domingo, 7 de junio de 2015

El Conocimiento sobre Arena Movediza




REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO PEDAGÓGICO DE CARACAS
VICERRECTORADO DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO
DOCTORADO EN CULTURA Y ARTE PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

CURSO: Teoría del Conocimiento
PROFESORA: Dra. Aura Orta
PARTICIPANTE: Manuel Bas
Caracas, 12 de mayo de 2015

      “…el Sol, no solo es nuevo cada día, sino que es siempre nuevo continuamente”. (Heráclito. Sobre la Naturaleza, Aforismo 6, p. 40)

     “Ah, he estudiado ya la Filosofía, Jurisprudencia, Medicina y también, por desgracia, Teología, todo ello en profundidad extrema y con enconado esfuerzo. Y aquí me veo, pobre loco, sin saber más que al principio. Tengo los títulos de Licenciado y de Doctor y hará diez años que arrastro mis discípulos de arriba abajo, en dirección recta o curva, y veo que no sabemos nada. Esto consume mi corazón. Claro está que soy más sabio que todos esos necios doctores, licenciados, escribanos y frailes; no me atormentan ni los escrúpulos  ni las dudas, ni temo al infierno ni al demonio… Pero me he visto privado de toda alegría; no creo saber nada con sentido ni me jacto de poder enseñar algo que mejore la vida de los hombres y cambie su rumbo… Por eso me he entregado a la magia: para ver si por la fuerza y la palabra del espíritu me sean revelados ciertos misterios para no tener que decir con agrio sudor lo que no sé…” (Johann Wolfgang Von Goethe, 1749-1832. Fausto. La Tragedia. Primera Parte. De Noche, 1808)


EL CONOCIMIENTO SOBRE ARENA MOVEDIZA

     El propósito de este trabajo es caracterizar los atributos y peculiaridades del conocimiento generado en la sociedad actual, revisar y analizar los contextos material, abstracto o simbólico, el conjunto de circunstancias, hechos, eventos; los  escenarios, social y natural donde se genera [ontológico]. El paradigma de donde se enuncia, la teoría del conocimiento que lo justifica, las circunstancias histórica, psicológica, sociológica, que guardan relación con su obtención  y  los criterios de validez, objetividad-subjetividad, tan polémica en nuestros días, los procedimientos empleados en la investigación científica hoy, es decir, sus fundamentos [epistemológico]. Sobre este particular, para puntualizar el alcance que me propongo, ha expresado Márquez Pérez, (2008): “La dimensión epistemológica se refiere a las relaciones que el investigador establece para producir conocimiento. La diversidad de estas relaciones en las ciencias sociales se explican a partir de las concepciones ontológicas asumidas para cada paradigma”, (pp.392-393). Este autor, (ibídem.) citando a Wiesenfeld, (2001) expresa: “La elección de un paradigma implica una toma de decisiones en la que se conjugan valores, ideología, sentimientos, formación académica,…experiencia profesional e investigativa…”. Obviamente hoy la ciencia dispone de cuantiosos recursos; pero la problemática social de nuestra sociedad actual es agobiante, pareciera que  no  tiene respuestas a muchos de ellos. Sin embargo, los imposibles en el presente, quizás no lo sea en el futuro.

     El ser humano se  ha planteado  lo largo de la historia grandes retos, en los momentos más difíciles y en las circunstancias más adversas. Para ilustrar este asunto, voy a tomar prestado de la ingeniería civil la idea, de que no es conveniente construir una edificación sobre “arena movediza” por la falta de consistencia del suelo, y lo catastrófico que pudiera ser la ejecución de una obra sobre cimientos poco seguros. No obstante, hay más que una imposibilidad por las características del suelo señaladas, su éxito responde más bien al cómo hacerlo, con qué recursos técnico-científico se dispone, entre otros, que a las características naturales-ambientales. Estamos en los tiempos de las utopías posibles. ¿Es posible? Sí. Pero procediendo de manera adecuada. Este mismo reto se le plantea también al hombre de ciencia. Paradójicamente, la obra de ingeniería civil y arquitectura y en general la hecha por el hombre, de más vieja data que ha desafiado el tiempo, es la Gran Pirámide de Guiza, Egipto, construida sobre las inestables arenas  del desierto del Sahara, desafiando las grandes distancias de donde traían los materiales, enfrentando factores climáticos extremos y  los retos técnico-científico son un ejemplo ilustrativo  del logro de la ciencia, retando las condiciones más complejas. Toda investigación es un reto de la mente humana, no de las condiciones materiales.

      El título que enuncia este ensayo, es una metáfora de la validez y temporalidad del conocimiento, de sus postulados, procedimientos, de la manera de cómo se adquieren, de  la aceptación de las “verdades científicas”, que son elementos claves para arrojar luces sobre el tópico que pretendo exponer. Apunta Julián Marías, (1980) refiriéndose al filósofo griego Heráclito siglos (VI-V a. C.) que el devenir, la variación o movimiento de las cosas, el todo fluye, la realidad es  cambiante y mudable en el tiempo, no obstante, señala, que el hombre, como cosa del mundo está sujeto al devenir, es decir, a la corrupción en el tiempo. Esto, viéndolo con sentido  crítico, nos pone en aviso sobre la validez universal y la durabilidad de las cosas y por extensión del conocimiento en el tiempo, porque todo según Heráclito está sujeto a la destrucción, la mutación y los cambios. Las verdades científicas, si tomamos los consejos de este pensador, nos hacen dudar de su atemporalidad. Dos mil años duró la verdad de Aristóteles (384-322  a. C.) de la caída de los cuerpos, en la que postulaba que un cuerpo más pesado caía más rápido que uno más ligero; sin embargo, Galileo Galilei (1564-1642 d. C.) demostró su falsedad con su experimento en la Torre de Pisa, es decir,  aclaró que todos los cuerpos caen a la misma velocidad, sin importar su peso, con lo que dejó claro  la demostración que en todos los cuerpos la acción de la aceleración de la gravedad es igual sin importar su peso. La teoría  aristotélica se aceptó dogmáticamente y por criterio de autoridad científica por dos milenios a lo largo del mundo antiguo y el medieval, sin ningún cuestionamiento, lo que resultó nefasto para la ciencia. La moraleja de esto, es que aceptar los planteamientos sin someterlos a juicios de validación o demostración, sin ningún  cuestionamiento, no es la mejor actitud para el hombre de ciencia.

     En el Renacimiento, Rafael Sanzio, (1483-1520) nos dejó una de las más hermosas pinturas creada por artista alguno, el fresco: Escuela de Atenas (1509-1512), que se encuentra en la Stanza di Raffaelo (Estancia de Rafael, trad. del autor) en el  Vaticano, que pone de manifiesto toda la arquitectura del conocimiento que hasta esa época se tenía, que era el legado de la Grecia Clásica, y de algún modo todo lo que se sabía en términos de la ciencia hasta ese momento. De manera alegórica aparecen en escena Pitágoras, Empédocles, Heráclito, Parménides Sócrates, entre otros, y naturalmente las dos figuras estelares del pensamiento griego: Platón y Aristóteles, que ocupan el lugar de mayor trascendencia en el cuadro. Platón aparece con el libro Timeo y el dedo indicando hacia el cielo —el mundo de las ideas—, Aristóteles por su parte, con su libro Ética a Nicómaco, señala hacia la tierra—lo concreto, la realidad—, quien nos deja los principios de la lógica formal (deductiva), contraponiéndose a los incipientes principios de la lógica informal (inductiva); aportada por su maestro. De modo que la filosofía arranca de dos principios antagónicos, que de alguna manera, ese antagonismo irremediablemente va a ser el camino de la ciencia hasta hoy. Dos maneras del conocer, dos puntos de vista sobre la realidad. No obstante, si diéramos una mirada a la filosofía presocrática nos vamos encontrar que no todos tenían la misma opinión sobre la Physis (Física), sin embargo, los hombres de esa época de esplendor, sabían que no había nada seguro y ni definitivo en el campo de la ciencia y del saber, que la temporalidad marcaba la pauta.

     En Edad Moderna, sus fundadores, Descartes con el Discours de la Méthode (Discurso del Método, 1637) —racionalismo—y Bacón con el Novum Organum (Nuevo Órgano, 1629) —empirismo— sientan las bases de lo que va a ser la ciencia y el saber hasta hoy, dos postura relacionadas con lo que Kant más tarde va a denominar (juicio a priori Descartes) y (juicio a posteriori Bacón). Y es precisamente según Julián Marías, (1980) de la filosofía de Descartes que arranca la filosofía kantiana. Kant, citado por Julián Marías, (ob. cit) refiriéndose al racionalismo cartesiano advierte que las cosas que conozco ya están en mí, afectadas por mi subjetivad; en la Crítica a la Razón Pura (1781 1ª ed.) sostiene que éste es un principio a priori, es decir, independiente de la experiencia; en la Crítica de la Razón Práctica (1788), se opone a la razón especulativa como única vía para lograr el saber de las cosas, y se orienta en cambio a la acción, a un hacer. Kant concluye que una ciencia es un complejo sistema de juicios, por tal motivo en mi opinión, no creo, que en términos absolutos, una u otra postura, de manera independiente puedan esclarecer los problemas generales y particulares de la ciencia. Advierte Kant, el peligro que puede traer la validez universal e incuestionable de la objetividad. En esta idea planteada, conviene citar a Ibañez, (2001) quien señala que el legado cartesiano que diferenciaba dos mundos: el interior y el exterior como dicotomía realidad-interior, realidad-exterior,  hoy es algo superado. Por su parte  Wiensenfeld, (2001) en su teoría socio construccionista deja claro que la realidad no es independiente del sujeto, ella expone  de alguna forma aquel planteamiento de Heidegger en  Sein und Zeit (Ser y Tiempo), que el hombre es ser en y con el mundo, no admite la separación, porque está integrado a él, es decir el individuo no puede ser separado de la historicidad —del dasein— (ser ahí).

     Lo que viene planteando Kant; Johann Wolfgang Von Goethe (1749-1832) lo convierte en su obra Fausto (1808), que a grandes rasgos, es la tragedia de una época en que los seres humanos  han llegado a confiar en el poder omnímodo de la ciencia, creyendo que por medio de ella  habrá de alcanzar el conocimiento de todas las leyes y las fuerzas de la naturaleza,  descubrir y servirse de todas las reglas que rigen el mundo y la creación. Del drama de Goethe, Spengler (1880-1936) en su obra: (La Decadencia de Occidente, 1880-1936), [Der Untergang des Abendlandes] hizo una interpretación de la esencia del alma occidental “alma fáustica”, que pendula entre la contemplación y la acción, entre lo individual y lo colectivo, entre la radical conciencia de su finitud y el hambre inagotable de lo infinito. Que son las legítimas contradicciones de la vida humana y de su quehacer fundamental: la ciencia. Sobre este tópico en nuestro tiempo Ibañez, (ob. cit.) ha cuestionado los postulados de la ciencia positivista actual. Rechazando  los cuatro mitos de la ciencia que como legado nos ha dejado la modernidad, con  su aceptación dogmática, en estos términos: no hay un conocimiento válido y confiable de la realidad;  el objeto no es el único elemento constitutivo del mundo; la realidad no es una entidad independiente de nosotros y la verdad como criterio decisorio; de tal modo rechaza  el legado de Descartes que diferencia dos mundos: interno y externo del sujeto como dicotomía radical, constituyéndose el conocimiento como representación del mundo.

     A este respecto, varios autores  han expresado en relación a la ciencia y su método de trabajo de esta manera: que toda observación  es relativa al punto de vista del observador (Einstein); se hace desde una perspectiva (Hanson); afecta el fenómeno observado (Heisenberg); no existen hechos sino interpretación (Nietzsche), citados por Martínez, (1999). Martínez plantea que lo que puede ser bueno en las Ciencias de la Naturaleza debido a su universalidad, puede resultar funesto para las  Ciencias Humanas. En opinión de este autor, la ciencia actual, desde el enfoque cualitativo,  la   adquisición del conocimiento transita por dos niveles fundamentales: epistemológico y ontológico. El primero se orienta hacia un modelo especular debido a que no existe una realidad acabada, plenamente externa y objetiva a nuestro aparato cognitivo, por tanto lo no es un espejo donde se refleja la realidad. El segundo, parte de la idea de que nuestro sistema no es lineal en todos los órdenes de la vida: físico, químico, biológico, psicológico y sociocultural. Cabe acotar que el nivel ontológico a que se refiere Martínez es muy cambiante, es el Devenir de Heráclito, el mundo de los cambios, solo que en la actualidad está asociado a la tecnología, y  circula por los nervios electrónicos de la Tierra, la World Wide Web, la aldea global de McLuhan que contiene un mundo en paralelo: el físico y el virtual; que en algunos casos están contrapuestos. Este mundo de las contradicciones que ya desde 1971 describían McLuhan, Fiore y Agel donde había comenzado la paradoja de la pobreza en medio de la abundancia, y el hecho de que a medida de que el hombre ha avanzado en la civilización se ha vuelto cada vez más, y no menos violento guerrero, la guerra se había convertido en la base principal de organización sobre la que están  todas las sociedades modernas.

     Sfez, (2005) cuestiona el papel de la tecnología de nuestro tiempo, los grandes problemas suscitado en la “tecnópolis”, por lo que propone una teoría crítica que hurgue hasta qué punto las decisiones de lo técnico están vinculadas con lo político, y asegura la realidad de uno a través del otro, lo político se apoya en lo técnico para afirmar su poder; lo técnico aumenta con el poder político para ejercer su soberanía, para imponer en la sociedad una especie de quincallería de objetos técnicos, sus inversiones e imágenes altamente elaborados por un equipo multidisciplinario para imponer su hegemonía en la sociedad. Por tal razón Morín, (2001). Reclama la necesidad de un conocimiento cuya explicación  no sea la mutilación  y cuya acción no sea la manipulación. Advierte además,  si se puede conocer excluyendo la sociedad, excluyendo lo humano de la sociedad y de la vida… No se debe caer en una simplificación reduccionista enganchando todo el universo en una sola formula lógica. En el seno de la institución científica, es inconveniente considerar como absolutos y eternos los caracteres de la ciencia, porque sería la más anticientífica de las posiciones.                                                                                                
     Siguiendo esta idea, Baudrillard y Morín, (2003) afirman que lo paradójico de este tiempo, es que estas ideas, al igual que la emancipación nacieron en los países mismos de la dominación, también es el mundo de las contradicciones, la ciencia produce conocimientos, pero también armas nucleares, la injusticia más grave  no es material, sino social. Otro factor que hay que considerar es el individualismo, una virtud occidental, pero se ha ido trasformando en hiperindividualismo, traducido en una pérdida de solidaridad con los demás, y en egocentrismo. Bauman, (2003)  en —Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil— plantea la necesidad en la sociedad, de ídolos que le dé un sentimiento de seguridad, permanencia y estabilidad en un mundo cada vez más cambiante y dinámico. En otra obra —Tiempos Líquidos, 2009— expresa que estamos frente a una nueva realidad,  la (globalidad), para lo que pide una conciencia global para aquello que le estamos dando respuestas parciales. No existe nada sólido en la sociedad, todo tiende a derretirse, a pasar a estado líquido, a evaporarse, todo es tan superfluo; masas de seres humanos convertidos en superfluos como consecuencia del capitalismo global, el hombre pasa a personificar—señala— a aquel personaje de la novela de Robert Musil (Ulrich) que nos comenta Bauman, (2006) en “Amor Liquido”  que es la metáfora del hombre sin atributos, el sarcástico espectador, los hombres y mujeres desesperados al sentirse fácilmente descartable de la sociedad, donde la fragilidad de los vínculos humanos en la moderna “sociedad líquida”,  nada es sólido (seguro); tampoco el conocimiento.

     La “modernidad líquida” asentada en la transitoriedad, regida por las leyes de la economía de mercado, con su lógica empresarial en términos costo-beneficio, inversión-riesgo, teniendo como telón de fondo la injusticia social. Bauman, (2003) nos plantea en su obra: “Comunidad. En Busca de Seguridad en un Mundo Hostil” revisar el problema de los otros y de la otredad, en una comunidad que es sinónimo de lo que él llama “paraíso perdido”, en la que se debe evaluar las oportunidades y peligros de manera personal y cuestionar la estabilidad del mundo que es cada vez más inseguro y cambiante al igual que la ciencia. Sumado a esto, es conveniente señalar lo planteado por Angulo, (2009) refiriéndose al saber de nuestro tiempo como una “… realidad de saberes disociados, parcelados, fragmentados y el abismo entre estos y problemas cada vez multidisciplinarios, transversales, multidimensionales, globales y planetarios”, (p.42). Continúa la autora, además de predominar una visión reduccionista, simplificada al abordar la sociedad, el conocimiento o la condición humana misma, asociada al orden absoluto, al determinismo del paradigma de la simplicidad.

     Refiriéndose a la investigación y a la adquisición del saber, Kaplan y Manners, (1979), citados por Márquez, (2007) señalan: “Las metodologías no se desarrollan en un vacío conceptual; detrás de la mayor parte de ellas, explícita o implícitamente, hay una teoría que aporta su racionalidad  al enfoque”, (p.128). Sobre esta idea, Márquez Pérez, (ob. cit.) citando a Guba, (1991); Ibáñez, (2000); Sánchez y Wiesenfeld, (2002) que el método y la metodología no deben ser separados del contexto general del proceso de investigación. Por lo cual afirma Márquez Pérez, (2008) acercarse al tema de objeto a investigar exige una perspectiva múltiple que considere  la visión teórica-conceptual, la perspectiva de quien investiga y las visiones y los discursos cotidianos de los actores involucrados.

     El mundo de “ahora”, más que antes, necesita de la ciencia para resolver, no solo los grandes problemas en el seno de ella, sino también los de la sociedad, es decir, la sociedad debe ser el tema de la ciencia. Kant citado por Julián Marías, (1980) explicaba que el último fin de la filosofía es que el hombre se conozca, la verdadera filosofía no lo es  en sentido escolar, sino en sentido mundano. Habermas citado por Carr y Kemmis, (1988) en su Teoría Crítica sostiene como teoría del conocimiento, como el resultado de la actividad humana motivada por necesidades e intereses, un saber humano emancipatorio, que aporte a la reflexión, la autonomía racional y la libertad. Carr y Kemmis, (1988) están de acuerdo con Habermas cuando postulan que el conocimiento es práctica que se orienta en ayudar a emprender la superación de problemas y eliminar las frustraciones de los individuos. Schütz, (1962) citado por Rusque, (2001) propone una forma de conocer en dos niveles: el primero es el del mundo del sentido común, o mundo cotidiano, que son expresiones intersubjetivas experimentado por él en el desarrollo de la vida social. El segundo, distingue que entre el hombre de ciencia como ser humano que actúa y vive su vida cotidiana  entre sus congéneres y el pensador teórico, a quien solo le importa obtener conocimiento de validez general sobre la realidad observada; este autor centra su paradigma en la acción, es decir, focaliza su teoría en el actor y la acción, y construir los aspectos de la vida ordinaria del sentido común. Sin  embargo, cabe advertir lo planteado por Kunh, (1970) citado por Pérez Serrano, (1998) que toda investigación científica trabaja con arreglo conceptuales o paradigmas, el que adoptemos va a condicionar los procedimientos de estudio que rige la investigación en el sentido, qué investigar, cómo investigar y para qué sirve la investigación. Sabemos también que existe un modelo hipotético deductivo, cuantificable, objetivo que ha estado posicionado en la ciencia desde la modernidad.

     Este paradigma ha sido duramente cuestionado por Ibañez, (2001) quien propone sustituir el “mito de verdad”  conferido por la modernidad a la ciencia, de verdad absoluta y universal a un concepto práctico de verdad que guarde relación con nuestra vida cotidiana;  a lo que Contreras, (1994) denomina un proceso cíclico de exploración, actuación y valoración que pone acento sobre aspectos morales que pretende la transformación en la acción. Por su parte Martínez, (1999) propone una ciencia y por extensión un conocimiento que busque una orientación lógica, dialéctica, sistémica, interdisciplinaria, constructivista, ecológica, humanista, que haga justicia social y a la vida humana cotidiana, que sea al mismo tiempo rigurosa en términos de sistematicidad y criticidad. Se necesita un conocimiento según Morín, (2001) que no aísle su objeto de estudio de su contexto, de sus antecedentes, de su devenir, de una ciencia cuyo método científico considere a la ciencia como objeto de la ciencia, y el conocimiento científico como sujeto de su objeto.

     De modo que la ciencia, en términos de producción de conocimiento, en la tecnópolis de Lucien Sfez, debe ubicar a la tecnología en una propuesta crítica y teórica para establecer la relación de sus protagonistas: tekné (técnica) y polis (ciudad) al servicio de la solución de la problemática apocalíptica en que vivimos actualmente, que tiene dos coordenadas fundamentales desde el punto de vista de la ciencia: lo ontológico (contexto) y epistemológico (paradigma). Esto naturalmente plantea al decir Martínez, (1999) hallar un método que esté inserto en un paradigma; pero ese paradigma a su vez está en una estructura cognoscitiva o marco filosófico o socio histórico. De acuerdo con Kunh, (1970) citado por Pérez Serrano, (1998) toda investigación científica trabaja con arreglo conceptuales a paradigmas, y el que adoptemos condicionará los procedimientos de estudio que se sigan en la investigación. Por lo tanto no admite criterios absolutos de demarcación de la ciencia. Cabe señalar la advertencia que hace aquí Martínez, (ob. cit.) en este punto, citando  lo que opinan algunos autores en relación a la investigación científica, y su método empleado por la ciencia, expresado de esta manera: estamos condenados a su significado (Merleau-Ponty); ningún lenguaje tiene medios consistentes para definir su propia semántica (Tarsky); ninguna ciencia está capacitada para demostrar científicamente su propia base, que ningún sistema matemático  puede demostrar los axiomas en que se fundamenta (Godel); ¿Qué es la ciencia? No tiene respuestas científicas (Morín).

     Es conveniente recordar lo señalado por Gergen, (2007) que las verdades locales de las culturas científicas son esenciales para sostener sus  tradiciones, pero presumir  que lo local es universal no solo es arrogante sino impreciso. En la actualidad existen paradigmas, según Pérez Serrano, (1998) por donde la ciencia encausa sus investigaciones en el sentido que el análisis de la realidad, para lo que precisa el conocimiento y el uso de  la metodología con valor instrumental para la acción social. Pero antes de avanzar en este punto es conveniente aclarar que un paradigma no es más que un presupuesto teórico-metodológico-social en un contexto determinado con una raíz histórica y filosófica. En el campo de la ciencia ha existido un paradigma tradicional que dominó el escenario de la investigación, el cuantitativo. Sin embargo,  esta postura ha sido severamente cuestionada en estos últimos tiempos. Según Ibañez, (2001) el legado de  la modernidad lo traduce en cuatro mitos: su validez universal y atemporal; el objeto como representación del mundo; la realidad es independiente del sujeto; y la verdad como criterio universal y absoluto. En contraposición o contraste, por lo esgrimido, surge el paradigma cualitativo.

     El paradigma cuantitativo tiene entre sus representantes a Comte y a Durkheim, entre otros, este enfoque postula entre otras cosas, según Pérez Serrano, (1998) que la realidad es cuantificable,  medible, replicable, observable, única, se sustenta en el método hipotético deductivo. Rusque, (2001) considera como característica la objetividad, el empleo de estadística, asume la realidad como algo estable orientado hacia el resultado. Señala Martínez, (1999) que este modelo impone un marco teórico conceptual interpretativo para entender la realidad. Por su parte Wiensenfeld, (2001) rechaza, contrariando este paradigma, la tesis de que la realidad es externa e independiente al sujeto,  y la objetividad como forma privilegiada. Carr y Kemmis, (1988) señalan en forma crítica que el positivismo había convertido a la ciencia en doctrinaria y técnica limitada al razonamiento instrumental y a proporcionar métodos y principios para resolver problemas y producir resultados previamente determinados.

     Por otra parte quiero dejar claro, que toda ciencia tiene limitaciones, solo por citar uno: lingüístico. El lenguaje, fue un tema tratado por Platón en la antigüedad en su obra Kratylos (Cratilo, 360 a. C. aproximadamente), en ella aborda el problema sobre la naturaleza del lenguaje, el significado de las palabras, sobre si es natural o es convencionalismo, y sobre la esencias de las cosas que representa;   postulando que es un convencionalismo que se da por acuerdo de los hablantes. Esta es una de las primeras obras que trata materias referentes a la etimología de las palabras y sobre lingüística. De esto concluye el filósofo griego que el lenguaje no es una réplica de la realidad sino un pálido reflejo de ella. Estas implicaciones hay que tomarse en cuenta en la ciencia. Por ello y con razón Lincoln y Guba, (1985) citado por Wiesenfeld (ob. cit.) señalan: “…la realidad es una construcción mental inseparable de entidades tangibles: personas, eventos”, (p.122). Pero advierten además, que los significados que le dan sentido y organización, son realidades construidas en la interacción social, es decir a través de acuerdos entre sus actores. Continúa Wiesenfeld el construccionismo a diferencia del positivismo entiende la realidad como un construcción social en la que entra en juego la subjetividad de los actores, y no como ente independiente de nuestra experiencia, por tanto accesible de manera objetiva y neutra. Esta autora refiriéndose a Lincoln, (1990) expone tres características de este modelo: ontología relativista; epistemología transaccional-subjetivista y metodología hermenéutica-dialéctica.

     Por otro lado, el paradigma cualitativo, parte, según Pérez Serrano, (1998) de la teoría crítica cuyos antecedentes están en los autores: Marx, Hegel, Kant, Weber (Escuela de Frankfurt); del socio construccionismo o construccionismo social (Kenneth Gergen; Habermas); la fenomenología de Husserl (1854-1938), este último, entre su principal representante,  quien pone interés, según Rusque, (ob. cit.) en la elaboración de un marco conceptual que tiene como consigna  “volver a las cosas”, es decir, cuestionemos las cosas, nuestra cultura, nuestro modo de mirar el mundo y de comprenderlo, la forma cómo hemos sido educados y socializados para poder ver las cosas sin el velo del lenguaje y de otras estructuras simbólicas. Para Martínez, (ob. cit.) el paradigma cualitativo  se caracteriza porque puede no partir de un problema específico, sino de problemas enraizados que no se ven, sus hipótesis son provisionales, se pueden ir modificando durante el proceso, admite la formulación de objetivos sobre la marcha del estudio, se sustenta metodológicamente en los métodos hermenéutico-dialectico, fenomenológico, etnográfico, investigación-acción, historias de vida, entre otros; no se debe quedar en lo estrictamente empírico, sino que deben generar teorías.

     Carr y Kemmis, (1988) plantean además de lo que he venido tratando en este ensayo, una ciencia social crítica que sea  humana, social y política, cuya epistemología constructivista considere el conocimiento como un proceso de construcción activa y reconstrucción de la teoría y la práctica por quienes intervienen en ellas, a través de una teoría de la comunicación sistemática, de reflexión que exige la participación del investigador en la realidad social que estudia y que los participantes se conviertan en investigadores. Contreras, (1994) ha expresado en relación a este método, que su interés es mejorar la práctica, la convierte en objeto de investigación, modo en que conocer y actuar formen parte de un mismo proceso exploratorio,  que supone una visión sobre el cambio social, esto quiere decir, que hay una forma de entenderla y practicarla. Cabe recordar aquí el planteamiento crítico de Kant, en relación a los juicios (a priori y a posteriori). El primero fundamenta su validez en el puro análisis de conceptos; el segundo postula su validez en la experiencia; por ello apunta este autor, que la ciencia es un complejo sistemático de juicios: analítico (a priori) y sintéticos (a posteriori); aunque en este último Kant admite que existen juicios sintéticos a priori, aunque parezca contradictorio, son juicios cuyos predicados no están contenidos en la experiencia, sino que son universales y aumentan nuestro saber, por ejemplo. 2+2=4 es una forma de esta categoría de juicios porque sus predicados no están contenidos en los sujetos, pero tampoco en la experiencia. Los planteamientos de las matemáticas y la física, son por extensión juicios sintéticos a priori. (Kant, citado por Julián Marías, 1980). Por su parte, Habermas, citado por Carr y Kemmis, (1988), en la línea de Kant; Habermas rechazan cualquier idea de que el saber en general es producido por un supuesto “acto intelectual puro”.

     De lo que he venido planteando a lo largo de este estudio podemos ir deduciendo, que no existe una sola manera de conocer, de emitir juicios, como lo señalé anteriormente con la alegoría de Rafael Sanzio con la Escuela de Atenas, con los dos modos de conocer platónico-aristotélico; y que éste, está sujeto a la  temporalidad, de que no hay verdades eternas, que aspirar a un saber sobrehumano; de confiar ciegamente en Él, o creer que a través de él vamos a aclarar todos los arcanos de la Tierra cómo lo quería el Doctor Fausto; es riesgoso, dogmático, no olvidemos que desde Zenón (refutar, negar, confrontar), Sócrates (ironía, refutación, mayéutica),  Platón (hallar definición, contrastar),  Hegel (unir y superar los contrarios) Marx (tesis, antítesis, síntesis) el pensamiento es dialectico, contrasta, se pone en movimiento, es dinámico. El pensamiento antiguo, cuna de la ciencia de hoy, tiene sus raíces en pareceres, en puntos de vistas diversos; ya el filósofo griego Empédocles (495-435 a. C.) explicaba la complejidad de la realidad movida por dos fuerzas contrarias; argumento que señalaba también Heráclito, cuando decía que el Universo todo está expresado en una tensión que se genera entre opuestos, que todas las cosas tiene su contrario; en tal sentido intentar unificar el pensamiento es absurdo, por tanto, los modos de conocer. Yo agregaría lo relacionado con la naturaleza del problema, y sus elementos de  carácter epistémicos y ontológicos que subyacen en Él, lo que en alguna medida va a determinar el paradigma que se va a adoptar en el estudio determina la naturaleza del conocimiento. Márquez Pérez, (2006) considera que:

            “…el conocimiento es una construcción social que emerge de relaciones intersubjetivas, y que es precisamente la interacción subjetiva entre el investigador, los investigados y sus diferentes visiones del contexto económico, social y cultural, lo que permite aproximarnos, siempre de manera inacabada, a la complejidad de la dinámica social”, (p.25).

     Los cimientos y los postulados del pensamiento, desde sus inicios están sujetos al devenir, a la temporalidad, a diversas maneras de emitir juicios y de comprender la realidad; que no obstante, es interpretación, y toda interpretación como hemos visto se hace desde un paradigma, está impregnada del aparato cognoscitivo del que reflexiona, tiene algo de [Él y de Ellos], es un constructo teórico-metodológico-social  enraizado en un contexto determinado, tiene una raíz histórica y filosófica,   que está sujeto como vimos en Heidegger a la  historicidad, por ello es conveniente no creer en el poder superlativo de la ciencia como lo hizo el Doctor Fausto. Con los aspectos temporal-espacial y epistemológico-ontológico, aquí señalados, va a tener que lidiar en nuestro tiempo, el hombre de ciencia para generar conocimiento.




Palmira Correa , Caracas, D. C., Venezuela.
Sin título, 2004
Acrílico/Madera
Coleccion y fotografia Manuel Bas, Caracas, D. C. Venezuela


Miguel Pérez. La Reyna de la Incertidumbre (2015), Los Teques, estado Miranda. Mixta/Cartulina. Digitalización de Imagen: Hernández Víctor A. Colección: Manuel Bas. Caracas, Distrito Capital, Venezuela.



        

Víctor Sánchez. (Los Teques, estado Miranda, Venezuela).
El Maestro, (2015)
Bolígrafo/papel
Colección y fotografía Manuel Bas, Caracas, D. C., Venezuela.





Elvia Armas, 1933, Altagracia de Orituco, Edo. Guarico. Maracay, Edo. Aragua, Venezuela, 2010.
Llegaron los Rebullones, 1994.
Oleo-tela
Coleccion y fotografia, Manuel Bas, Caracas, D. C. 

 Referencias

 —Angulo, Gabriela. (2009). De la Complejidad a la Teoría Crítica. En: Universidad               Pedagógica Experimental Libertador/Instituto Pedagógico de Caracas.   (2009, Mayo-    Agosto). Revista de Investigación, Nº 67, Vol. 33. Caracas:   Autor, pp.35-43.

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DISEÑO, CORRECCIÓN DE TEXTO Y EDICIÓN ELECTRÓNICA: Esp. Víctor A. Hernández

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