sol
y su niño lloraba
por el mucho calor
y seguía cantando
rurro rurro rurró,
duérmete prenda mía
pues que te arrullo yo.

Mas el niño llorando
la lágrima virtió
y a la madre amorosa
le causaba dolor
y seguía diciendo
rurro rurro rurró
y con tan dulce canto
el niño ce durmió.


POESÍA LAICA  EPISTOLAR, PRECIOCISTA,  DRAMATURGIA  Y  TEATRO


     Así como hubo en América Hispana mujeres religiosas que entregaron su vida a la poesía, también existieron laicas cuyo ejercicio poético es de gran admiración. Tales fueron los casos de Doña Antonia Monela y Santander, Gerónima Velazco o Velasco, Jerónima y Doña Manuela Carrillo de Andrade y Sotomayor. Hijas de españoles nacidas en suelo de América Hispana, naturalmente proveniente de clase social con privilegios, quienes encontraron en el oficio poético una manera de expresar sus sentimientos. Recordemos que el término “Don” o “Doña” es un vocablo de origen español que antecede al nombre de  la persona, empleado de manera  protocolar para denotar una expresión de respeto, cortesía y distinción social. En España y sus colonias en el Nuevo Mundo se usó para diferenciar al plebeyo del noble o al criollo del común de las personas. Esto deja claro la estirpe a que pertenecen las poetisas aquí tratadas. Es importante recalcar, que la influencia religiosa de la iglesia católica en América Hispana fue de suma importancia, a tal punto, que muchas de las mujeres que se dedicaron a la poesía no escaparon a la tentación de escribir algunos versos dedicados al santoral católico o exequias a las altas dignidades políticas de aquellos tiempos. Estas mujeres de vida laica brillaron en la poesía. Doña Antonia Monela y Santander en la epístola, Gerónima Velazco en la poesía preciosista o barroca y Doña Manuela Carrillo de Andrade y Sotomayor en la dramaturgia y el teatro.

     Doña Antonia Monela y Santander. Según Gutiérrez (1869), nació en Mendoza, Buenos Aires, hija de catalanes con una habilidad extraordinaria  para expresarse en la lengua castellana, con grandes dotes para la escritura epistolar con lo que logró gran reputación, a tal punto, que sus cartas fueron impresas en España. Se supo de ella gracias al señor Eusebio Llano Zapata, investigador de las bellas letras americanas, quien anduvo por Buenos Aires, hizo escala en Mendoza, con la intención de escribir una historia de la literatura colonial española, de esta manera fue que supo de esta talentosa musa, que según su apreciación tiene un estilo dulce y sencillo comparable con don Antonio de Solís (escritor español de la escuela de Calderón, cronista de Indias). El género epistolar, de epístola (del griego epistolē), sinónimo de carta, misiva, se refiere a un texto cuya función principal es la comunicación entre el remitente, quien la escribe y la envía y el destinatario o receptor. El uso del término suele implicar un registro culto o un contexto literario. Dicho manuscrito se perdió, y de lo impreso solo quedan opacos recuerdos, hasta ahora.

     Apunta Gutiérrez (1869) que la mujer americana no fue del todo indiferente a la fama literaria. Ni tan tímida que no pudo cambiar la aguja por  la pluma. Aspirando los honores de la imprenta. América del Sur fue un destino donde la mujer encontró las condiciones, el clima y las costumbres propias para desarrollar todos sus encantos y seducciones, había escrito Juan María Gutiérrez hacia 1869. De esta estirpe, según este autor, es doña Antonia Monela y Santander, pues está dotada de grandioso ingenio. Debemos sentir congoja por la pérdida del manuscrito que contenía sus cartas. Que en mi opinión fue una desgracia para el acervo literario de América Hispana.

     Gerónima Velazco o Velasco, Jerónima. Según Medina (2021), Jerónima de Velasco de Ladrón de Guevara, era hija del Capitán Miguel Ortes Fernández de Velasco y de Doña María Magdalena de la Yuste. En el siglo XVII se comenzó en América una escuela literaria barroca o preciosista la permitió que escritores del Ecuador, enviaran sus creaciones al sacerdote Jacinto de Evia en Quito, quien las recopiló las envió a Madrid, para que el sacerdote Jesuita Félix Lope de Vega emitiera un juicio sobre los escritos de una poetisa perteneciente en lo político y religioso a la ciudad de Quito. Estuvo consciente de su  importancia social y cultural dentro de un medio colonial (1575-1640) en el que la mayoría de mujeres no sabían leer ni escribir y eran relegadas a labores domésticas. (Medina, ob. cit.).

     Gutiérrez (1869), dice que nació en Quito, Ecuador, lo que se sabe de ella es a través de la escritura nada menos que de Felix Lope de Vega y Carpio (Monstruo de la Naturaleza y Fénix de los ingenios), quien la compara con las grandes poetizas de la antigüedad. Es catalogada por el poeta español de divina por su elocuencia, gran cultura en ingenio. Recordemos, que en la antigüedad, en el mundo griego, Platón se refería a Safo de Lesbos, como “la décima Musa” y Alceo de Mitilene, como “divina Safo”, lo afirmado nos presenta una idea de la estatura poética de Velazco. A pesar de ello habita en el olvido. En Madrid tuvieron conocimiento de ella, como apunta Juan María Gutiérrez, gracias a la fama y elogio que le procuró Lope de Vega y Carpio. Dice en su poema Laurel de Apolo, dedicado a Gerónima Velasco,  estos bondadosos versos:

Parece que se opone á competencia

En Quito aquella Safo, aquella Erina,

Que si doña Gerónima divina

Se mereció llamar  por excelencia;

¿Qué ingénio, qué cultura, qué elocuencia

Podrá oponerse á perfecciones tales,

Que sustancias imitan celestiales?

Pues ya con manos bellas

Estampan el Velasco en las estrellas (Gallegos, Comp., 1879, p. 559).

      Sin embargo, investigaciones del historiador Ignacio Rodríguez Guerrero, citado Medina (2021) nos  dice:

Doña Jerónima se casó en Pasto con Luis ladrón de Guevara Zúñiga, quien desde 1593 hasta 1626 había desempeñado en esta ciudad cargos prominentes, como los de alguacil mayor y regidor. Don Luis, marido de Doña Jerónima, murió en Pasto en 1631, un año después de publicado el “Laurel de Apolo” de Lope de Vega. Del matrimonio de la poetisa con don Luis nacieron en Pasto varios hijos, Mauricio, Columba y María, etc. Que a su vez formaron sus hogares en esta ciudad (p. s / n).

     Medina (2021) refiere que gracias a un documento encontrado en el archivo histórico de la Fundación Melchor Inca de Salazar, se comprueba, que Doña Jerónima de Velasco vivió en Pasto, ciudad ubicada al oeste de Colombia y se casó ahí con Luis Ladrón de Guevara y Zúñiga. Este investigador recoge  completa la composición lírica de Félix Lope de Vega y Carpio, que presento a continuación:     

                                    Estrofa I

Parece que se opone a competencia,

De Quito aquella Safo, aquella Erina,

que si Doña Jerónima "divina"

se mereció llamar por excelencia,

¿Qué, ingenio, qué cultura, qué elocuencia

podrá oponerse a perfecciones tales

que sustancias imitan celestiales?

Pues ya sus manos bellas

estampan el Velasco en las estrellas.

Del otro polo, Pola de Argentaria,

y viene bien a erudición tan varia,

pues que don Luis Ladrón, su esposo,  es llano,

que mejor "de Lucano”

se pudiera llamar mejor "de Guevara",

y más con prenda tan perfecta y rara.

¡Dichoso quién hurtó tan linda joya

sin el peligro de perderse Troya!

Pero diósela el cielo, aunque recelo

que puede la virtud robar el cielo (Félix Lope de Vega y Carpio, citado por Medina, 2021, p. s / n).

     Su poesía fue reconocida y admirada en su tiempo, que le mereció el adjetivo, Divina,  por ser mujer de gran elocuencia. (Suarez Cabal, s. f.). Gerónima Velasco en su tiempo alcanzó fama en Madrid, señala Gutiérrez (1869). Sus poesías fueron recopiladas y publicadas en 1676 por el maestro Jacinto de Evia, vecino de Guayaquil, en Madrid en la imprenta de Nicolás de Xamares, quien era además mercader de libros, con el título de Ramilletes  de varias flores poéticas, y recogidas y cultivadas en los primeros abriles de sus años. Su obra ha sido considerada como una especie de gongorismo americano. Del Certamen que se hizo en Quito, presento esta  glosa a la muerte de la Reina Doña Isabel de Borbón:

                                         Llorad lágrimas vertidas,

Enjutos ojos serenos,

Que a fe, que os no cuesten menos

Lloradas, que detenidas.

                                         Si repetía el amor,

Filipo de vuestra esposa,

acción es también forzosa

que repitáis el dolor:

que acreditan en rigor

quejas otra vez sentidas,

y pues honran repetidas,

sentid penas expresadas,

expresad ansias lloradas,

Llorad lágrimas vertidas.

Lo que siente el corazón

fieles expresan los ojos,

si en cristalinos despojos

aquel muestra su pasión:

con que es cierta conclusión,

Filipo, que por lo menos,

Si del corazón los senos

anega al dolor, y el llanto,

no tengáis en tal quebranto

Enjutos ojos serenos.

Pero sin llorar flaquezas

Indica en la Majestad;

¿cómo a aquesta poquedad

Hoy se humilla vuestra Alteza?

Dirá alguno, que es fineza

de vuestro amor a lo menos

mas si a las lágrimas senos

ensancha vuestro dolor,

causaos fuerza superior,

Que a fe que no os cuesten menos.

Y pues Isabel  ya goza

aquel Celeste Dosel,

enjúguese el llanto fiel

en vuestra llama amorosa:

pero si aún la pena ansiosa

brota lágrimas sentidas,

no queden por reprimidas,

que es nube opuesta a su ardor,

y fecundarán mejor

Lloradas, que detenidas (p. s / n).

     Doña Manuela Carrillo de Andrade y Sotomayor. Meritoria poetisa, natural de Lima, Perú, muy aplaudida en los teatros de la época, de ella nos han llegado como señala Gutiérrez (1856) algunas composiciones realizadas con motivo de las ceremonias fúnebres a propósito del fallecimiento del rey de Portugal: don Juan V  hacia 1751 y de la reina doña María Amalia de Sajonia el 27 de junio 1761 (Reina Consorte de España). Estos sonetos encuadran dentro del romance heroico endecasílabo emparentado con la escritura del teatro antiguo español  (s. XII), que se caracteriza por la marcada presencia de narraciones descriptivas largas cargadas de brillantes y fantasías. Composiciones ingeniosas, cargada de hipérboles, metáforas y culteranismo no muy bien logrado.

     Lamas, López y Gutiérrez (1871), en la Revista del Río de la Plata. Periódico Mensual de Historia  y Literatura de América, t. II, en el texto Biblioteca de Escritores en Verso Nacidos en la América de habla española, antiguos y modernos, Primera Série (sic), p. 297, sobre esta poetisa religiosa expresan:

Limeña de mediados del siglo 18. Compuso varia comedias que se representaron con aplauso, y se imprimieron algunas otras producciones de la misma señora. En el libro que describe las exequias hechas en Lima por la muerte del Rey de Portugal, don Juan V, se encuentran versos de doña Manuela (p. 297).

     En el documente referido, en la página 25 de libro, contiene las exequias antes nombradas, donde se lee en el poema de la musa, lo siguiente:

Cisnes sonoros que pobláis acordes

 Del celebrado Rímac las orillas,

La cíthara de aljofar pulsad tristes

Convirtiendo en lamentos la harmonía…

     Dice Gutiérrez (1869) que Doña Manuela Carrillo de Andrade y Sotomayor las comedias que compuso gozaron de aplauso en los teatros públicos de Lima. Sus romances encierran una idea profundamente moral. Para solemnizar las exequias de Felipe IV en el 17 de septiembre año de 1650, escribió este romance:

Fúlgida niebla, sombra luminosa.

 Eclíptica á desmayos encendida.

Olimpo oscurecido de esplendores

Que adusto luces y horroroso brillas…

Por quien ascua funesta tanta lumbre

Es negra emulación del claro día?

Dí, por quien abrazado el sacrificio

Entre incendio tus luces arden tibias?

Por quien brillante lastima, esos rayos

Mústios te ilustran, densos te iluminan?

Y tu dolor en traje refulgente,

Oscuro expresas, lúgubre autorizas

Si nos dicen las lenguas de esas llamas

En cláusulas de luz y horror teñidas.

Que al portugués monarca eres asunto,

Tanto mal, tanta pena, no describas.

Suspende en ese transparente idioma

La pálida inscripción de sus cenizas,

Mientras del vasto tronco desenlazo

Destemplada al dolor la tosca lira.

Cisnes sonoros que pobláis acordes

Del celebrado Rímac las orillas,

La cítara de aljofar pulsad triste

Convirtiendo en lamento la harmonía.

Y tú suspende el paso caminante

Corre con el discurso la cortina

A esa caduca pompa, y reverente

Tu atención la registre no tu vista.

Esa eminente antorcha, cuyas  sombras

Resplandecientes de confusas giran

Es momento que blasona régio

Todo un sol que en su ocaso un orbe espira.

Ese mustio zafiro que á reflejos

El dolor labra de la mejor LUSA,

Las augustas memorias de JUAN QUINTO

En esa hoguera las ostenta activas… (p. 504-505).

     Sobre esta autora,  dice Ricardo Palma (1872), en Tradiciones Peruana [El latín de una limeña], lo siguiente:He traído a cuento esto de doña María Manuela Carrillo de Andrade y Sotomayor y demás compañeras mártires para hacer constar que hasta las mujeres dieron en la flor de latinizar, y que muchas traducían al dedillo las Metamorfosis y el Ars amandi (Arte de Amar), de Ovidio, con lo que está dicho que hubo hasta latín de alcoba” (p. s / n). Asimismo, Hampe (s. f.) sobre esta poetisa escribe: “Entre las laicas, evocamos a doña María Manuela Carrillo Andrade y Sotomayor (m. 1772), autora de comedias y poesía bucólica y laudatoria, mimada por la sociedad de su tiempo con el sobrenombre de ‘Limana musa’” (p. 151). En la obra de Medina (1904) al referirse a las impresiones de obras del año 1761 impresa en Lima, menciona la poetisa  Carrillo de Andrade y Sotomayor, en la p. 240. Señala Pagés (s. f.), que “en los años 50 del siglo XVIII Doña María Manuela Carrillo de Andrade y Sotomayor tuvo la dramaturgia limeña en sus manos” (p. s / n). Época en la cual, según esta autora, hacia 1771, el corral de comedias dio paso al Coliseo, nombre aplicado a los edificios construidos para el teatro, de mayores dotaciones, superficie y capacidad de aforo; en las que las compañías importantes se establecieron en él de manera permanente. Continúa la investigadora (ob. cit.), en la mitad del siglo XVIII, María Manuela Carrillo de Andrade y Sotomayor era quien conservaba el cetro de la dramaturgia limeña. De ella no se tienen muchos datos biográficos, por su testamento se sabe que nació en Lima y que era hija legítima de Lope Carrillo de Andrade y Teresa de Figueroa.

     Fue enterrada en el camposanto de la iglesia de la Merced en 1772. Su producción poética fue muy limitada, toda ella publicada en los libros que  salieron de las prensas limeñas de la época (Ibídem). En relación al año de su deceso, esta autora coincide con Hampe (s. f.).


LA POESÍA CRISTIANA AL SERVICIO DE LA LIBERTAD


     En la América del Norte, a diferencia de la América Hispana, predominó en el ámbito religioso lo que se conoce como la iglesia cristiana no ortodoxa. La colonización inglesa, fue mayoritaria y predominante en lo que va a ser más tarde EE.UU. Se sabe que la presencia hispano-francesa en estas tierras norteamericanas fueron menor comparativamente con la inglesa, la cual marcó una influencia significativa en los ámbitos científico-técnico influenciado por el empirismo, y el religioso por la Iglesia protestante de inclinación metodista a la que perteneció Phillis Wheatley. Esta Iglesia de carácter cristiano se inició a mediados del siglo XVIII inspirado en la vida y enseñanzas de John Wesley, acreditándose a su hermano Charles Wesley y a George Whitefield como líderes de significación en ese movimiento. De este último fue seguidora Phillis Wheatley, al que le dedicó un poema. John Wesley ejerció su ministerio ejerció en Pensilvania. Cabe señalar, que la Iglesia anglicana era la Iglesia oficial de Inglaterra, y Wesley nació, vivió y murió anglicano, lo que explica que  fuera  enterrado bajo este rito (Wikipedia,  2022).  Es de interés señalar que la Iglesia anglicana es un conjunto de iglesias dispersas por el mundo que responden  al liderazgo del Arzobispado de Canterbury, que la diferencia de la católica porque tiene sus raíces en Inglaterra y la Iglesia cristina en Roma. La anglicana nace del protestantismo, surge en 1534 con el Acta  Supremacía, que proclama al rey Enrique VIII su jefe supremo (CONAPRED, s. f.). La influencia de la Iglesia Congregacional, cristianismo protestante de visión calvinista, va a estar influenciada en la poesía de Phillis Wheatley considerada por la crítica como la primera escritora afroamericana en publicar un libro de poesía en los Estados Unidos. .

     Phillis Wheatley. Nació en Senegal, África Occidental en 1753, donde fue capturada a los 7 años de edad y traída a Estados Unidos por el puerto de Boston. Su nombre, Phillis, proviene del barco en el que fue transportada de su tierra natal a América y su apellido, Wheatley, se debe a John y Susanna Wheatley, familia de comerciantes de Boston que decidió comprarla para convertirla en su sirvienta y doncella personal. Su vida nunca estuvo ausente de lucha y sufrimiento. Esto no impidió que fuera la primera escritora afroamericana en publicar un libro en los EE. UU. Fue convertida al cristianismo por esta familia velando además por una buena educación fundamentada en la Biblia, los clásicos grecolatinos y algunas grandes obras de la literatura británica. Aprendió además astronomía y geografía e inglés. Se casó con el negro liberto de profesión verdulero  John Peters, y quien la abandonara, viéndose en la necesidad de realizar tareas domésticas como sirvienta.

     A los 14 años comenzó a escribir poesía, publicando su primer poema en 1767 titulado: A la Universidad de Cambridge, en Nueva Inglaterra. En 1770, se hizo visible al público con la publicación de Un poema elegíaco, sobre la muerte del célebre divino George Whitefield (ministro de la Iglesia de Inglaterra, dirigente destacado del movimiento metodista: rama del protestantismo). Desgraciadamente su notoriedad literaria generó en ella consecuencias negativas, pues los colonos de la zona donde residía no creían que una joven esclava pudiera ser la autora de tales escritos. Por tal razón en 1772, cercanos de sus 20 años, Wheatley tuvo que defender su capacidad literaria ante la Corte de Boston. Sus poemas fueron examinados por intelectuales, comerciantes, reverendos y el gobernador de Massachusetts, Thomas Hutchinson. Frente a la audiencia tuvo que recitar textos de Virgilio y Milton y algunos pasajes de la Biblia, y jurar que los poemas que había escrito no eran plagiados, el tribunal aceptó que era una gran poetiza. En diciembre de 1784, a los 31 años fallecía sumida en la pobreza, su poesía contribuyó a demostrar que era un ser humano capaz, talentoso e inteligente. Su trabajo literario estuvo influenciado por la lucha contra la desigualdad, la libertad y la justicia (Matas, 2000). George Washington  admiraba la poesía de Wheatley. Este poema se lo dedicó a Washington; Phillis Wheatley en el año 1775:


                                            Su Excelencia el General Washington

¡Coro celestial! entronizado en reinos de luz,

Escribo las escenas de gloriosos trabajos de Columbia.

Mientras que la libertad causa que sus ansiosos senos se alarmen,

Destella espantosamente en brazos refulgentes.

Ver la madre tierra lamentarse el destino de su descendencia,

¡Y las naciones contemplan escenas antes desconocidas!

Ver los rayos brillantes de la luz giratoria del cielo

¡Involucrado en los dolores y el velo de la noche!

 Viene la Diosa, se mueve divinamente bella,

Oliva y laurel ata sus cabellos dorados:

Dondequiera que brille este nativo de los cielos,

Se elevan innumerables encantos y gracias recientes.

 ¡Musa! Inclínate propicio mientras mi pluma relata

Cómo derramar sus ejércitos por mil puertas,

Como cuando el bello rostro de Eolo celestial se deforma,

Envuelto en tempestad y noche de tempestades;

El océano asombrado siente el alboroto salvaje,

Las oleadas de refluyentes golpean la orilla sonora;

O piensa como hojas en el reino dorado del otoño

Tales, y tantos, mueven la cola del guerrero.

En brillante despliegue buscan la obra de la guerra,

Donde se desplegaba alto la bandera ondeaba en el aire.

¿Debo ir a Washington a recitar sus alabanzas?

Ya los conoces bastante en los campos de batalla.

A ti, primero en paz y honores, te exigimos

La gracia y la gloria de tu banda marcial.

Fam'd por tu valor, por tus virtudes más,

¡Escucha cada lengua implorar a tu guardián!

 Un siglo escasa realizó su ronda destinada,

Cuando los poderes galos encontraron la furia de Columbia;

Y tú también, quien se atreva a la desgracia

¡La raza defendida por el cielo de la tierra de la libertad!

Fijados en la balanza los ojos de las naciones,

Porque en sus esperanzas prevalece el brazo de Columbia.

Anon Britannia deja caer la cabeza pensativa,

Mientras ronda aumentan las colinas de los muertos que se elevan.

¡Ah! ¡Cruel ceguera al estado de Columbia!

Lamenta tu sed de poder ilimitado demasiado tarde.

 Adelante, gran jefe, con la virtud de tu lado,

Tu acción ev'ry deja que la Diosa guíe.

Una corona, una mansión y un trono que brillan

¡Con el oro sin desvanecerse, WASHINGTON! Sea tuyo (p. s / n).

     Escribió además un poema referido de su traída de áfrica a América, donde dice:

                                           Sobre ser traído de África a América

Fue la misericordia que me trajo de mi tierra pagana

Enseñó a mi alma ignorante a entender

Que hay un Dios, que también hay un Salvador:

Una vez no busqué ni supe redención.

Algunos miran nuestra raza sable con ojos despectivos,

"Su color es un dado diabólico".

Recuerden, cristianos, negros, negros como Caín,

Puede ser refinado y unirse al tren angelical (p. s/ n).

      Reproduzco además,  de Phillis Wheatley este hermoso poema titulado:

                                   Reflexiones sobre las obras de la providencia:

Levántate, alma mía, con alas arrebatadas, levántate

Para alabar al monarca de la tierra y los cielos,

Cuya bondad y benificencia aparecen

Mientras alrededor de su centro se mueve el año rodante,

O cuando la mañana resplandezca con encantos rosados,

O el sol duerme en los brazos del océano:

De luz divina sea una rica porción prestada

Para guiar mi alma y favorecer mi intención.

Musa celestial, mi arduo vuelo sostiene

¡Y elevar mi mente a una tensión seráfica!

Adornado para siempre sea el Dios invisible,

Que alrededor del sol gira esta vasta máquina,

Aunque a sus ojos su masa aparece un punto:

Adoró al Dios que gira alrededor de las esferas,

Que ordenó por primera vez que reinara el poderoso Sol

El monarca incomparable del tren etéreo:

De millas dos veces cuarenta millones es su altura,

Y sin embargo, su resplandor deslumbra la vista mortal

Tan abajo, de él la tierra extendida

El vigor deriva y cada nacimiento fluye:

Vasto a través de su orbe se mueve con gracia fácil

Alrededor de su Phoebus en un espacio ilimitado;

Fiel a su curso, la tempestad impetuosa se burla,

Triunfante sobre los vientos y las mareas altas.

Todopoderoso, en estas maravillosas obras tuyas,

¡Qué poder, qué sabiduría y qué bondad brillan!

Y son tus maravillas, Señor, exploradas por los hombres,

¡Y sin embargo creando gloria sin adornos!

La creación sonríe en varias bellezas gay,

Mientras que el día a la noche y la noche sucede al día:

Esa Sabiduría, que acompaña los caminos de Jehová,

Brilla más conspicuamente en los rayos solares:

Sin ellos, desprovisto de calor y luz,

Este mundo sería el reinado de una noche sin fin:

En su exceso, ¿cómo se quejaría nuestra raza?

¡Aborreciendo la vida! ¡Cómo odiar su cadena larga!

¿Cuántos males surgirían del aire y del aire?

¿Qué espantoso contagio mancha los cielos ardientes?

Qué vapores pestilentes, cargados de muerte,

¿Se levantaría y se esparciría por las tierras de abajo?

Salve, mañana sonriente, que desde el oriente principal

¡Ascendente adorna la llanura celestial!

Tan ricos, tan variados son tus hermosos troqueles,

Que se esparcen por todo el circuito de los cielos,

Que, llena de ti, se eleva mi alma en éxtasis,

Y tu gran Dios, la causa de todos adora.

Sobre seres infinitos se extiende su amor,

Su Sabiduría los gobierna y su Poder los defiende.

Cuando las tareas diurnas cansan el cuerpo humano,

Los espíritus desfallecen y apagan la llama vital,

Entonces también brilla esa generosidad siempre activa,

Que no confina el infinito del espacio.

El velo de marta, que la noche en silencio se abre,

Oculta los efectos, pero muestra la Causa Todopoderosa,

La noche sella en el sueño la amplia feria de la creación,

Y todo es pacífico menos la frente de la preocupación.

De nuevo, alegre Phoebus, como el día anterior,

Despierta todos los ojos, pero lo que no despertará más;

De nuevo se renueva la faz de la naturaleza,

Que todavía parece armonioso, justo y bueno.

Que las cepas agradecidas saluden a la mañana sonriente,

¡Delante de sus rayos se adornan las colinas del este!

¿Conspirará día a día y noche a noche?

¿Para mostrar la bondad del Padre Todopoderoso?

Esta voz mental escuchará el hombre independientemente,

¿Y nunca, nunca levantes la oración filial?

Hoy, escucha, ni llores tu insensatez

Por el tiempo malgastado, eso nunca volverá.

Pero mira a los hijos de la vegetación levantarse,

Y extienden sus frondosos estandartes a los cielos.

Todo-sabio y omnipotente Providencia rastreamos

En árboles y plantas y toda la raza florida;

Tan claro como en el marco más noble del hombre,

Todas hermosas copias del plan del Hacedor.

El poder es el mismo que forma un rayo de luz,

Que llaman d creación desde la noche eterna.

“Hágase la luz”, dijo: desde su profundo

El Viejo Caos escuchó y tembló ante el sonido:

Rápido como la palabra, inspirado por el poder divino,

Contempla la luz alrededor de su Hacedor brillar,

El primer producto hermoso del Dios omnífico,

Y ahora a través de todas sus obras difundidas en el extranjero.

Como los poderes de la razón de día nuestro Dios revela,

Entonces podemos rastrearlo en el reposo de la noche:

Di ¿qué es dormir? ¡Y sueña qué extraño pasajero!

Cuando cesa la acción y las ideas varían

Licencioso e ilimitado sobre las llanuras,

Donde reina la reina de Fancy en un triunfo vertiginoso.

Escuche en suaves tensiones el suspiro del amante soñador

A una amable feria, o delirio de celos;

En el placer ahora, y ahora en la venganza inclinada,

Las pasiones de los labradores luchan por desahogarse.

¡Qué poder, oh hombre! tu razón entonces restaura,

¿Tanto tiempo suspendido en horas nocturnas?

¿Qué mano secreta devuelve el tren mental,

¿Y vuelve a mejorar tus poderes activos?

¡De ti, oh hombre, qué gratitud debe surgir!

Y, cuando desde un sueño reparador oprimes a tus ojos,

Sean tus primeros pensamientos alabanzas a los cielos.

Cuán misericordioso es nuestro Dios que así imparte

Corrientes mareas de alegría a los corazones humanos,

Cuando las necesidades y las aflicciones sean nuestra suerte,

¡Nuestro Dios olvidado, por nuestro Dios olvidado!

Entre los poderes mentales surgió una pregunta,

"¿Qué es lo que más muestra la imagen del Eterno?"

Cuando así razonar

Su gran compañero habló de Amor inmortal.

“Di, gran poder, hasta cuándo prevalecerá la contienda,

¿Y con sus murmullos cargan el vendaval susurrante?

“Dirige la causa al santuario de la Recolección,

”Quien proclama en voz alta mi origen divino,

“La causa de donde comenzaron a ser el cielo y la tierra,

¿Y no es el hombre inmortalizado por mí?

"La razón deja que esta lucha sin causa se calme".

Así se pronunció el Amor y así respondió la Razón.

¡Tu nacimiento, reina celestial! es mío para poseerlo,

“En ti resplandece la Divinidad mostrada;

“Tus palabras persuaden, mi alma embelesada se siente

"Belleza invencible que revela tu sonrisa".

Ella habló ardientemente y, enardecida por sus encantos,

Ella abrazó a la diosa floreciente.

Amor infinito donde volvamos nuestros ojos

Aparece: todas las criaturas quieren suministros;

Esto más se escucha en la voz constante de la naturaleza,

Esto alegra la mañana y esta la víspera;

Esto hace que desciendan las lluvias fost'ring y el rocío

Para nutrir a todos, para servir a un fin general,

El bien del hombre: pero el ingrato paga

Pero poco homenaje y pocos elogios.

A él, cuyas obras llenas de misericordia brillan,

¡Qué cánticos deben levantarse, qué constantes, qué divinos!

     Este fue su gran legado, demostrar que el talento y la inteligencia humana  no tienen color. Y que en cualquier lugar de la Tierra donde nos encontremos, está en nuestra voluntad humana hacer el bien. Sus poemas abarcaron temas que para la ortodoxia católica tienen que ver con el paganismo, y otros tantos con la problemática del ser humano y referido a la guerra de Independencia de los Estados, como el poema dedicado a Washington y a la discriminación racial en los Estados Unidos.


PALABRAS FINALES

     En América Hispana la palabra areito quedó asociada al nombre Anacaona, por ser una de nuestras grandes poetisas destacada en estas composiciones. Lo que demuestra además que existía poesía desde tiempos inmemoriales en tierras precolombinas. En la época del colonialismo español en lo que hoy conocemos como América Latina, brillaron excelentes poetisas de una marcada tendencia de la fe católica, quienes llevaron una vida de convento, lo que les  permitió, debido al tiempo disponible y de llevar un tipo de vida muy distinto al común de las mujeres dedicarse a la actividad religiosa, y de ver este tipo de escritura poética como un acto de fe y de un servicio a Dios. Hubo casos, de mujeres laicas, de rancia estirpe, por usar el protocolo de “doña” como expresión de respeto, cortesía, distinción social, o sencillamente por ser muy inteligente, que pudieron dedicarse a las letras, desgraciadamente, esto no fue la regla, sino la excepción. Las tratadas aquí son de origen español, excepto Anacaona y  Phillis Wheatley; la primera, unas de nuestras grandes poetisas indígena, y la segunda de origen africano traída a los Estados Unidos a la edad de 7 años. Estas tierras de colonización inglesa, a diferencia de la hispánica, va estar orientada en cuanto al tema religioso, por la Iglesia Protestante, la cual propone, de acuerdo con Lutero y Calvino regreso a la Biblia como único camino verdadero hacia Jesús. Estos elementos de una y otra inclinación religiosa referida al cristianismo van a definir el discurso poético de esta valiente mujer excepcional. Las poetisas aquí tratadas, estuvieron fuera de los convencionalismos de la sociedad de su tiempo.


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MUESTRA VISUAL


 


 








  









José Rafael “Cheo”  Pérez Varela

Simón Bolívar y Manuela Sáenz (2017)

Pintura al frío/ cartón

54x35 cm

Colección Manuel Bas, Caracas, D. C., Venezuela

 

10 POETIZAS DE AMÉRICA COLONIAL

EDICIÓN: Dr. Manuel Bas.

POSTER ONLINE: Eduardo Palmera