REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD
PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO
PEDAGÓGICO DE CARACAS
SUBDIRECCIÓN
DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO
DOCTORADO EN
CULTURA Y ARTE PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
Curso: Modernidad y Postmodernidad
y sus efectos en Latinoamérica y el Caribe
Profesor: Dr. Jorge Bracho
Participante: Manuel Bas
Caracas,
01 de febrero de 2016
MODERNIDADES Y NACIONES DOS
VISIONES: WALLERSTEIN Y SMITH`
“La Nueva Iglesia
Mundial es la industria del conocimiento, proveedora de opio y banco de trabajo
durante un número creciente de años de la vida de un individuo.” (Iván Illich,
tr. 1985, p.70). @ilichivan1
“Misterio es misterio porque no somos capaces de comprender la racionalidad
de una secuencia de sucesos…” (Mercedes Aubá, 1982, p.182).
“Bourdieu precisa en la universalidad de Estado como lo que produce el Estado al
permitir a agentes autorizados declarar públicamente lo que los individuos son
socialmente, para sí
mismos
y para los demás”. (R. Lenoir en Alonso, Criado y Moreno, Comps., 2004, p.130).
El propósito de este ensayo, como lo enuncia su
título, es disertar sobre las versiones conceptuales de modernidad y nación
suscrito por Immanuel Wallerstein y Anthony Smith; no sin advertir, que no
pretendo de ningún modo agotar el tema, sino más bien contrastar las dos
visiones esclarecedoras de estos dos intelectuales, donde se nos muestra lo
difícil y complejo que es conceptualizar, definir en una terminología de
carácter general dos procesos históricos de los que hasta ahora lo que hemos
tenido solo estudios parciales, por un lado, por ser procesos tan complejos, y
por el otro, por ser estudiado desde posturas epistémico-ontológico-metodológico
de diversa naturaleza enunciado desde diversas corrientes científicas, lo que
innegablemente nos dan más bien a una visión polisémicas e incompleta como
resultado, por lo tanto, es imposible llegar una visión unívoca. Cualquier
intento en este particular no está exento de correr el riesgo de caer en una
posición dogmática y reduccionista.
Como todo
proceso de grandes cambios históricos, su debate obviamente abarca corrientes
enmarcadas en el campo del arte, filosofía, sociología, historia, literatura,
urbanismo, entre otras. Por ello, citando a Picó (1999) cabe decir, que no hay
una sola modernidad, sino pluralidad de modernidad, desde allí se puede
encausar el debate por las más diversas sendas. Considerando lo que he venido
planteando, subrayo la idea de hacer algunas consideraciones, que a mi juicio,
son válidas para aclarar, que no hay una palabra definitiva en esta materia, y
cualquier pretensión en hacer una explicación completa desde una sola mirada de
alguna corriente del pensamiento, estamos más cerca de hacer mitología y no
ciencia; lo que no implica que no se puedan hacer aclaratorias relevantes que
desmonten ciertos sofismas disfrazados de lógica científica.
Si
partimos de lo que considera Berman (1982) citado por Picó (ob. cit.) si se
considera la modernidad solo como la expansión espacio-temporal fundamentada en
la ciencia objetiva, que tiene entre sus propósitos la dominación de la
naturaleza para zafarnos de sus condicionamientos con su pretensión
racionalizante del mundo para establecer los cimientos de una moral universal; es un grave error que se viene
planteando durante siglos y que encontró su rotundo fracaso de tales
aspiraciones, solo por citar una, en la Primera Guerra
Mundial. Que es de algún modo, el motor impulsor que movió a muchos
intelectuales, a hacer una severa crítica del legado de la modernidad, con su
ímpetu de conquistar el mundo y ponerlo a los pies del hombre, cristalizado en
la obra de Jean-Francois Lyotard “La Condición Posmoderna”
(1979).
En este
contexto crítico es importante revisar el surgimiento de la modernidad clásica,
que según Smith (2000), para su estudio se debe analizar con un sentido amplio
tres elementos que suelen ser recurrentes en el tiempo: lo étnico-filosófico,
lo antropológico-político e histórico-sociológico, que vale advertir, que en
estos paradigmas, no hay tampoco, una palabra que uniformice la visión que se
tiene de la modernidad clásica, lo que
complica más el asunto. Habermas en Baudrillard y Otros (1998) nos pone en
aviso de la dificultad que existe en términos de la ubicación histórica, que para algunos se remonta al
siglo V d. C., es decir, del paso del mundo pagano al cristiano; otros autores
lo sitúan en el período de Carlos El Grande siglo XII; o en el Renacimiento
(siglos XV y XVI). Modernidad fue un vocablo, según Habermas que apareció y
reapareció en Europa en períodos en que se formaba la ciencia de una nueva
época a través de una renovación que consideraba a imitar viejas prerrogativas.
La influencia que tuvo la antigüedad grecolatina en el mundo renacentista se
disolvió con la
Revolución Francesa, la cual sustentó sus ideales en la Ciencia moderna
(empírico-racional), de Descartes y Bacon, que trajo, entre otras cosas, la
idea del progreso infinito.
No se
puede dejar de lado, y quizá sea aquí donde radica la problemática en torno a
la modernidad y al concepto de naciones, la enunciación onto-epitémica de
donde los europeos construyeron, una serie de principios que aplicaron
indiscriminadamente donde ellos pusieron su huella, que fue el caso de la
llegada de los europeos a la
América, que no deja de ser una dicotómica: antiguo-moderno,
bárbaro-civilizado que en muchos casos estos conceptos son empleados
erróneamente. Sabemos de por sí, que son sumamente complejos, deslindar bien
estas concepciones por su carácter recurrente y renovador, que el ejemplo más
acabado tal vez sea el Renacimiento y luego la Revolución Francesa.
Lo mismo pasa con el término nación, que es muy antiguo y se remonta a la
antigüedad clásica derivado del latín natío que significa lugar donde se nace,
que naturalmente, en la concepción de lo que hoy son las modernas naciones es
algo anacrónico, pero señala algo importante a mi juicio: da un sentido de
pertenencia al individuo. Quizá de estas dos visiones nacen las dos
concepciones antagónicas de nación: perennialista y clásica que han dado en una
dicotomía excluyente que si revisamos con algo de cuidado pueden complementar
una idea más solida de nación, para evitar de esta manera construir un discurso
incompleto.
De esta
manera también, los estudios que se han aventurado al respecto en los primeros
momentos, según Smith (2000) no dejan de ser periféricos, que son los casos de
las cuatro corrientes que han estudiado el tema: marxista, freudiana, weberiana
y durkheimiana. Por ejemplo, según este autor, Marx y Engels no abordan el tema
de las naciones por considerarlo un tema intrínseco en el desarrollo del
capitalismo moderno. Freud, aunque no profundiza mucho en el tema comprende el
peligro que trae la naturaleza dislocadora de la modernidad en el sentido de
desorientar al individuo y su capacidad para romper con la estabilidad general.
Weber por su parte alucinado por el nacionalismo alemán no profundizó sobre el surgimiento del
Estado-Nación que surgía en otros países de Europa, aunque cabe decir que se
dio cuenta del papel que juega la política y los intelectuales, tanto en la
formación de los grupos étnicos como en la evolución de las modernas naciones
europeas. El caso de Durkheim se orienta más hacia la religión como núcleo de
la comunidad moral, centrado más bien en el nacionalismo francés. Por ello
Smith (2000) ha señalado que “… no existe pretensión alguna de elaborar una
teoría general que fuera de aplicación a
todos los casos, ni para resolver las contradicciones por cada tema conflictivo
de forma coherente y sistemática”, (p. 40). Hasta ahora hemos visto lo
intrincado que resulta hacer una generalización de nación y modernidad, cabe
recordar al respecto lo que dice Renan citado por Kohn (1955) en Smith
(ibídem): “Una nación es una gran solidaridad creada por la conciencia de los
sacrificios que se han hecho y de los que se está dispuesto a hacer en el
futuro”.
Adentrándonos más en el tema de la modernidad tratado por Wallerstein
(1996) hay que decir que este intelectual ha señalado dos tipos de modernidad,
o por mejor decir dos maneras de explicarla desde dos posturas diferentes. La
primera se refiere al progreso proporcionado por los avances tecnológicos
incesantes, casi infinitos de gran significación material —el culto al
materialismo en su versión más ciega—; la segunda representada por el triunfo
de la libertad humana, sobre la ignorancia y las fuerzas del mal cristalizada
en la enciclopedia y la religión cristiana. De modo que son dos extremos de una
misma realidad: la liberación humana (Prometeo desencadenado) y la tecnología
(Prometeo encadenado). Esta es la gran paradoja de la modernidad.
No sin
razón en este contexto surgen tres ideologías salvadoras: conservadurismo,
liberalismo y socialismo, las dos últimas de ellas hijas de la modernidad y la
primera como una ideología reaccionaria de los cambios que se dan en Francia a
raíz de la
Revolución Francesa con sus ideas de revolución y cambio del
statu quo, de innovación y transformación y revolución normales en la esfera política (Oestutt de
Tracy, inventor de la palabra ideología), el camino a seguir, la visión del
mundo : ideología, (Marx) , demoledora
de utopías (Mannheim); esto marcó el estigma
revolución (Watson), que arropó
todo el siglo XIX y el XX que Marx proclama sustituir la ciencia por la ideología.
Wallerstein incluye también el siglo XX, donde la revolución encarnó la
apoteosis de la ciencia de Newton del
siglo XVII y el concepto de progreso del Siglo de las Luces, motor de la
modernidad, que según Norbert Elias, (tr. 2004) estuvo marcado por la
complejidad de los cambios sociales, económicos y políticos, que han arropado
la cultura de las sociedades occidentales y que hoy anuncian el fin de las
utopías del siglo XIX y de la modernidad
(progreso, civilización, igualdad y libertad). Por ello dice Picó, (1999) la
cultura moderna nos pone de manifiesto de manera cada vez más evidente las formas básicas de su dialéctica, ese
dilema insoluble entre el individuo y sociedad, libertad y necesidad, Eros y
Tanatos que viene siempre acompañado de reducción y desengaño.
En el
marco de los cambios del siglo XIX se busca una palabra más sofisticada que la
ya trillada empleada por la reforma luterana, (reforma) y se comienza a emplear
el término revolución, cuyo lema era la proclamación de la soberanía del pueblo
contra la soberanía absoluta del Rey, cuyo tema central según Outlaw citado por Rorty k. o. Apel y Otros (s. f.) es la subjetividad, la libertad, el
individualismo y el derecho a la crítica, al menos dentro del liberalismo cosmopolita.
Norbert Elias (1996) describe las sociedades Estatales de Europa, antes de la Revolución Francesa,
de esta manera: el Rey y el país entran dentro de la misma estructura
patrimonial y la corte real es el filtro básico entre el Rey y el resto, que es
donde realmente se gobierna al país en
el Antiguo Régimen. Este va a ser el punto de partida de la Revolución Francesa.
El liberalismo junto al socialismo, que aparecen como herederas y defensoras de
la revolución y de todos los miembros de la sociedad. El socialismo desconfía
de toda reforma hecha desde arriba. Esta ideología siguió el libreto de Saint
Simon, que después de 1848 se convierten al credo de Marx.
En contra
de los planteamientos de estas ideologías hijas de la modernidad, aparece el
conservadurismo como una ideología reaccionaria que busca conquistar el espacio
político perdido: el poder del Estado. Estas teorías tomando las palabras de
Wallerstein pueden ser simplificadas en su esencia, de esta manera: el liberalismo
defiende al individuo; conservadurismo a los grupos tradicionales, y el
socialismo a los miembros de la sociedad; que van a sembrar las grandes
contradicciones de la praxis política, y al mismo tiempo la razón de ser de
cada una de ellas, desde 1789
a 1968 y hasta el presente, que al propio tiempo
mantiene viva la ideología, que a criterio de Wallerstein (1996) “ la
modernidad como… la combinación de una realidad social o visión del mundo… que
ha reemplazado… a otro… el Antiguo Régimen”, (p. 77).
La
modernidad además nos va a traer dos cosas fundamentales y a la vez muy
complejas o al menos las causantes del mundo complejo lleno de contradicciones
en el que vivimos: la tecnología con su
idea de progreso y la idea libertaria,
que todavía inunda nuestro tiempo, que Rosa María Rodríguez ha denominado el
modelo Frankestein” que ha sido de algún modo la causa de las frustraciones en que vivimos hoy.
Entrando
ahora a darle una mirada a lo que se ha denominado desde la Revolución Francesa,
nación, quizá uno de sus grandes logros de este trascendente suceso histórico.
Para Smith, la idea de nación está asociada a la modernidad; pero cabe decir
que este vocablo es muy antiguo, se remonta a la
antigüedad, sin embargo, la aserción moderna se remonta al siglo XVIII,
teniendo como referencias las revoluciones americana y francesa. Desde la
modernidad los estudiosos de la materia han tenido dos visiones de lo que se
considera nación: la modernidad clásica y la perennialista, dos posiciones
dicotómicas que no dejan ambas de ser imprecisas e insuficientes para justificarse
y explicarse a sí mismas. El estudio de nación y nacionalismo se ha encausado
por tres elementos de carácter esenciales: étnico y filosófico, antropológico y
político e histórico y sociológico, pero esto no resuelve a mi juicio el
problema, porque en estos campos del saber no existe una postura unívoca, por
lo tanto es difícil encuadrarla en una doctrina determinada sin caer en una
posición dogmática y reduccionista. Sin embargo, si tratamos de buscar una
tercera visión, no dicotómica sino más bien complementaria, es posible elaborar
un constructo teórico más completo.
Veamos el
asunto de esta manera. La idea de comunidad cultural enunciada por la postura
perennialista no excluye la de la comunidad política del enfoque de la
modernidad clásica, debido a que lo político está incluido en el fenómeno cultural. Si bien es
cierto que la moderna idea de nación se remonta a la Revolución Francesa,
muchos de sus ingredientes tales como el mismo vocablo nación, democracia, política, libertad, entre
otros, tienen su origen mundo clásico, no olvidemos que Ortega y Gasset ha
planteado que el hombre es un ser histórico y un ser social, y Aristóteles
definía al hombre como un zoom politikon (animal político), de modo que la visión
de la modernidad clásica desde esta óptica es algo sesgada. Es casi imposible
hoy hablar de democracia sin pensar en el gobernante griego, Pericles.
La visión
perennialista de nación como comunidad etno-cultural a la que se le contrapone
la moderna como comunidad política nos plantea la pregunta: ¿la polis de Platón
y Aristóteles en la antigüedad clásica no era al mismo tiempo como hoy, una
comunidad política por excelencia, bastión de la cultura griega, con un
territorio determinado, con una etnia particular, que sirvieron de base a la
ciencia moderna de Bacon y Descartes, del arte de Leonardo y Miguel Ángel, de
la democracia de la
Revolución Francesa? Diferente en algunos aspectos sí. Pero
acaso el joven cuando llega a la vejez no es diferente, sí; pero es la misma
persona. Nada es perenne en esta vida, todo cambia, nos enseñó Heráclito. Por
ello se es niño y se es adulto al mismo tiempo. Ambos conceptos se complementan
uno al otro.
Por ello
cuando Smith (2000) se refiere a nación, con mucha razón la conceptualiza como
un proceso evolutivo y de voluntarismo con una dosis de activismo político, con otra de viejas raíces
etnoculturales que conforman las bases de las naciones. Naciones, palabra que
expresa pluralismo, desde un contexto de enunciación ontológico que le va a dar
una configuración particular, por ello es mejor hablar de naciones, al menos
que queramos expresar de manera singular una en particular como individualidad “colectiva”,
sin olvidar que cuando invoquemos la
palabra nación no olvidemos que existe una polifonía de ellas, todas hijas de
la modernidad: representada como diría Nietzsche en “El Origen de la Tragedia” en lo apolíneo
y lo dionisiaco.
Muestra Visual
Luís Méndez (Barcelona, estado Anzoátegui, Venezuela)
Dalila (2002)
Colección y fotografía Manuel Bas, Caracas D. C., Venezuela
Salvador Ferrer (Borojó, estado Falcón, Venezuela)
Pavo Real (2011)
Colección y fotografía Manuel Bas, Caracas, D. C., Venezuela
REFERENCIAS:
—Aubá, M. (1982). Reseñas Bibliográficas. The Discipline
of Politics, Jean Blondel (La Disciplina Política, Jean Blondel Butterworth.
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—————————. (2004).El Proceso Civilización. Investigaciones
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—Wallerstein, I. (1996). Después del Liberalismo. México:
Editorial Siglo Veintiuno Editores, S. A.
DESCRIPTORES: Modernidad, Revolución
Francesa, Nación, Nacionalidad, Liberalismo, Conservadurismo, Socialismo.
EDITOR: Esp. Víctor A. Hernández,
Los Teques, Estado Miranda, Venezuela.
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