martes, 28 de julio de 2015

LA CIENCIA DE LABORATORIO DE REGRESO A LA DE LA VIDA COTIDIANA






                            REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
              UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
                              INSTITUTO PEDAGÓGICO DE CARACAS
                VICERRECTORADO DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO
     DOCTORADO EN CULTURA Y ARTE PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE


CURSO: Teoría del Conocimiento
PROFESORA: Dra. Aura Orta
PARTICIPANTE: Manuel Bas
Caracas, 30 de junio de 2015


     “… una mente filosófica, por amplios que sea sus intereses e investigaciones, logra en definitiva  una sola percepción fundamental de la realidad, una sola iluminación decisiva sobre la cual gira todo lo demás, y que es la parte de verdad que se atribuye al filósofo”, (Maurice Natanson, p. 15)

     “… sólo con el diálogo y con el intercambio con los otros espectadores—especialmente con aquellos ubicados en posiciones contrarias— podemos lograr enriquecer y complementar nuestra percepción de la realidad. No sería, en consecuencia, apropiado hablar de ‘tolerancia’  hacia las ideas de los demás. Debemos más bien, implorarles que nos ofrezcan sus puntos de vistas para enriquecer el nuestro”, (Miguel Martínez, s. f. Base Epistemológica de una Sociología Postmoderna. [Principio de complementariedad], p. s/n.).

     “El mundo de la vida cotidiana en el cual nacemos es, desde el primer momento, un mundo intersubjetivo”, (Alfred Schutz, 1962/2003, p.19)


    LA CIENCIA DE LABORATORIO DE REGRESO A LA DE LA VIDA COTIDIANA
                           (EN REFERENCIA A LA INVESTIGACIÓN CULTURAL)


     La Grecia clásica dejó para la posteridad sus legados más preciados: la ciencia y la filosofía, que tienen marcada influencia hoy. No es que los otros pueblos del mundo antiguo no hayan dejado su huella en estos aspectos, naturalmente lo hicieron, pero fue la civilización griega la que aportó la sistematización del pensamiento como herencia cultural que ha marcado el camino por donde se ha encauzado el conocimiento desde aquel tiempo de esplendor, por siglos, que se ha mantenido hasta la actualidad. Proclo (410-485, d. C.) en García Bacca (Comp.) (1961), filósofo neoplatónico, conocido en la historia de la filosofía como “El Sucesor” por haber sucedido a Plotino en la dirección de la Escuela Neoplatónica que éste había fundado en Roma hacia el 244 de nuestra era, y Diógenes Laercio, (tr.1985) le atribuyen a Tales de Mileto (624-547 a. C.) haber traído de Egipto las matemáticas e iniciado la filosofía griega. Desde estos tiempos, para expresar el saber se desarrollaron dos lenguajes: el de los números y el de las palabras (cuantitativo y cualitativo); que son, por esencia, las dos maneras, desde aquellos momentos hasta el presente, que el hombre creó para referirse a las cosas del mundo.

      Pero es entre los siglos XVI y XVII que Bacon (1561-1626) con la publicación de su obra Novum Organon Scientiarum en 1620 (Nuevo Instrumento de la Ciencia, trad. del investigador) cuando se hace de la experiencia el fundamento de lo que va a ser en adelante la ciencia y filosofía moderna; y con Descartes (1595-1650) con la aparición de una de las obras más influyentes del pensamiento occidental: Discours de la Méthode (Discurso del Método) en 1637 cuando la investigación científica pone un exacerbado énfasis en la razón humana descubierta por lo griegos siglos antes. La “Diosa Razón” va a ser la madre de la época moderna y el instrumento fundamental de la ciencia vista desde la dicotomía sujeto-objeto. Este proceso de consolidación de la ciencia moderna se va a completar con Augusto Comte (1798-1857) con la obra: Cours de Philosophie Positiva (Curso de Filosofía Positiva) publicada entre1830-42. Sus postulados van a sentar las bases de la sociología, conocida también como física social. El nombre de esta nueva ciencia, deja entredicho que se ocupa del estudio de la sociedad, pero con procedimientos ajenos a ésta, traída a la “fuerza” de las ciencias naturales.

     El propósito de esta nueva ciencia en líneas generales es investigar de manera científica las leyes que rigen la sociedad, y con el ambicioso propósito de procurar el progreso de la humanidad cuya tesis central es: saber para prever, prever para prevenir. La aporía de este postulado  a nuestra manera de entender es que todo no se puede saber, por lo tanto, hay cosas que no se pueden prever; y lo que no se puede prever no se puede predecir. No olvidemos que toda creación humana esta edificada sobre un mundo cambiante, que nos trae tarde o temprano incertidumbres. Esto no se dice de manera demagógica, nuestra actualidad es el mejor ejemplo, para constatar esta afirmación.

     Sobre la Época Moderna por razones de espacio, se puntualizarán algunos aspectos básicos para ponerla en contexto en relación a la ciencia y el conocimiento con lo que aquí nos ocupa, la investigación cultural y los paradigmas emergentes. La ciencia moderna con su infinita fe en la razón— con ello no se niegan los aportes fundamentales a la vida humana—  construyó un edificio sobre arenas movedizas, al creer que la razón humana lo puede todo, olvidando la finitud humana, no obstante, creó la dicotomía radical sujeto-objeto dejando de lado un aspecto fundamental en el devenir de las sociedades: su historicidad, es decir, el historicismo del hombre en relación a aspectos importantes, como el Estado, el derecho, la moral, la religión, el arte, entre otros, que nos hacen  ser comprensibles como parte integrante de procesos históricos.

     Estas circunstancias conllevó a lo que Ibáñez, (2001) denominó los “cuatro mitos de la modernidad” en el campo de la ciencia, simbolizados por este autor tales como: el conocimiento es la representación del mundo; el objeto como elemento constitutivo del mundo; la realidad es independiente del sujeto y la verdad como criterio universal válido e irrefutable, que es no obstante, según este autor, (2002): “La verdad de una proposición no queda establecida por su correspondencia con la realidad porque la realidad depende de convenciones que utilizamos para definirla”, (p. 54). Es en definitiva el legado cartesiano que diferenciaba dos mundos: interior y exterior, la dicotomía sujeto-objeto. Este es el legado, de lo que va a  concretar más tarde, a partir de los postulados cartesianos,  el positivismo comteano hipotético-deductivo.

     Al respecto, Guba, (1991) refiere el “sistema de creencias básicas” del positivismo de esta manera: ontología que propugna que la realidad existe fuera del sujeto; epistemología dualista/objetivista (objeto-sujeto) y metodología experimental manipulativa. Taylor y Bogdan, (1994) consideran que en el positivismo: “Los positivistas buscan en los hechos o causas de los fenómenos sociales con independencia de los estados subjetivos involucrados”, (p.15). Es precisamente en este punto donde radica el problema, se deja de lado la subjetividad del que conoce, tema que va a ser el planteamiento central de la postmodernidad, que retoma de Husserl como veremos más adelante. En este particular Gadamer, (1998) en este mismo planteamiento crítico de la modernidad, de Ibáñez, Taylor y Bogdan; Guba expresa esta postura crítica:

Por su esencia, el mundo de la vida equivale a una pluralidad de horizontes, y con ello, a un conjunto altamente diferenciado en el que sin dudas encuentra también su lugar la pretensión de validez, lo cual, sin embargo, está desprovista ya de su monopolio, (p.150).

      Sobre este particular, Valles, (1999) refiere que las obras de Descartes particularmente las orientadas hacia las matemáticas y la objetividad en la búsqueda de la verdad se consideran pilares fundamentales de la investigación cuantitativa, empleada en algunos casos de manera acrítica, sin ningún cuestionamiento, de manera dogmática. Por otra parte, sin ánimo de ir en defensa de Descartes recordemos que todos los pensadores son hijos de su tiempo. Hughes, (1980/1987) citado por Valles, (ob. cit.) en relación a esta idea dice que Descartes y Locke fueron grandes hombres de ciencia; pero fueron hombres de su tiempo histórico y examinaron los principios del conocimiento humano a las luz de las ideas que entonces prevalecían sobre el orden de la naturaleza y el orden que ocupaba éste. los hombres de ciencias de los siglos venideros no deben repetir los postulados sin someterlos a aquello que Aristóteles denominó demostración, sin embargo, el estagirita, no escapó de los errores de la ciencia, con la teoría de la caída de los cuerpos. Por ello hay que tener cuidado en juzgar el pasado, sólo con las consideraciones y juicios del presente, porque generalmente se llega a estudiar los problemas fuera del contexto, por lo tanto carecen de validez.

     Quizá el principal y primer crítico de Descartes fue Kant (1724-1804), sobre todo en lo que los historiadores de la filosofía denominan el “periodo crítico” que constituyen tres obras fundamentales: Crítica a la Razón Pura (1781), Crítica a la Razón Práctica (1788) y Crítica al Juicio (1790) con que de algún modo rompe con el objetivismo cartesiano, proponiendo un modelo de racionalidad  donde adquiera relevancia la interpretación  y la comprensión que trascienda a la manera de indagar empirista, dando paso a epistemologías atentas más bien a los procesos cognitivos cuyos enfoques son de carácter subjetivista, relativista e idealista. Las dos primeras posturas se remontan a Protágoras (circa 485-411 a. C.); la última a Platón (427-347 a. C.), ambos filósofos de la Grecia clásica.

     La filosofía kantiana, sobre todo la de este período, va a sentar las bases, en algún modo, de la fenomenología de Husserl. Gadamer, (1998) dice al respecto, que Husserl rompe el marco de estudio al que habría reducido el concepto de experiencia, a que se limitaba las ciencias (empirismo), y hace del modo de vida, la experiencia vivida, el tema universal de su reflexión filosófica. Este tránsito de la experiencia objetiva a la subjetiva se conoce como el “giro hermenéutico”, que se va a extender  a la totalidad de las ciencias dominadas por el ideal metodológico, que no obstante, descubre la otra cara de la cultura científica, la cultura de las humanidades, denominadas “ciencias del espíritu”. Este es el gran hallazgo de Husserl, el cual denominará “fenomenología del mundo de la vida”. Es por ello que la fenomenología adopta frente a toda construcción de conocimiento un punto de vista crítico. Por lo tanto la hermenéutica no es un método determinado que pudiera caracterizar a un grupo de disciplinas científicas frente a las Ciencias Naturales, la hermenéutica se refiere más bien a todo ámbito de comunicación intrahumana, que da paso a un cambio de orientación del conocimiento apriorístico de la ciencia hacia los fenómenos del “mundo de la vida”, es decir, dirigirse hacia las cosas mismas. Un planteamiento ya esbozado por Platón, (tr.1871) en la obra “Cratilo o De la Propiedad de los Nombres” (460 a. C.) en la que señala: “Lo importante es reconocer que no es en los nombres, sino en las cosas mismas, donde es preciso buscar y estudiar las cosas”, (p.470).

      En relación a Husserl, es oportuno señalar lo planteado por Pérez Serrano, (1998) en relación a la fenomenología sintetizada de esta manera: le otorga primacía a la experiencia subjetiva inmediata como pilar del conocimiento; estudia los fenómenos desde la perspectiva de los sujetos; muestra interés por conocer cómo las personas interpretan el mundo social que construyen en interacción. Al argumento de esta autora, en este punto, cabe agregarle lo planteado por el mismo Husserl, (1982) el conocimiento, en todas sus formas, es una vida psíquica; es conocimiento del sujeto que conoce, solo conocimiento humano incapaz de alcanzar la naturaleza de las cosas mismas, de la cosa en sí, como ya lo había argumentado Kant en el período crítico de su filosofía, donde plantea una teoría trascendental del conocimiento— un puente entre el yo y las cosas— donde las ideas de las cosas aparecen en el sujeto como fenómenos, que es lo que el sujeto puede conocer; pero la cosa en sí (noúmenos) no espaciales ni temporales, no son accesibles al hombre, no pueden ser conocidas (escepticismo crítico). Referente a Husserl, hay una frase suya que ilustra en adelante el derrotero de la ciencia en la postmodernidad: “Más lo trascendente, por principio, no es experimentable”, (p. 114).

      Referiré ahora como complemento a lo que se ha señalado de Husserl en relación al mundo de la vida (Lebenswelt) que se refiere a la experiencia vivida que incluye el mundo de los individuos y las verdades individuales, Gadamer, (ob. cit.) propone comprender el concepto de subjetividad para poder comprender el de intersubjetividad  y de sujeto y del papel que desempeña en la filosofía fenomenológica, que es un proceso dialéctico que tiene que convertirse una y otra vez en diálogo y el pensamiento tiene que mostrar su validez a través del acto conjunto de la conversación. Husserl  tiene el mérito también de haber rehabilitado la ontología al dividirla en dos categorías: universal y particular.

      Ahora bien, la preocupación en torno a la modernidad no lo es sólo en dirección a la problemática del conocimiento científico, sino también, a los engendrados en él por la falta de preocupación y por haber dejado de lado, por no ser considerados como temas  que la ciencia debe abordar. En consecuencia la modernidad ha sido etiquetada de manera crítica por adjetivaciones de raíz metonímica o metafórica para significar, sobre todo, a lo largo del siglo XX, un período de grandes incertidumbres y contradicciones, de violencias, de la ciencia al servicio de los intereses más mezquinos, creando armas de destrucción masiva, destrucción del ecosistema, contaminación de las más diversas naturaleza, que ha propiciado el terreno fértil, para que los autores de las más variadas disciplinas denominen la modernidad de diversas maneras, tales como: Desierto de lo Real (Zizek); Modernidad Líquida (Bauman); Capitalismo Tardío (Fredric Jamenson), El Modelo Frankenstein (Rosa María Rodríguez), no sin una feroz crítica.

      En lo esencial, como una reacción a los problemas de la modernidad en los órdenes político, social, cultural, moral, jurídico, económico que heredamos de esta época de crisis, en el contexto de las artes y luego pasa al campo de la filosofía aparece la postmodernidad, término empleado por Jean Lyotard en su obra “La Condición Postmoderna” (1979) que tiene su razón de ser en la libertad, en la reivindicación individual y local frente a lo universal,  salirle al paso a la  homogeneización  cultural  con su pretensión de eliminar toda diversidad y pluralidad cultural. Los planteamientos de la postmodernidad se sustentan en la filosofía de Nietzsche y Heidegger. Lyotard citado por Vásquez, (2011) define esta época con pocas frases: “…es la edad de la cultura”, (p.3). Época que Rosa María Rodríguez, (2014) ha denominado transmodernidad, término que aparece con la publicación de su libro: “La Sonrisa de Saturno Hacia una Teoría Transmoderna (1989) que esta autora describe como un tiempo de incertidumbre, nacida de la crisis histórica y de la descomposición de la estructura cultural, política, moral, económica y espiritual de la postmodernidad que trajo como consecuencia lo que se ha denominado simbólicamente el “Engendro 11 de Septiembre”. En este mismo contexto aparece la tardomodernidad dentro de la arquitectura, que se va a encausar por dos caminos claramente definidos: “El High Tech de Joan Kron y Suzane Slesin con la publicación de su trabajo: “The Industrial Style and Source Book for House”, (El Estilo Industrial y las Fuentes Bibliográficas para el Hogar, 1978) y el deconstruccionismo del posestructuralista Jacques Derrida basado en un lenguaje metonímico inspirado en Heidegger.

     Todo este conjunto de situaciones referidas en los dos párrafos anteriores, referente a la modernidad, engendró en el seno de ella lo que Rodríguez, (2014) denominó: el “Modelo Frankenstein”, que ha suscitado en la ciencia, reorientar sus búsquedas en otro paradigma de investigación: cualitativo. El hombre de ciencia que estaba cara a cara frente al tubo de ensayo, pasó a estar cara a cara entre sujetos en franco diálogo intersubjetivo; la ciencia salió del encierro del laboratorio, al mundo de la vida cotidiana donde había nacido. El paradigma cualitativo surge como una alternativa al racionalista-cuantitativo-hipotético-deductivo; Y busca según Martínez, (1999) una orientación lógica, dialéctica, sistémica, interdisciplinaria, construccionista, ecológica y humanista, que haga justicia social y a la vida cotidiana y que al mismo tiempo sea rigurosa en términos de sistematicidad y criticidad. Una teoría, según Pérez Serrano, (1998) reflexiva en y desde la praxis; hermenéutica e interpretativa (individual), que describa el hecho de manera intersubjetiva e interpretativa y que le dé relevancia a los hechos. En este paradigma se inscriben el socio construccionismo, o construccionismo social o sencillamente construccionismo y la teoría crítica, como respuestas a los problemas heredados de la modernidad y agravados en la postmodernidad.

      El construccionismo, según Wiesenfeld, (2001) es una postura que niega la objetividad lingüística y epistémica de las teorías psicológicas y rechaza que la realidad existe independiente del sujeto. Esta autora citando a Lincoln y Guba, (1985) “conciben la realidad como una construcción mental inseparable  de entidades tangibles: personas, eventos; pero advierte que los significados que le dan sentido y organización a tales necesidades construidas en interacción social”, (p. 122). Este enfoque, a diferencia del positivismo, entiende la realidad social como una construcción social. Para Lincoln, (1990) citado por Wiesenfeld, (ob. cit.); Guba, (1991) se fundamenta en tres aspectos esenciales que la orientan: ontología relativista, epistemología subjetivista y metodología hermenéutica-dialéctica; por ello el conocimiento es una construcción humana, el cual aspira a que se produzcan nuevas construcciones más informadas y sofisticadas que las anteriores.

     Además de lo señalado, cabe destacar lo planteado por Gergen, (2007), quien arranca con una fuerte crítica a la psicología moderna racionalista e individual, que deja de lado los problemas sociales o colectivos, en consecuencia propone una psicología que aborde los problemas de la sociedad, que pueda responder a los conflictos de la sociedad de la globalización. Es oportuno señalar aquí que el paradigma emergente socio construccionista permite la construcción del conocimiento desde las prácticas socio-culturales a diferencia de la psicología cognitiva (racionalista-objetivista) y a la psicología conductual (empírico-lógico), ya agotadas, por su pretensión de verdad inmutable que pone énfasis en los procesos mentales individuales, tiene su contrapartida en una psicología de fundamento constructiva que privilegia los procesos sociales, y es así que se convierte la producción de conocimiento, en construcciones históricamente contingentes en la cultura. Esta corriente aborda los problemas desde la perspectiva del “discurso de las experiencias”.

     Sobre este particular Sandoval, (2010) admite un aspecto importante del construccionismo que es válido para otras corrientes subjetivistas en el sentido de la pluralidad de usos extensivos en los diversos campos de la Filosofía y de las Ciencias Sociales, por tal razón Ibañez, citado por este autor, al referirse a este paradigma lo considera una verdadera “galaxia constructiva”, que por lo heterogéneo, es difícil de inscribirla en una disciplina homogénea, como en el sentido clásico, es decir, una proposición congruente, es más bien un conjunto de perspectivas, que no son siempre coherentes, contrastables, no son un enfoque uniforme conceptualmente. Para Gergen, (1991/1994/1999) citado por Ferrari, (2015) el construccionismo cuestiona los fundamentos de la psicología moderna, esencialmente, al individualismo ontológico en que se sustenta. Es de alguna manera una nueva psicología social que desconstruye a la psicología moderna. En tres principios esenciales: rechaza el énfasis en la mente individual; la idea de un mundo cognoscible de manera objetiva y la idea del lenguaje como portador de la verdad. De allí que Gergen propone salir de la razón individual y entrar en  la colectiva, ir del mundo objetivo al subjetivo y superar la idea de que el lenguaje es representación de la realidad.

      Pasaré ahora a examinar la teoría crítica. Los antecedentes de esta teoría están en Marx, Hegel, Kant, Weber (Escuela de Frankfurt). Esta teoría enfatiza su carácter ideológico de la realidad. Su objetivo principal es despertar la conciencia de los oprimidos para cambiar su destino para mejor. Este enfoque se sustenta en tres categorías esenciales, según Guba, (1991), Wiesenfeld, (2001) ontología realista crítica; epistemología subjetivista y metodología dialógica transformadora. Ideológicamente está orientada hacia las corrientes neo-marxismo, materialismo, investigación participación, entre otras.

      Se puede establecer ciertas relaciones entre el construccionismo y la teoría crítica, ambas comparten los mismos criterios epistemológicos, reivindican la dimensión subjetivista, considerando la teoría como producto de la investigación y no como algo que le precede, los investigados y el investigador son coparticipes  en la investigación, persiguiendo cambios en las construcciones a partir de acciones. Estas posturas difieren sólo en la parte ontológica. (Weisenfeld, 2001).

      Para Carr y Kemmis, (1998) esta teoría reconsidera la relación entre teoría y la práctica, cuyo propósito es alimentar el razonamiento instrumental y proponer los métodos y los principios para resolver problemas sociales. Para Habermas, citado por Carr y Kemmis, (ob. cit.) se sostiene que la actividad humana está motivada por necesidades e intereses impulsados por un proceso transformador y emancipatorio orientado hacia la libertad y la autonomía racional.  Husserl citado por, García, (2000):

        hace evidente la crisis de la razón absoluta y universal, de modo que es necesario replantear de aquí en adelante la actividad filosófica con una responsabilidad social como respuesta a los problemas del mundo, que ya no se resuelven desde una razón objetiva, sino que se solucionan en el encuentro de múltiples puntos de vista, (p. s/n.).

     En relación a los aspectos ontológicos, epistemológicos y metodológicos de hacer ciencia hoy, planteado en los paradigmas emergentes en la investigación cualitativa, Schütz, (1974) propone una manera de hacerla en el mundo cotidiano, la realidad social para comprenderla, el hombre de ciencia deber acercarse a ella (cotidianidad) en la cual nacemos, no en el laboratorio, por lo que para este autor, el hombre desde el primer momento está vinculado a un mundo intersubjetivo, que es la clave según este autor para comprender la realidad social, que él simplifica en tres cuestiones básicas: la experiencia del conocimiento del sentido común de los asuntos humanos, el problema epistemológico y un método específico de hacer ciencia. Para Schütz el ser humano interpreta su mundo desde el primer momento dotado de sentido, “… interpreta una situación  dada en función de su subjetividad y corresponde, a elementos de su situación biográfica”, (pp. 23-24).

     Schütz considera el espacio natural de la ciencia la socialización del conocimiento que él resume en tres aspectos centrales: por ser de origen social; es específico en cuanto a perspectivas y debe ser distribuido socialmente. A este respecto Maffesoli, (1993) fundamenta el conocimiento en la sabiduría popular, en el conocimiento ordinario, en la trivialidad de la conversación de café en ese habla que parece no decir nada ¿A caso no era esto lo que hacía Sócrates en el ágora griega? Por ello he planteado que la ciencia está de vuelta del laboratorio a la vida cotidiana. Por ello Morin, (2001) ha expresado que no se debe conocer excluyendo la sociedad, excluyendo lo humano, lo social, la vida, porque se entra en el terreno del reduccionismo y de la sobre simplificación de la ciencia en una sola fórmula lógica, ni en lo que señala Boaventura de Sousa Santos, (2009) en calibrar la ciencia por el rigor de sus mediciones, lo que no es cuantificable no es válido, es irrelevante.

     Propone Maffesoli, citado por Martínez, (s. f.) una sociología comprensiva de la vida  cotidiana que no busque  crear una teoría  que enuncie lo que debe ser, sino que entienda y enuncie verdades relativas y de la ambigüedad  fundamental de todo hecho humano, sin dejar de lado la sabiduría popular, donde según Martínez, (2006) la individualidad pueda alcanzar también  cierta “universalidad” (temporal y espacial). Al respecto Moscovici, (1983) citado por Martínez, (ob. cit.) expresa  la manera de hacer ciencia con estas palabras: “… el sentido común es la ciencia hecha común”, (p. s/n.).

     Los elementos epistemológicos, ontológicos y metodológicos del enfoque cualitativo y particularmente los de los paradigmas: teoría crítica y socio construccionista y en general los otros considerados emergentes, son los apropiados para la investigación cultural, por ser la cultura un fenómeno de carácter polisémico, y de naturaleza variada en cuanto a características geográficas, históricas, sociales, económicas, ambientales, entre otras. El estudio del fenómeno cultural es complejo, como lo es también como creación humana, por lo que no existe una regla general para su estudio ni habrá investigaciones definitivas sobre el tema cultural, mucho menos una definición de cultura complaciente con grupos particulares o que pueda conciliar una definición única y de validez universal.

     El ser humano mismo es de naturaleza compleja, ya el hombre del mundo antiguo, en Egipto, con la Esfinge de Guiza, se  simbolizó  como un monstruo híbrido (hombre-animal), enigmático difícil de descifrar. El hombre cuando comenzó a crear cultura, lo hizo quizá con el fin de develar su misterio —qué soy—, no obstante, lo que se hizo fue más bien poner un velo y ocultar más su esencia, a lo qué somos, por ello cobra sentido la investigación cultural, para tratar de explicar, en definitiva qué es el hombre.

     El hombre de ciencia debe dejar la puerta abierta del laboratorio para que la ciencia salga a su espacio natural: el mundo de la vida cotidiana, donde están las experiencias, los saberes, modelos de pensamiento e información que necesita y que han sido transmitidos de generación en generación por la tradición, educación y los medios de comunicación. No olvidemos lo planteado por Bertrand Russell, (1975): “…el conocimiento general y particular ordinario tienen el mismo derecho a nuestra imparcial atención, ambos son reales”, (p. 89). Y entendamos que no todo puede ser cuantificable, se puede cuantificar quizá, cuántas obras pintó Pablo Picasso; lo que sí es imposible, es  medir el valor estético de sus obras.



MUESTRA VISUAL

Benito Chapellin (1995). Reflejo de Nuestro Tiempo (Autorretrato). 
Técnica Mixta: Acrílico y Carbón/Tela. 
Colección y Fotografía: Víctor A. Hernández. Los Teques, estado Miranda.


Benito Chapellin (1988). Propiedad sin Dueño
Técnica: Acrílico/Tela. 
Colección y Fotografía: Víctor A. Hernández. Los Teques, estado Miranda.



   
    
                
     Referencias

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TEXTOS: M. Sc. Manuel Bas
CORRECIÓN DE TEXTO: Esp. Víctor A. Hernández
FOTOGRAFÍA: Víctor A. Hernández y Manuel Bas
DISEÑO Y EDICIÓN ELECTRÓNICA: Esp. Víctor A. Hernández