REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD
PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO
PEDAGÓGICO DE CARACAS
VICERRECTORADO
DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO
DOCTORADO
EN CULTURA Y ARTE PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
CURSO: Teoría del Conocimiento
PROFESORA: Dra. Aura Orta
PARTICIPANTE: Manuel Bas
Caracas,
12 de mayo de 2015
“…el Sol, no solo es nuevo cada día, sino que
es siempre nuevo continuamente”. (Heráclito.
Sobre la Naturaleza, Aforismo 6, p. 40)
“Ah, he
estudiado ya la Filosofía, Jurisprudencia, Medicina y también, por desgracia,
Teología, todo ello en profundidad extrema y con enconado esfuerzo. Y aquí me
veo, pobre loco, sin saber más que al principio. Tengo los títulos de
Licenciado y de Doctor y hará diez años que arrastro mis discípulos de arriba
abajo, en dirección recta o curva, y veo que no sabemos nada. Esto consume mi
corazón. Claro está que soy más sabio que todos esos necios doctores,
licenciados, escribanos y frailes; no me atormentan ni los escrúpulos ni las dudas, ni temo al infierno ni al
demonio… Pero me he visto privado de toda alegría; no creo saber nada con
sentido ni me jacto de poder enseñar algo que mejore la vida de los hombres y
cambie su rumbo… Por eso me he entregado a la magia: para ver si por la fuerza
y la palabra del espíritu me sean revelados ciertos misterios para no tener que
decir con agrio sudor lo que no sé…” (Johann
Wolfgang Von Goethe, 1749-1832. Fausto. La Tragedia. Primera Parte. De Noche, 1808)
EL CONOCIMIENTO SOBRE ARENA
MOVEDIZA
El propósito de este trabajo es
caracterizar los atributos y peculiaridades del conocimiento generado en la
sociedad actual, revisar y analizar los contextos material, abstracto o
simbólico, el conjunto de circunstancias, hechos, eventos; los escenarios, social y natural donde se genera
[ontológico]. El paradigma de donde se enuncia, la teoría del conocimiento que
lo justifica, las circunstancias histórica, psicológica, sociológica, que
guardan relación con su obtención y los criterios de validez, objetividad-subjetividad,
tan polémica en nuestros días, los procedimientos empleados en la investigación
científica hoy, es decir, sus fundamentos [epistemológico]. Sobre este
particular, para puntualizar el alcance que me propongo, ha expresado Márquez
Pérez, (2008): “La dimensión epistemológica se refiere a las relaciones que el
investigador establece para producir conocimiento. La diversidad de estas
relaciones en las ciencias sociales se explican a partir de las concepciones
ontológicas asumidas para cada paradigma”, (pp.392-393). Este autor, (ibídem.)
citando a Wiesenfeld, (2001) expresa: “La elección de un paradigma implica una
toma de decisiones en la que se conjugan valores, ideología, sentimientos,
formación académica,…experiencia profesional e investigativa…”. Obviamente hoy
la ciencia dispone de cuantiosos recursos; pero la problemática social de nuestra
sociedad actual es agobiante, pareciera que no
tiene respuestas a muchos de ellos. Sin embargo, los imposibles en el
presente, quizás no lo sea en el futuro.
El ser humano se ha planteado
lo largo de la historia grandes retos, en los momentos más difíciles y
en las circunstancias más adversas. Para ilustrar este asunto, voy a tomar
prestado de la ingeniería civil la idea, de que no es conveniente construir una
edificación sobre “arena movediza” por la falta de consistencia del suelo, y lo
catastrófico que pudiera ser la ejecución de una obra sobre cimientos poco
seguros. No obstante, hay más que una imposibilidad por las características del
suelo señaladas, su éxito responde más bien al cómo hacerlo, con qué recursos
técnico-científico se dispone, entre otros, que a las características
naturales-ambientales. Estamos en los tiempos de las utopías posibles. ¿Es
posible? Sí. Pero procediendo de manera adecuada. Este mismo reto se le plantea
también al hombre de ciencia. Paradójicamente, la obra de ingeniería civil y
arquitectura y en general la hecha por el hombre, de más vieja data que ha
desafiado el tiempo, es la Gran Pirámide de Guiza, Egipto, construida sobre las
inestables arenas del desierto del
Sahara, desafiando las grandes distancias de donde traían los materiales,
enfrentando factores climáticos extremos y los retos técnico-científico son un ejemplo
ilustrativo del logro de la ciencia,
retando las condiciones más complejas. Toda investigación es un reto de la
mente humana, no de las condiciones materiales.
El título que enuncia este ensayo, es una
metáfora de la validez y temporalidad del conocimiento, de sus postulados,
procedimientos, de la manera de cómo se adquieren, de la aceptación de las “verdades científicas”,
que son elementos claves para arrojar luces sobre el tópico que pretendo
exponer. Apunta Julián Marías, (1980) refiriéndose al filósofo griego Heráclito
siglos (VI-V a. C.) que el devenir, la variación o movimiento de las cosas, el
todo fluye, la realidad es cambiante y mudable
en el tiempo, no obstante, señala, que el hombre, como cosa del mundo está
sujeto al devenir, es decir, a la corrupción en el tiempo. Esto, viéndolo con
sentido crítico, nos pone en aviso sobre
la validez universal y la durabilidad de las cosas y por extensión del
conocimiento en el tiempo, porque todo según Heráclito está sujeto a la
destrucción, la mutación y los cambios. Las verdades científicas, si tomamos
los consejos de este pensador, nos hacen dudar de su atemporalidad. Dos mil
años duró la verdad de Aristóteles (384-322
a. C.) de la caída de los cuerpos, en la que postulaba que un cuerpo más
pesado caía más rápido que uno más ligero; sin embargo, Galileo Galilei
(1564-1642 d. C.) demostró su falsedad con su experimento en la Torre de Pisa,
es decir, aclaró que todos los cuerpos
caen a la misma velocidad, sin importar su peso, con lo que dejó claro la demostración que en todos los cuerpos la acción
de la aceleración de la gravedad es igual sin importar su peso. La teoría aristotélica se aceptó dogmáticamente y por
criterio de autoridad científica por dos milenios a lo largo del mundo antiguo
y el medieval, sin ningún cuestionamiento, lo que resultó nefasto para la
ciencia. La moraleja de esto, es que aceptar los planteamientos sin someterlos
a juicios de validación o demostración, sin ningún cuestionamiento, no es la mejor actitud para
el hombre de ciencia.
En el Renacimiento, Rafael Sanzio,
(1483-1520) nos dejó una de las más hermosas pinturas creada por artista
alguno, el fresco: Escuela de Atenas (1509-1512), que se encuentra en la Stanza
di Raffaelo (Estancia de Rafael, trad. del autor) en el Vaticano, que pone de manifiesto toda la arquitectura
del conocimiento que hasta esa época se tenía, que era el legado de la Grecia
Clásica, y de algún modo todo lo que se sabía en términos de la ciencia hasta
ese momento. De manera alegórica aparecen en escena Pitágoras, Empédocles,
Heráclito, Parménides Sócrates, entre otros, y naturalmente las dos figuras
estelares del pensamiento griego: Platón y Aristóteles, que ocupan el lugar de
mayor trascendencia en el cuadro. Platón aparece con el libro Timeo y el dedo
indicando hacia el cielo —el mundo de las ideas—, Aristóteles por su parte, con
su libro Ética a Nicómaco, señala hacia la tierra—lo concreto, la realidad—,
quien nos deja los principios de la lógica formal (deductiva), contraponiéndose
a los incipientes principios de la lógica informal (inductiva); aportada por su
maestro. De modo que la filosofía arranca de dos principios antagónicos, que de
alguna manera, ese antagonismo irremediablemente va a ser el camino de la
ciencia hasta hoy. Dos maneras del conocer, dos puntos de vista sobre la realidad.
No obstante, si diéramos una mirada a la filosofía presocrática nos vamos
encontrar que no todos tenían la misma opinión sobre la Physis (Física), sin
embargo, los hombres de esa época de esplendor, sabían que no había nada seguro
y ni definitivo en el campo de la ciencia y del saber, que la temporalidad
marcaba la pauta.
En Edad Moderna, sus fundadores, Descartes
con el Discours de la Méthode (Discurso del Método, 1637) —racionalismo—y Bacón
con el Novum Organum (Nuevo Órgano, 1629) —empirismo— sientan las bases de lo
que va a ser la ciencia y el saber hasta hoy, dos postura relacionadas con lo
que Kant más tarde va a denominar (juicio a priori Descartes) y (juicio a
posteriori Bacón). Y es precisamente según Julián Marías, (1980) de la
filosofía de Descartes que arranca la filosofía kantiana. Kant, citado por
Julián Marías, (ob. cit) refiriéndose al racionalismo cartesiano advierte que las
cosas que conozco ya están en mí, afectadas por mi subjetivad; en la Crítica a
la Razón Pura (1781 1ª ed.) sostiene que éste es un principio a priori, es
decir, independiente de la experiencia; en la Crítica de la Razón Práctica
(1788), se opone a la razón especulativa como única vía para lograr el saber de
las cosas, y se orienta en cambio a la acción, a un hacer. Kant concluye que
una ciencia es un complejo sistema de juicios, por tal motivo en mi opinión, no
creo, que en términos absolutos, una u otra postura, de manera independiente
puedan esclarecer los problemas generales y particulares de la ciencia. Advierte
Kant, el peligro que puede traer la validez universal e incuestionable de la
objetividad. En esta idea planteada, conviene citar a Ibañez, (2001) quien
señala que el legado cartesiano que diferenciaba dos mundos: el interior y el
exterior como dicotomía realidad-interior, realidad-exterior, hoy es algo superado. Por su parte Wiensenfeld, (2001) en su teoría socio
construccionista deja claro que la realidad no es independiente del sujeto,
ella expone de alguna forma aquel
planteamiento de Heidegger en Sein und
Zeit (Ser y Tiempo), que el hombre es ser en y con el mundo, no admite la
separación, porque está integrado a él, es decir el individuo no puede ser
separado de la historicidad —del dasein— (ser ahí).
Lo que viene planteando Kant; Johann Wolfgang
Von Goethe (1749-1832) lo convierte en su obra Fausto (1808), que a grandes
rasgos, es la tragedia de una época en que los seres humanos han llegado a confiar en el poder omnímodo de
la ciencia, creyendo que por medio de ella
habrá de alcanzar el conocimiento de todas las leyes y las fuerzas de la
naturaleza, descubrir y servirse de
todas las reglas que rigen el mundo y la creación. Del drama de Goethe,
Spengler (1880-1936) en su obra: (La Decadencia de Occidente, 1880-1936), [Der
Untergang des Abendlandes] hizo una interpretación de la esencia del alma
occidental “alma fáustica”, que pendula entre la contemplación y la acción,
entre lo individual y lo colectivo, entre la radical conciencia de su finitud y
el hambre inagotable de lo infinito. Que son las legítimas contradicciones de
la vida humana y de su quehacer fundamental: la ciencia. Sobre este tópico en
nuestro tiempo Ibañez, (ob. cit.) ha cuestionado los postulados de la ciencia positivista
actual. Rechazando los cuatro mitos de
la ciencia que como legado nos ha dejado la modernidad, con su aceptación dogmática, en estos términos: no
hay un conocimiento válido y confiable de la realidad; el objeto no es el único elemento
constitutivo del mundo; la realidad no es una entidad independiente de nosotros
y la verdad como criterio decisorio; de tal modo rechaza el legado de Descartes que diferencia dos
mundos: interno y externo del sujeto como dicotomía radical, constituyéndose el
conocimiento como representación del mundo.
A este respecto, varios autores han expresado en relación a la ciencia y su
método de trabajo de esta manera: que toda observación es relativa al punto de vista del observador
(Einstein); se hace desde una perspectiva (Hanson); afecta el fenómeno
observado (Heisenberg); no existen hechos sino interpretación (Nietzsche),
citados por Martínez, (1999). Martínez plantea que lo que puede ser bueno en
las Ciencias de la Naturaleza debido a su universalidad, puede resultar funesto
para las Ciencias Humanas. En opinión de
este autor, la ciencia actual, desde el enfoque cualitativo, la adquisición del conocimiento transita por dos
niveles fundamentales: epistemológico y ontológico. El primero se orienta hacia
un modelo especular debido a que no existe una realidad acabada, plenamente
externa y objetiva a nuestro aparato cognitivo, por tanto lo no es un espejo
donde se refleja la realidad. El segundo, parte de la idea de que nuestro
sistema no es lineal en todos los órdenes de la vida: físico, químico, biológico,
psicológico y sociocultural. Cabe acotar que el nivel ontológico a que se
refiere Martínez es muy cambiante, es el Devenir de Heráclito, el mundo de los
cambios, solo que en la actualidad está asociado a la tecnología, y circula por los nervios electrónicos de la
Tierra, la World Wide Web, la aldea global de McLuhan que contiene un mundo en
paralelo: el físico y el virtual; que en algunos casos están contrapuestos.
Este mundo de las contradicciones que ya desde 1971 describían McLuhan, Fiore y
Agel donde había comenzado la paradoja de la pobreza en medio de la abundancia,
y el hecho de que a medida de que el hombre ha avanzado en la civilización se
ha vuelto cada vez más, y no menos violento guerrero, la guerra se había
convertido en la base principal de organización sobre la que están todas las sociedades modernas.
Sfez, (2005) cuestiona el papel de la
tecnología de nuestro tiempo, los grandes problemas suscitado en la
“tecnópolis”, por lo que propone una teoría crítica que hurgue hasta qué punto
las decisiones de lo técnico están vinculadas con lo político, y asegura la
realidad de uno a través del otro, lo político se apoya en lo técnico para
afirmar su poder; lo técnico aumenta con el poder político para ejercer su
soberanía, para imponer en la sociedad una especie de quincallería de objetos
técnicos, sus inversiones e imágenes altamente elaborados por un equipo
multidisciplinario para imponer su hegemonía en la sociedad. Por tal razón
Morín, (2001). Reclama la necesidad de un conocimiento cuya explicación no sea la mutilación y cuya acción no sea la manipulación.
Advierte además, si se puede conocer
excluyendo la sociedad, excluyendo lo humano de la sociedad y de la vida… No se
debe caer en una simplificación reduccionista enganchando todo el universo en
una sola formula lógica. En el seno de la institución científica, es inconveniente
considerar como absolutos y eternos los caracteres de la ciencia, porque sería
la más anticientífica de las posiciones.
Siguiendo esta idea, Baudrillard y Morín,
(2003) afirman que lo paradójico de este tiempo, es que estas ideas, al igual
que la emancipación nacieron en los países mismos de la dominación, también es
el mundo de las contradicciones, la ciencia produce conocimientos, pero también
armas nucleares, la injusticia más grave
no es material, sino social. Otro factor que hay que considerar es el
individualismo, una virtud occidental, pero se ha ido trasformando en
hiperindividualismo, traducido en una pérdida de solidaridad con los demás, y
en egocentrismo. Bauman, (2003) en
—Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil— plantea la necesidad en
la sociedad, de ídolos que le dé un sentimiento de seguridad, permanencia y
estabilidad en un mundo cada vez más cambiante y dinámico. En otra obra
—Tiempos Líquidos, 2009— expresa que estamos frente a una nueva realidad, la (globalidad), para lo que pide una
conciencia global para aquello que le estamos dando respuestas parciales. No
existe nada sólido en la sociedad, todo tiende a derretirse, a pasar a estado
líquido, a evaporarse, todo es tan superfluo; masas de seres humanos
convertidos en superfluos como consecuencia del capitalismo global, el hombre
pasa a personificar—señala— a aquel personaje de la novela de Robert Musil
(Ulrich) que nos comenta Bauman, (2006) en “Amor Liquido” que es la metáfora del hombre sin atributos,
el sarcástico espectador, los hombres y mujeres desesperados al sentirse
fácilmente descartable de la sociedad, donde la fragilidad de los vínculos
humanos en la moderna “sociedad líquida”, nada es sólido (seguro); tampoco el
conocimiento.
La “modernidad líquida” asentada en la
transitoriedad, regida por las leyes de la economía de mercado, con su lógica
empresarial en términos costo-beneficio, inversión-riesgo, teniendo como telón
de fondo la injusticia social. Bauman, (2003) nos plantea en su obra:
“Comunidad. En Busca de Seguridad en un Mundo Hostil” revisar el problema de
los otros y de la otredad, en una comunidad que es sinónimo de lo que él llama
“paraíso perdido”, en la que se debe evaluar las oportunidades y peligros de
manera personal y cuestionar la estabilidad del mundo que es cada vez más
inseguro y cambiante al igual que la ciencia. Sumado a esto, es conveniente
señalar lo planteado por Angulo, (2009) refiriéndose al saber de nuestro tiempo
como una “… realidad de saberes disociados, parcelados, fragmentados y el
abismo entre estos y problemas cada vez multidisciplinarios, transversales,
multidimensionales, globales y planetarios”, (p.42). Continúa la autora, además
de predominar una visión reduccionista, simplificada al abordar la sociedad, el
conocimiento o la condición humana misma, asociada al orden absoluto, al
determinismo del paradigma de la simplicidad.
Refiriéndose a la investigación y a la
adquisición del saber, Kaplan y Manners, (1979), citados por Márquez, (2007)
señalan: “Las metodologías no se desarrollan en un vacío conceptual; detrás de
la mayor parte de ellas, explícita o implícitamente, hay una teoría que aporta
su racionalidad al enfoque”, (p.128). Sobre
esta idea, Márquez Pérez, (ob. cit.) citando a Guba, (1991); Ibáñez, (2000);
Sánchez y Wiesenfeld, (2002) que el método y la metodología no deben ser
separados del contexto general del proceso de investigación. Por lo cual afirma
Márquez Pérez, (2008) acercarse al tema de objeto a investigar exige una
perspectiva múltiple que considere la
visión teórica-conceptual, la perspectiva de quien investiga y las visiones y los
discursos cotidianos de los actores involucrados.
El mundo de “ahora”, más que antes,
necesita de la ciencia para resolver, no solo los grandes problemas en el seno
de ella, sino también los de la sociedad, es decir, la sociedad debe ser el
tema de la ciencia. Kant citado por Julián Marías, (1980) explicaba que el
último fin de la filosofía es que el hombre se conozca, la verdadera filosofía
no lo es en sentido escolar, sino en
sentido mundano. Habermas citado por Carr y Kemmis, (1988) en su Teoría Crítica
sostiene como teoría del conocimiento, como el resultado de la actividad humana
motivada por necesidades e intereses, un saber humano emancipatorio, que aporte
a la reflexión, la autonomía racional y la libertad. Carr y Kemmis, (1988)
están de acuerdo con Habermas cuando postulan que el conocimiento es práctica
que se orienta en ayudar a emprender la superación de problemas y eliminar las
frustraciones de los individuos. Schütz, (1962) citado por Rusque, (2001)
propone una forma de conocer en dos niveles: el primero es el del mundo del
sentido común, o mundo cotidiano, que son expresiones intersubjetivas experimentado
por él en el desarrollo de la vida social. El segundo, distingue que entre el
hombre de ciencia como ser humano que actúa y vive su vida cotidiana entre sus congéneres y el pensador teórico, a
quien solo le importa obtener conocimiento de validez general sobre la realidad
observada; este autor centra su paradigma en la acción, es decir, focaliza su
teoría en el actor y la acción, y construir los aspectos de la vida ordinaria
del sentido común. Sin embargo, cabe
advertir lo planteado por Kunh, (1970) citado por Pérez Serrano, (1998) que
toda investigación científica trabaja con arreglo conceptuales o paradigmas, el
que adoptemos va a condicionar los procedimientos de estudio que rige la
investigación en el sentido, qué investigar, cómo investigar y para qué sirve
la investigación. Sabemos también que existe un modelo hipotético deductivo,
cuantificable, objetivo que ha estado posicionado en la ciencia desde la
modernidad.
Este paradigma ha sido duramente
cuestionado por Ibañez, (2001) quien propone sustituir el “mito de verdad” conferido por la modernidad a la ciencia, de
verdad absoluta y universal a un concepto práctico de verdad que guarde
relación con nuestra vida cotidiana; a
lo que Contreras, (1994) denomina un proceso cíclico de exploración, actuación
y valoración que pone acento sobre aspectos morales que pretende la
transformación en la acción. Por su parte Martínez, (1999) propone una ciencia
y por extensión un conocimiento que busque una orientación lógica, dialéctica,
sistémica, interdisciplinaria, constructivista, ecológica, humanista, que haga
justicia social y a la vida humana cotidiana, que sea al mismo tiempo rigurosa
en términos de sistematicidad y criticidad. Se necesita un conocimiento según
Morín, (2001) que no aísle su objeto de estudio de su contexto, de sus
antecedentes, de su devenir, de una ciencia cuyo método científico considere a
la ciencia como objeto de la ciencia, y el conocimiento científico como sujeto
de su objeto.
De modo que la ciencia, en términos de
producción de conocimiento, en la tecnópolis de Lucien Sfez, debe ubicar a la
tecnología en una propuesta crítica y teórica para establecer la relación de
sus protagonistas: tekné (técnica) y polis (ciudad) al servicio de la solución de
la problemática apocalíptica en que vivimos actualmente, que tiene dos
coordenadas fundamentales desde el punto de vista de la ciencia: lo ontológico
(contexto) y epistemológico (paradigma). Esto naturalmente plantea al decir
Martínez, (1999) hallar un método que esté inserto en un paradigma; pero ese
paradigma a su vez está en una estructura cognoscitiva o marco filosófico o
socio histórico. De acuerdo con Kunh, (1970) citado por Pérez Serrano, (1998)
toda investigación científica trabaja con arreglo conceptuales a paradigmas, y
el que adoptemos condicionará los procedimientos de estudio que se sigan en la
investigación. Por lo tanto no admite criterios absolutos de demarcación de la
ciencia. Cabe señalar la advertencia que hace aquí Martínez, (ob. cit.) en este
punto, citando lo que opinan algunos
autores en relación a la investigación científica, y su método empleado por la
ciencia, expresado de esta manera: estamos condenados a su significado
(Merleau-Ponty); ningún lenguaje tiene medios consistentes para definir su
propia semántica (Tarsky); ninguna ciencia está capacitada para demostrar
científicamente su propia base, que ningún sistema matemático puede demostrar los axiomas en que se
fundamenta (Godel); ¿Qué es la ciencia? No tiene respuestas científicas (Morín).
Es conveniente recordar lo señalado por
Gergen, (2007) que las verdades locales de las culturas científicas son
esenciales para sostener sus tradiciones,
pero presumir que lo local es universal
no solo es arrogante sino impreciso. En la actualidad existen paradigmas, según
Pérez Serrano, (1998) por donde la ciencia encausa sus investigaciones en el
sentido que el análisis de la realidad, para lo que precisa el conocimiento y
el uso de la metodología con valor
instrumental para la acción social. Pero antes de avanzar en este punto es
conveniente aclarar que un paradigma no es más que un presupuesto
teórico-metodológico-social en un contexto determinado con una raíz histórica y
filosófica. En el campo de la ciencia ha existido un paradigma tradicional que
dominó el escenario de la investigación, el cuantitativo. Sin embargo, esta postura ha sido severamente cuestionada
en estos últimos tiempos. Según Ibañez, (2001) el legado de la modernidad lo traduce en cuatro mitos: su
validez universal y atemporal; el objeto como representación del mundo; la
realidad es independiente del sujeto; y la verdad como criterio universal y
absoluto. En contraposición o contraste, por lo esgrimido, surge el paradigma
cualitativo.
El paradigma cuantitativo tiene entre sus
representantes a Comte y a Durkheim, entre otros, este enfoque postula entre
otras cosas, según Pérez Serrano, (1998) que la realidad es cuantificable, medible, replicable, observable, única, se
sustenta en el método hipotético deductivo. Rusque, (2001) considera como
característica la objetividad, el empleo de estadística, asume la realidad como
algo estable orientado hacia el resultado. Señala Martínez, (1999) que este
modelo impone un marco teórico conceptual interpretativo para entender la
realidad. Por su parte Wiensenfeld, (2001) rechaza, contrariando este paradigma,
la tesis de que la realidad es externa e independiente al sujeto, y la objetividad como forma privilegiada.
Carr y Kemmis, (1988) señalan en forma crítica que el positivismo había
convertido a la ciencia en doctrinaria y técnica limitada al razonamiento
instrumental y a proporcionar métodos y principios para resolver problemas y producir
resultados previamente determinados.
Por otra parte quiero dejar claro, que
toda ciencia tiene limitaciones, solo por citar uno: lingüístico. El lenguaje,
fue un tema tratado por Platón en la antigüedad en su obra Kratylos (Cratilo,
360 a. C. aproximadamente), en ella aborda el problema sobre la naturaleza del
lenguaje, el significado de las palabras, sobre si es natural o es convencionalismo,
y sobre la esencias de las cosas que representa; postulando que es un convencionalismo que se
da por acuerdo de los hablantes. Esta es una de las primeras obras que trata
materias referentes a la etimología de las palabras y sobre lingüística. De
esto concluye el filósofo griego que el lenguaje no es una réplica de la
realidad sino un pálido reflejo de ella. Estas implicaciones hay que tomarse en
cuenta en la ciencia. Por ello y con razón Lincoln y Guba, (1985) citado por
Wiesenfeld (ob. cit.) señalan: “…la realidad es una construcción mental
inseparable de entidades tangibles: personas, eventos”, (p.122). Pero advierten
además, que los significados que le dan sentido y organización, son realidades
construidas en la interacción social, es decir a través de acuerdos entre sus
actores. Continúa Wiesenfeld el construccionismo a diferencia del positivismo
entiende la realidad como un construcción social en la que entra en juego la
subjetividad de los actores, y no como ente independiente de nuestra
experiencia, por tanto accesible de manera objetiva y neutra. Esta autora
refiriéndose a Lincoln, (1990) expone tres características de este modelo:
ontología relativista; epistemología transaccional-subjetivista y metodología
hermenéutica-dialéctica.
Por otro lado, el paradigma cualitativo,
parte, según Pérez Serrano, (1998) de la teoría crítica cuyos antecedentes
están en los autores: Marx, Hegel, Kant, Weber (Escuela de Frankfurt); del
socio construccionismo o construccionismo social (Kenneth Gergen; Habermas); la
fenomenología de Husserl (1854-1938), este último, entre su principal
representante, quien pone interés, según
Rusque, (ob. cit.) en la elaboración de un marco conceptual que tiene como
consigna “volver a las cosas”, es decir,
cuestionemos las cosas, nuestra cultura, nuestro modo de mirar el mundo y de
comprenderlo, la forma cómo hemos sido educados y socializados para poder ver
las cosas sin el velo del lenguaje y de otras estructuras simbólicas. Para
Martínez, (ob. cit.) el paradigma cualitativo
se caracteriza porque puede no partir de un problema específico, sino de
problemas enraizados que no se ven, sus hipótesis son provisionales, se pueden
ir modificando durante el proceso, admite la formulación de objetivos sobre la
marcha del estudio, se sustenta metodológicamente en los métodos
hermenéutico-dialectico, fenomenológico, etnográfico, investigación-acción,
historias de vida, entre otros; no se debe quedar en lo estrictamente empírico,
sino que deben generar teorías.
Carr y Kemmis, (1988) plantean además de
lo que he venido tratando en este ensayo, una ciencia social crítica que
sea humana, social y política, cuya
epistemología constructivista considere el conocimiento como un proceso de
construcción activa y reconstrucción de la teoría y la práctica por quienes
intervienen en ellas, a través de una teoría de la comunicación sistemática, de
reflexión que exige la participación del investigador en la realidad social que
estudia y que los participantes se conviertan en investigadores. Contreras,
(1994) ha expresado en relación a este método, que su interés es mejorar la
práctica, la convierte en objeto de investigación, modo en que conocer y actuar
formen parte de un mismo proceso exploratorio, que supone una visión sobre el cambio social,
esto quiere decir, que hay una forma de entenderla y practicarla. Cabe recordar
aquí el planteamiento crítico de Kant, en relación a los juicios (a priori y a
posteriori). El primero fundamenta su validez en el puro análisis de conceptos;
el segundo postula su validez en la experiencia; por ello apunta este autor,
que la ciencia es un complejo sistemático de juicios: analítico (a priori) y
sintéticos (a posteriori); aunque en este último Kant admite que existen
juicios sintéticos a priori, aunque parezca contradictorio, son juicios cuyos
predicados no están contenidos en la experiencia, sino que son universales y
aumentan nuestro saber, por ejemplo. 2+2=4 es una forma de esta categoría de
juicios porque sus predicados no están contenidos en los sujetos, pero tampoco
en la experiencia. Los planteamientos de las matemáticas y la física, son por
extensión juicios sintéticos a priori. (Kant, citado por Julián Marías, 1980).
Por su parte, Habermas, citado por Carr y Kemmis, (1988), en la línea de Kant;
Habermas rechazan cualquier idea de que el saber en general es producido por un
supuesto “acto intelectual puro”.
De
lo que he venido planteando a lo largo de este estudio podemos ir deduciendo,
que no existe una sola manera de conocer, de emitir juicios, como lo señalé
anteriormente con la alegoría de Rafael Sanzio con la Escuela de Atenas, con
los dos modos de conocer platónico-aristotélico; y que éste, está sujeto a la temporalidad, de que no hay verdades eternas,
que aspirar a un saber sobrehumano; de confiar ciegamente en Él, o creer que a
través de él vamos a aclarar todos los arcanos de la Tierra cómo lo quería el
Doctor Fausto; es riesgoso, dogmático, no olvidemos que desde Zenón (refutar,
negar, confrontar), Sócrates (ironía, refutación, mayéutica), Platón (hallar definición, contrastar), Hegel (unir y superar los contrarios) Marx
(tesis, antítesis, síntesis) el pensamiento es dialectico, contrasta, se pone
en movimiento, es dinámico. El pensamiento antiguo, cuna de la ciencia de hoy,
tiene sus raíces en pareceres, en puntos de vistas diversos; ya el filósofo
griego Empédocles (495-435 a. C.) explicaba la complejidad de la realidad
movida por dos fuerzas contrarias; argumento que señalaba también Heráclito,
cuando decía que el Universo todo está expresado en una tensión que se genera
entre opuestos, que todas las cosas tiene su contrario; en tal sentido intentar
unificar el pensamiento es absurdo, por tanto, los modos de conocer. Yo
agregaría lo relacionado con la naturaleza del problema, y sus elementos de carácter epistémicos y ontológicos que
subyacen en Él, lo que en alguna medida va a determinar el paradigma que se va
a adoptar en el estudio determina la naturaleza del conocimiento. Márquez Pérez,
(2006) considera que:
“…el conocimiento es una construcción social
que emerge de relaciones intersubjetivas, y que es precisamente la interacción
subjetiva entre el investigador, los investigados y sus diferentes visiones del
contexto económico, social y cultural, lo que permite aproximarnos, siempre de
manera inacabada, a la complejidad de la dinámica social”, (p.25).
Los cimientos y los postulados del
pensamiento, desde sus inicios están sujetos al devenir, a la temporalidad, a
diversas maneras de emitir juicios y de comprender la realidad; que no
obstante, es interpretación, y toda interpretación como hemos visto se hace
desde un paradigma, está impregnada del aparato cognoscitivo del que
reflexiona, tiene algo de [Él y de Ellos], es un constructo teórico-metodológico-social
enraizado en un contexto determinado,
tiene una raíz histórica y filosófica, que está sujeto como vimos en Heidegger a la historicidad, por ello es conveniente no
creer en el poder superlativo de la ciencia como lo hizo el Doctor Fausto. Con
los aspectos temporal-espacial y epistemológico-ontológico, aquí señalados, va
a tener que lidiar en nuestro tiempo, el hombre de ciencia para generar
conocimiento.
Palmira Correa , Caracas, D. C., Venezuela.
Sin título, 2004
Acrílico/Madera
Víctor Sánchez. (Los Teques, estado Miranda, Venezuela).
El Maestro, (2015)
Bolígrafo/papel
Colección y fotografía Manuel Bas, Caracas, D. C., Venezuela.
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DISEÑO, CORRECCIÓN DE TEXTO Y EDICIÓN ELECTRÓNICA: Esp. Víctor A. Hernández
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