sábado, 7 de febrero de 2015

La Cultura como Expresion del Arte






                        LA CULTURA COMO EXPRESIÓN  DEL ARTE

     Introducción. Generalmente, cuando se plantea un análisis sobre las variables cultura y arte se examina esta última como expresión de aquélla. Porque el arte es una de las tantas manifestaciones  culturales al igual que las creencias, valores, costumbres, mitos, política, economía,  entre otros, como lo señala la antropología cultural. Sin embargo, por ser el arte una disciplina que engloba o sirve para conceptualizar todas las creaciones realizadas por el hombre, por tener la virtud, al igual que el lenguaje escrito,  por su mecanismo “duplicador de la realidad”, a través del cual se puede conocer la cosmovisión del mundo de otras épocas, referido a lo real o imaginario, a través de recursos plásticos, lingüísticos o sonoros, lo que permite acercarnos por su poder de mantener en el tiempo el acontecer humano, al conocimiento de la cultura. De modo que así como la antropología, la sociología, la política, la filosofía, dan su aporte para el estudio de la creación humana, de igual manera lo hace el arte.

     En este sentido, “la cultura como expresión del arte” tiene entre sus propósitos utilizar sus recursos expresivos para estudiarla,  particularmente la latinoamericana, que es el tema que nos ocupa aquí, aunque de manera muy general, yo diría que sinóptica por razones de espacio. La intención además, es señalar caminos posibles para la investigación cultural empleando el arte como herramienta teórico-metodológica para el estudio de un fenómeno tan complejo como el hombre mismo, como lo es  la cultura. Para ello no podemos dejar de lado los planteamientos hechos en esta materia por Adolfo Colombres, quien se ha servido del arte para estudiar la cultura latinoamericana.

     Sobre este punto, Colombres, (2004) citado por Massara, (2010) plantea: “Se dice que todo arte es expresión, y por tanto un modo de lenguaje, pero se debe destacar que se trata de un lenguaje diferente, conformado no por signos pues sino por formas visuales, cuya interpretación depende de la historia de cada cultura…”, (p. s/n.). Continúa Colombres en (ob. cit) el desafío hoy en la región latinoamericana es elaborar nuevas herramientas y nuevos espacios dentro del arte para establecer un pensamiento independiente. En relación a esta idea Massara, (ob. cit.) argumenta que los estudiosos del arte y los profesionales relacionados con esta disciplina, su mayor reto es desarrollar metodologías y teorías para abordar un tema por demás complejo como es la cultura, por lo diverso. Porque nuestra cultura—latinoamericana— es rica, multiétnica, pluricultural; lo que por un lado es una bendición de Dios por lo heterogénea, pero por el otro dificulta su estudio por las características señaladas. Antes de seguir avanzando es conveniente revisar los conceptos: cultura y arte.

     La Cultura como Expresión Ontológica. La palabra ontología proviene del griego ontos (ser, estar, ente) y logos (estudio, teoría, ciencia),  en el campo de la Filosofía es la rama de la metafísica que estudia la manera en que se relacionan las entidades existentes. La cultura en términos ontológico, es, naturalmente expresión del ser, del espíritu humano. Toda creación humana, tangible o no, emana del ser (de Él). Por tanto, tan complejo es el hombre, como lo es su creación. Sumado a esto, la cultura es un fenómeno dinámico, cambiante, diverso, heterogéneo; por ello es difícil de definir, o al menos es multi-conceptual. Sobre ella han dado las más diversas  conceptualizciones desde los distintos campos del saber, de allí su carácter polisémico.

     La UNESCO, (2014) refiere en la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales realizada en México en 1982 el concepto de cultura como: “… puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales, afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social…”, (p. s/n.). Este concepto formulado en sentido amplio hecho por una institución de tanto prestigio ha contribuido a enriquecer el debate en esta materia, en relación a la diversidad cultural y el diálogo intercultural. Para Colombres, (2012) “… un poco el arte de compilar la vida, o de satisfacer o sublimizar cosas que pueden ser simples como, por ejemplo el amor que, en comparación con las demás especies, la humana ha hecho literatura o filosofía; o dotar a lugares inhóspitos con vastas mitologías para fundamentar sus cambios climáticos”, (p. s/n.).   Continúa este autor, (ob. cit.) es hacer las diferentes matrices simbólicas que participan en una sociedad de condición subalterna a partir de un intercambio cara a cara, como respuestas solidarias a necesidades compartidas. Eduardo Galeano citado por Colombres, (2007) la define “…como un complejo sistema de símbolos de identidad que el pueblo preserva y crea… creadas por los de abajo en respuesta a sus propias necesidades, y por lo general sin medios técnicos”, (p.49).

     En el campo de la Filosofía de la Cultura, E. B. Tyler, (s. f.) la ha definido como “…todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualquier otros hábitos o capacidades adquiridas por el hombre en cuanto a miembro de una sociedad”, (p.226). Claro está,  la complejidad viene dada debido de que cualquiera de los elementos característicos y constitutivos de la cultura presentes en las definiciones comentadas, en sí mismas son parcelas en el área del saber humano insondable, profunda, compleja, poblada de las más diversas opiniones. Por ejemplo, en la línea de investigación de la Sociología Cultural, Light y Otros, (2003) indica sobre esta idea: “…todas costumbres, creencias, valores y símbolos con que se comunican constantemente entre un grupo de personas que comparten una vida en común”, (p. 87). Para ratificar lo que he venido argumentando en relación a la complejidad  conceptual de la cultura, tomemos como ejemplo dos categorías de esta última definición: creencia y lenguaje. Casi pudiéramos afirmar que hay tantas creencias como individuos, para simplificar más esto; se puede decir tantas creencias como pueblos y sociedades. De igual manera pasa con el lenguaje, sólo por citar uno, el chino tiene cinco dialectos oficiales tan diferenciados el uno del otro que un nativo de Cantón no se puede comunicar con uno de Pekín. Otro problema que presenta el lenguaje hoy es su constante crecimiento. De modo que no es sólo estudiar, teorizar y conceptualizar, se trata además de enfrentar, un cada vez más creciente campo impulsado por la indetenible creación material y espiritual de los seres humanos, lo que complica el asunto. Se crean cada día nuevas especializaciones, como por ejemplo: la Filosofía del Arte, la Filosofía Política, la Filosofía de la Historia, la Filosofía de la Religión, entre otras, cada una de ellas tan complejas y difíciles  de abarcar. Este es el  gran reto. ¿Cómo abarcarlo?

     Sin embargo, todas estas especializaciones son de gran utilidad para el estudio de un área tan compleja como la cultura. No obstante, lo que quiero significar además, que no todo esta dicho en materia cultural,  porque ésta es un proceso dinámico, cambiante en el tiempo. Ahora en estos últimos tiempos por la marcada influencia de la tecnología y los medios de comunicación se viene hablando de “cultura global”  que en alguna medida es una abstracción derivada de los procesos económicos, políticos y tecnológicos en la que los países, generalmente los más pobres, han sido influenciados por la cultura de otras naciones de las que obtienen bienes y servicios básicos para la vida diaria. Pero esto es parte de la dinámica mundial. Para cerrar este punto, lo que me propongo en este ensayo, es esbozar  la posibilidad del estudio de la cultura empleando el arte como propuesta teórico-metodológico para comprender los rasgos característicos, multicultural, multiétnico, plurilinguistico de la cultura latinoamericana.

     Multiculturalismo e Interculturalidad es Universalidad. Este enunciado, aunque en apariencia simple implica una nueva forma de mirar la cultura americana no desde la visión eurocentrista, sino desde la otredad, esto, naturalmente evoca una visión distinta de abordar el fenómeno cultural deslastrado de los cánones de la modernidad. Supone además crear una nueva epistemología y ontología para entender la cultura latinoamericana. Estas dos categorías son esenciales para penetrar en lo multicultural y  la interculturalidad. La cultura de Latino América forjada bajo el yugo de la conquista y la colonización, nos trae como legado además, los preceptos filosóficos, religiosos, políticos, económicos, entre otros, de Europa. Con este lente se estudiaba a la América alucinado como estuvo Colón, Moro y en general los cronistas de indias; porque en las embarcaciones venían también la filosofía racionalista y empiricista de la modernidad europea para ser aplicada a otra realidad vista desde unas creencias que chocaban con la realidad que tenían frente a sí. Esto naturalmente justificó desvalorizar la religión autóctona, las costumbres, modos de vida, el arte, formas de cultivo. Sobre este punto, afirman, González y Mas, (2003) “…la cultura en la modernidad tiene como objeto la dominación de la naturaleza y el ser humano, la oposición entre naturaleza y cultura, pueblos cultos e incultos…”, (p. s/n.).

      El pensamiento latinoamericano postmoderno da un salto hacia delante, revitalizado por el pensamiento crítico y, desde luego, trae consigo una mirada distinta a los problemas latinoamericanos, por ende, un nuevo concepto de cultura desde la perspectiva del otro. De modo que los investigadores deben replantearse y formular nuevas teorías para abordar la realidad circundante. En este orden,  los conceptos: multicultural e intercultural son claves para no caer en la negación del otro, porque la negación del otro es la negación de si mismo, como género humano,  que fue casi en el pasado reciente lo que caracterizó la Historia Latinoamericana. En líneas muy generales, la visión de cultura en la modernidad indicaba, en América Hispánica la lucha de la civilización contra la barbarie como lo señaló magistralmente Rómulo Gallegos en Doña Bárbara. En el pensamiento postmoderno como apunta George Steiner, (1971) citado por González y Mas, (ob. cit.) en  relación al concepto de cultura  señalan tres puntos centrales que hay que derrumbar para la comprensión de la cultura latinoamericana. Primero, desmontar el axioma que todo progreso implica una curva que permite el ascenso. Segundo, no se acepta que el progreso habrá sólo de difundirse desde los privilegios del hombre. Tercero, la educación humanista no ha disminuido los niveles violencia e injusticia. El hombre actual ha desarrollado nuevas tecnologías y avances en la ciencia; pero no ha podido con su propia naturaleza. En estos tiempos la cultura ha expandido su concepción, la cual abarca múltiples aspectos de la vida humana. Se habla de  cultura y política, cultura y economía, cultura y sociedad, cultura y tecnología, cultura y religión, cultura y deporte, entre otros, (González y Mas, ob. cit.). 

     Dentro de este contexto no debemos olvidar que América es un producto de un  complejo proceso de mestizaje, las mezcla de varias razas, costumbres, formas de vida… De modo que lo multicultural y lo intercultural debe ser entendido como la combinación de tres culturas: africana, europea y americana y otras que se remontan a las culturas del Lejano y Cercano Oriente. La cultura en la Tercera Ola de Toffler no tiene fronteras, y el espacio virtual ha hecho de la Tierra una aldea global como señaló algún tiempo McLuhan. Esto ha influido en alguna medida al reconocimiento del otro, ha enriquecer identidades culturales y aumentar la participación en la vida cultural y familiar y fomentar la cooperación cultural, (UNESCO, 1988). Sánchez, (2012) refiere que el “…investigador debe entrar en el mundo de las personas que estudia y participa de sus símbolos, sentirlos, pues si no siente, jamás llegará a entenderlos…teorías, elementos, herramientas que le permiten comprender su realidad”, (p. s/n.). A este procedimiento metodológico, — apunta este autor— se le llama antropología compartida.

     Por otra parte, hay que tener en cuenta que la América tiene una gran diversidad; pero también tiene muchos elementos comunes. No está demás señalar lo sostenido por Bravo Ordóñez, (2006) refiriéndose al arte como una disciplina nacida en Europa renacentista que privilegiaba lo individual frente a lo social, beatificando al artista como genio y excepcional. La belleza a partir de allí se convierte como categoría fundamental, llegando a la cúspide en el siglo XIX, con una especie de esteticismo idealista cuya premisa es el arte por el arte y el mecanismo de dominación cultural influenciada por una elite metropolitana, que los grupos sociales en América asimilarán  sin cuestionamientos, sobre todo la burguesía periférica. Este fue el caso con la religión católica en tiempos de la Conquista y la Colonización con el arte colonial, que sirvió como mecanismo de dominación ideológico, ya aplicado en la Edad Media y en algún sentido en los siglos posteriores. Claro está, es pasado, nuestro tiempo se corresponde a otras coordenadas de pensamiento e historia que no es la de la colonia, aunque ésta influya decisivamente en el presente. Sobre estas consideraciones hay que tener muy claro lo que apunta Bravo Ordóñez, (ob. cit.) no hay que exagerar cuando creemos que la originalidad en el arte y la cultural en general es recurrir a lo prehispánico, negando de esta manera el mestizaje cultural, ignorando la falsedad de los dilemas viejo nuevo, universal o nacional. Nuestra cultura es y será por mucho tiempo mestiza.

     Aproximación al Concepto de Arte. La producción de arte se remonta a la Prehistoria. El Homo Sapiens creó un arte que tenía una función ritual y mágico-religiosa, naturalmente esta visión cambió con el tiempo de acuerdo con la época y a la cultura. Es con el Renacimiento italiano a fines del siglo XV cuando éste se define y se separa de la artesanía y comienza a perfilarse como Bellas Artes. Etimológicamente el término arte proviene del latín ars, que engloba todas las creaciones elaboradas por el hombre para expresar su cosmovisión del mundo, ya sea real o imaginario; empleando recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. A través del arte  se pueden expresar ideas, emociones, sensaciones diversas…

     En Grecia Clásica ya existía una clasificación que incluía seis disciplinas: la escultura, la danza, la música, la pintura, la poesía y la arquitectura. En el siglo XX se incluye un séptimo arte: el cine. Incluso hay quienes consideran a la fotografía como un octavo arte, aunque algunos críticos opinan que ésta es una extensión de la pintura, cosa con la que no estoy de acuerdo, porque si bien es cierto que existe cierto paralelismo por su función de “reproducir imágenes”; no deja de serlo, que los procedimientos formales  y las técnicas son bien diferenciadas. La historieta ha sido considerada como un noveno arte; considerados por algunos un puente entre el cine y la pintura. La publicidad, la moda, la televisión, los videos juegos, en algunos casos entran en el renglón de obras de arte,  al menos, en mi opinión, los prototipos originales o los elaborados de edición limitada. Últimamente el videoarte tiene un espacio importante en las artes visuales como se corrobora con la Primera Bienal Internacional de Videoarte, 2014 llevada a cabo en Puebla, México patrocinada por el Instituto Municipal de arte y Cultura de esta ciudad.

     En el marco de la Segunda Guerra Mundial surge el concepto de Artes Visuales, refiriéndose a las artes que implican percepción visual. Este término refiere a aquellas creaciones que pueden apreciarse fundamentalmente por la capacidad de la vista, pintura, fotografía, cine, escultura, esta última, está incluida además en las artes pláticas; como manifestación del ser humano, en la que se reflejan recursos plásticos, algún producto de su imaginación o su visión de la realidad. La diferencia entre las artes plásticas y las artes visuales, es que esta última incluye el video, la fotografía, videoarte, cine, entre otros.

     El Arte como Fundamento Teórico-Metodológico para el Estudio de la Cultura. Como ya señalé en líneas precedentes, el arte abarca recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. Por su capacidad de replicar la realidad se convierte en un recurso valioso para el estudio de la cultura debido a que nos deja un testimonio invalorable para conocer el pasado humano. Se pueden desarrollar teorías y metodologías teniendo como fundamento el arte para conocer nuestros procesos culturales. Proponer el estudio de la cultura latinoamericana a través del arte, por mejor decir, la cultura como expresión del arte, que es el tema central de lo  planteado en este ensayo, he tenido que acudir a la invalorable propuesta de Adolfo Colombres. Colombres, (2011) citado por Arisbel López,  Andraca propone una “teoría transcultural visual” que consiste en  “… el alcance… conceptual encaminada a la conformación de un pensamiento visual independiente…”, (p. s/n.). En relación a la literatura este autor, en (ob. cit.) propone además una teoría intercultural de la literatura, para poner a prueba un grupo de herramientas y estrategias de análisis para apreciar mejor el conjunto de prácticas culturales periféricas; es decir, lo que Beigel, Fernanda, (2005) denomina el fuego cruzado entre cosmopolitanismo y nacionalismo.

     Estas propuestas teóricas— la de Arisbel López y la Beigel, Fernanda— se centran en dos aspectos: la crítica de la estética occidental por su incapacidad de aprovechar su ventaja histórica para reflexionar sobre los temas relacionados con los campos del arte y la poética, para producir una teoría de validez universal. Y que los esfuerzos teóricos se han quedado atrapados en la crítica, pero ha sido incapaz de generar nuevos esquemas investigativos. Para estas autoras no se trata de desechar las teorías occidentales, si no de tomar de ellas elementos válidos y rechazar los otros que no son útiles. Adolfo Colombres intenta explicar que con un grupo de categorías de la estética de Occidente, se puede generar un pensamiento visual independiente para construir conocimientos a partir de los antiguos conceptos que ploblematicen, que sirvan para juzgar las prácticas simbólicas de las culturas de África, Asia, América y Oceanía.

     Colombres cree que el concepto de arte manejado por Europa Occidental no es universal, sino universalizado, a través de sutiles mecanismos de dominación cultural. Propone un pensamiento visual independiente. Sobre este punto cabe recordar lo planteado por Álvarez y  Barreto, (2010) citado por Arencibia, Coloma y Arencibia, (s. f.) en su trabajo “El Arte de Investigar el Arte”, que entre otras cosas, recomiendan a los investigadores de las ciencias del arte el empleo de “…la multiplidad de metodologías de la investigación cuantitativas y cualitativas… proponer diseños de investigación que privilegien la flexibilidad metodológica, el equilibrio y el espíritu crítico”, (p. s/n.). En este orden de ideas, Colombres, (2001) citado por Arencibia, Coloma y Arencibia,  (ob. cit.) sugieren una teoría americana del arte que debe arrancar de lo popular, de lo indígena, como una historia crítica de las formas visuales  de un país o región. Esto lo sustenta este autor, en  que los estudios culturales euro centristas han ido borrando la densidad histórica de lo local y de sus regionalismos críticos, por la imposición conceptual académica de marcadas asimetrías entre lo global y lo local. Propone desmontar los contructos teóricos enunciados desde Europa. Enuncia un planteamiento que busque lo específico de nuestras prácticas artísticas, lo profundo de nuestro pensamiento visual distinto o particular al del viejo mundo. En relación al planteamiento anterior, Espinoza, (2000) citado por José Luís de la Nuez, (2012), señala:

               “… la postmodernidad no solamente ha propiciado una situación más complaciente con relación a la aceptación´de la diferencia; también pone de manifiesto una nueva postura hacia la tradición hacia el uso del pasado en la incorporación de ese él en las estructuras y el tejido del presente. Todo ello se corresponde a un panorama en la que cambian los saberes, el lenguaje cultural y el lenguaje de las ciencias del arte”, (p. s/n.).

      Sobre este tema ha expresado Colombres, citado por Durán, (s. f.) es necesario evitar “… el peligro del estancamiento entre modelos antiguos….La tradición no está privada del ejercicio de la imaginación creadora, en la que se puedan consentir nuevas formas  a partir de las precedentes… hay que deslindar el cambio aculturativo del cambio evolutivo”, (p. s/n.). Más o menos en este mismo planteamiento Boaventura de Sousa, (2009) ha planteado una “epistemología de sur”, que entre otras cosas, busca la reivindicación del conocimiento y la emancipación social, que se sustenta en tres premisas. Primera, no habrá justicia social global sin justicia cognitiva global, que el autor llama ecología de saberes, para evitar lo que él llama epistemicidio. Segunda, se debe evitar el colonialismo cultural y social a través de prácticas  anticoloniales y anticapitalista. Tercero, busca identificar las relaciones desiguales de poder-saber que subyacen a las epistemologías del Norte, que constituyen en alguna medida en omisiones culturalistas, donde las culturas locales parecieran no existir. La realidad pareciera un reducto con omisiones culturales, para lo cual argumenta pasar de una sociología de ausencias a una sociología de emergencias, en la que privilegie lo local y lo regional.

     La Literatura como Comprensión de la Cultura. En este espacio, a pesar de lo amplio de la literatura latinoamericana y las posibilidades que nos brinda como testimonio histórico-cultural del acontecer del hombre como “ser histórico” consciente de su destino, solo brindaré algunos elementos más bien ilustrativos del alcance del testimonio de los escritores latinoamericanos, quienes han documentado en sus novelas cuentos, poesías, entre otros, el quehacer del hombre de esta latitud; porque decía McLuhan, en su libro la “Galaxia de Gutenberg”,  que el libro es una duplicación de la realidad, que con los libros los muertos vuelven de sus tumbas a la biblioteca del caballero, y quien mejor para duplicarla que nuestros escritores. Claro está, no nos olvidemos de nuestro origen poli étnico: africano, americano y europeo, que sabiamente describió Bolívar, (1819, Febrero) en el Discurso de Angostura,  cuando expresa:

    Tengamos presente que nuestro Pueblo no es el europeo, ni el Americano del Norte: que es mas (Sic) bien es un compuesto de África y América que una emanación de la Europa; pues que hasta España misma, deja de ser Europea por su sangre Africana, por sus Instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad, á qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el Europeo se ha mezclado con el Americano y con el Africano, y este se ha mezclado con el Indio y con el Europeo. Nacido todos del seno de una misma Madre, nuestros Padres, diferentes en origen y en sangre, son extrangeros, (Sic) y todos difieren visiblemente en la epidermis: esta desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia. (Pp.119-120)

     Por ello nuestra cultura es diversa, la diversidad es la universalidad, y no la pretenciosa universalidad europea que juzga desde sus valores, ignorando los nuestros. Recientemente, Graciela Maturo, (2010) escribió una obra que a mi manera de ver contribuye a esclarecer el problema  cultural latinoamericano titulada: “América: Recomienzo de la Historia. La Lectura Auroral de la Historia en la Novela Hispanoamericana” en la que entre otras cosas expresa: “…la literatura, en sus fuentes, es literatura; la literatura, en alguna medida, es historia. Hacer historia es hacer literatura”, (p. 43). En esta obra la autora hace un profundo análisis de los diferentes campos del saber que pasan por la ciencia, la filosofía, la historia, la literatura venida con la modernidad europea encontrada en las crónicas de indias, en las novelas, en los tratados de filosofía… Acierta al decir esta autora, (ob. cit.) la gran literatura latinoamericana se nutre de su propia identidad cultural. La novela latinoamericana—señala— mitifica la naturaleza. La naturaleza misma es vista por el indígena como símbolo de la diversidad. La novela de esta región refleja los contrastes y  las tensiones propios de una humanidad en búsqueda de nuevos horizontes.

     El siglo XX se ha visto tocado por un creciente interés en la historia del continente. Solo para ilustrar pensemos en la obra de Eduardo Blanco, “Venezuela Heroica” en la que el autor deja para la posteridad los episodios épicos de Carabobo, La Victoria, San Mateo, Maturín, La Casa Fuerte… García Márquez, con “El General en su Laberinto”  relata la vida de los últimos días del Libertador, colmado de pesimismo y grandes frustraciones. El fracaso político de América del Sur: la anarquía política. Rómulo Gallegos en “Doña Bárbara” nos retrata los antagonismos de la sociedad venezolana de principios del siglo XX, la civilización y la barbarie, que en alguna medida es el dilema de los pueblos de Sur. De modo que es en la novela hispanoamericana que hay que ir a buscar al “ser latinoamericano”.

     Las Artes Visuales y el Estudio de la Cultura. Cuando damos una mirada al pasado humano desde tiempos aurorales hasta el presente, el arte representa, además del propósito para lo que fue creado, un elemento icónico, para mostrar el grado de desarrollo de una civilización, y los grandes logros alcanzados por el hombre en su devenir. Se puede afirmar que el arte es la síntesis del desarrollo civilizatorio alcanzado por los seres humanos. Tomemos algunos ejemplos para no convertir estas afirmaciones en un discurso vacío, sin contenido. El hombre del Paleolítico nos dejó  las pinturas de los bisontes de la Cueva de Altamira, España y la Venus de Willindorf, Alemania; el mundo antiguo, la Gran Pirámide, Egipto; el Partenón y la Venus de Milo, Grecia; el Coliseo, Roma; la Edad Media, las Catedrales Góticas, Europa; el Renacimiento italiano, La Geoconda, Leonardo Da Vinci, y El Juicio Final de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel Buonarrotti; el mundo contemporáneo, la Torre Eiffel, Maurice Koechlin, Francia; el Empire State Bulding, William F. Lanb Nueva York, todas naturalmente consideradas obras maestras de la creación humana y testimonio del desarrollo evolutivo del ser humano.

     Naturalmente, la lista sería infinita del sublime  legado artístico creado por el hombre en cada época. Los casos que cito aquí son con el propósito de ilustrar que el arte es un camino para mostrarnos el desarrollo científico, tecnológico, humanístico, cultural, entre otros, alcanzados por el hombre y naturalmente son útiles para estudiar la cultura. Estos logros obviamente no son ajenos a la América Latina. La pintura venezolana, a través de Juan Lovera (1779-1842), según Calzadilla, (1961/1963) nos dejó una galería de retratos de Próceres de la Independencia y hombres célebres que jugaron un papel protagónico en la vida republicana del siglo XIX, tales como: Bolívar, Cristóbal Mendoza, Coto-Paúl, Muñoz Tebar, Lino Gallardo, Vargas, padre Freites, Nicolás Rodríguez del Toro, y naturalmente sus dos obras de invalorable documento histórico: El 19 de Abril de 1810 y El 5 de Julio de 181. Según Boulton, (1968) son las más divulgadas y fueron pintadas en 1835 y 1838 respectivamente. Este investigador señala que en toda la historia de la pintura venezolana no existe documento alguno de índole semejante. Sin Lovera—explica Boulton— “aquellos próceres hubieran muertos con los rostros ocultos”, (p. 62). Continúa este autor, Lovera es el iniciador en Venezuela del género épico que alcanza la cúspide con Tovar y Tovar y Tito Salas. En El 19 de Abril, Lovera logra una escena,  sin desmedro de su carácter épico, un saber popular y llano accesible al sentir de la gente del común. En estas dos obras que he venido comentando Juan Lovera muestra sus dotes de retratista, de pintor anecdótico capaz de despertar el vivo interés, ahondando como buen sociólogo en los rostros de los Próceres, (Boulton, ob. cit.).

     Así como el género épico, el religioso jugó un papel trascendente en la vida colonial venezolana. Relata Boulton, (1975) que en Caracas en 1766 con motivo de un temblor ocurrido que no llegó a terremoto, el Obispo Diez Madroñero, en acción de gracias, declaró a la Virgen María Servatricci Nostro —Salvadora Nuestra, trad. del investigador— por haber protegido a la ciudad de la destrucción, y dispuso que se hiciera un cuadro de la imagen de María Santísima con el título de Nuestra Señora de Venezuela, que luego sacaron en procesión por las calles de la ciudad de Caracas. Cabe recordar que el 11 de junio de 1641 ocurrió un terremoto que devastó la ciudad muriendo casi la mitad de la población. De modo que visto desde esta perspectiva el arte se convierte en un documento histórico que refleja la cultura religiosa caraqueña de la época.

     En esta misma tónica apunta Guerrero, (1966) en Calzadilla (Comp.), (1967) los pintores costumbristas, ilustradores y viajeros que realizaron obras en Venezuela en el siglo XIX, sus trabajos son hoy unos documentos invalorables para conocer más nuestra cultura venezolana, como son por ejemplo las obras de los pintores Fritz Melbyl —Camino Nuevo de la Guaira y Casa de la Hacienda el Palmar— y Camile Pissarro— Puente Ña Romualda— las cuales son  unas estampas de la época. Más en el contexto latinoamericano,  a Diego Rivera quizá el más grande muralista de las historia, en su obra pone al desnudo los problemas del indigenismo mexicano y los relacionados con la colonización y la independencia, lo mítico, la historia de México; que en algún sentido son los mismos de la América Hispana. Sus obras pasan por temas tales como: El Águila y la Serpiente, La Leyenda de Quetzalcoatl, El Fusilamiento del Emperador Maximiliano, La Gran Tenochnotitlan, La Feria del Día de los Muertos, (Silva 1966). Apunta este autor, que en el mural La Civilización Tarasca, (1942) nos muestra una escena costumbrista de esta agrupación indígena ubicada en lo que es hoy Michoacán; en la que se pueden observar a los indígenas realizando tareas de la vida cotidiana: extrayendo savia del árbol de hule, cortando flores, pescando, recogiendo frutos y añil, y un astrólogo consultando el oráculo.

     La pintura latinoamericana ha dejado como petrificado en el tiempo el pasado humano. Innegablemente que es un lenguaje, el lenguaje de la imagen que rivaliza, decía Saussure, con el lenguaje escrito, en ambos hay cierto parentesco que los vincula: los contenidos. El lenguaje escrito en su génesis es pintura, no nos olvidemos que las primeras formas de escritura fue la pictografía. Afortunadamente, desde los tiempos de las cuevas de Altamira, España, hasta hoy, el hombre ha tenido la preocupación de dejar testimonio, de vida, de acontecimientos trascendentes. Quizá sean los inventos—la escritura y la pintura— más importante que el hombre haya creado,  que nos permiten tener en el presente el pasado humano. La pintura trasciende a la pintura misma porque, se convierte en un documento que deja el testimonio humano  en el tiempo. Me atrevería  a afirmar que su invención fue tan importante como la del fuego.

     Unos de los grandes legados culturales de América son sus piezas de orfebrería de gran belleza que están a la par con las de Europa y el resto del mundo, sobre todo las de las civilizaciones antiguas. Perú y Colombia tienen unas de las mejores colecciones del mundo en piezas de oro que no tienen nada que envidiarle a Egipto; que, no obstante, desmonta esa opinión de calificar de culturas inferiores a las civilizaciones prehispánicas americanas. En el 2006 se publicó una interesante obra titulada: “Oro del Perú Antiguo” escrita por Luisa Vetter Parodi  en la que se muestra una invalorable colección de piezas de orfebrería en oro del antiguo Perú, verdaderas obras maestras de la minería, metalurgia y orfebrería procedentes de las culturas Chavín, Moche, Chimú, Sicán, entre otras, que representan un alto valor simbólico, muchas de ellas destinadas para ser usadas en rituales tanto en vida como en el tránsito a su muerte. El estudio de estas obras de arte nos acerca a la comprensión del desarrollo de estas civilizaciones que florecieron en América antes de la venida de Cristóbal Colón.

     En este mismo espíritu el Museo del Oro del Banco de la República de Colombia y el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber en 1991 presentaron la muestra: “Tesoros de Colombia”  en la que se mostraron un conjunto de piezas de orfebrería que datan de 500 a de C. y el 1000 de nuestra era de las áreas arqueológicas de Timaco, Tolima, Tierra Adentro, Nariño, entre otras realizadas en oro martillado de gran pureza,  cobre, de variada naturaleza, joyas, amuletos rituales, objetos variados de la vida cotidiana que evocan momentos gloriosos de una civilización y de un esplendoroso desarrollo cultural que contradice lo que indica la historiografía oficial y las explicaciones que dan algunos eruditos europeos.

     Conclusiones. La cultura popular—apunta Colombres, (2007) es “… una realidad verificable, la cultura oficial resulta con demasiada frecuencia en nuestros países un simple proyecto ideológico”, (p.49). Lo que se traduce en manipulación al servicio de las clases dirigentes, que, no obstante, no tiene la intensión de conocer,  valorar, divulgar y difundir nuestra cultura, sino de estar al servicio de la partidocracia de turno.

     El arte y la literatura, al igual que el mito, es la mejor forma de abordar la complejidad de los mundos simbólicos y conocer la naturaleza humana, (Colombres, 2011).El mito es el fundamento mismo de todo ser en el mundo, tanto social como individual.

     El arte es un lenguaje simbólico muy expresivo, dada su naturaleza coloca al pasado en el presente, lo cual nos permite conocer el nivel cultural de los pueblos. El arte latinoamericano es muy variado, rico; pero al mismo tiempo, expresa la cultura; a su vez, ésta es expresada por el arte. La cultura latinoamericana es diversa, por eso es universal. La diversidad expresa la universalidad. La pretensión euro centrista de la universalidad niega los valores culturales de otras regiones, y no deja de ser más que una pretenciosa arrogancia.

     Es necesario generar teorías y metodologías autóctonas y tamizar las venidas de Europa  y tomar lo útil para la comprensión de la cultura latinoamericana, como dice Colombres. Hay que estar consciente de lo diverso de nuestra cultura, de nuestro origen étnico. Nuestros escritores y pintores latinoamericanos son genuinos historiadores, sociólogos, filósofos, conocedores del quehacer cultural de América. Si queremos conocer nuestra realidad latinoamericana, habría que buscarla en las viejas páginas empolvadas de los libros, de Rodó, Carpentier, García Márquez, Uslar Pietri, Gallegos, Octavio Paz, Rubén Darío;  y en los murales de Rivera, Sequeiros, Martín Tovar y Tovar.  Los murales de Diego Rivera dicen más de la historia de México que cualquier manual de historia o de sociología. Oficina Nº 1 de Miguel Otero Silva nos deja el testimonio vivo de lo que significa la problemática social que se gestó en Venezuela a raíz de la explotación petrolera. Si queremos conocer la genuina cultura de un pueblo leamos su literatura y veamos sus pinturas.

Muestra Visual: "Momentos Venezolanos"

        Las obras del ingenio humano, plasmada en los diferentes materiales: piedras, tierra, madera, metales preciosos, lienzos, papiros, papel y tantos otros siempre han dejado una visión del cómo fue la cultura con sus costumbres y modos de las épocas en que fueron creadas, a cantinuación y a manera de ejemplo, las siguientes obras pictoricas (Hernández, V. 2015): 

David Marcano (Macarapana, estado Sucre) "Paisaje de Macarapana", estado Sucre (2000) Óleo/Tela

Hector Meléndez (Bismiche, estado Lara) "Bismiche-Cubiro" (2007) Pintura al Frio/MDF

José Astudillo (Cariaquito, estado Sucre) "Capilla Evangelica de Cariaquito" estado Sucre (1991) Óleo/Tela

José Rojas (Puerto La Cruz, estado Anzoátegui) "Pueblo Viejo Lecheria, estado Anzoátegu" (1996) Acrilico/Tela

Omaira Gutiérrez (Maracaibo, estado Zulia) "El Saladillo Maracaibo, estado Zulia" (1984) Acrilico/Madera

Maria Edicta La Cruz (La Baja Mucuy, Mérida, estado Mérida) "Paisaje de La Baja Mucuy" Mérida, estado Mérida (2005) Esmalte Industrial/Terracota

Omar Rodríguez (Barquisimeto, estado Lara) "Paisaje de Cubiro" estado Lara (2008) Óleo/Tela

Anibal Rafael Palma (Ciudad Bolivar, estado Bolivar) "Pesca de Sapuara en el Orinoco" Paseo Orinoco, Ciudad Bolívar (2001) Pintura al Frio/Tela

Luís Ramos (Caracas, Distrito Capital) "Un Ventarrón en el Medano de Coro" estado Falcon. Óleo/Tela

Edito López (Maracay, estado Aragua) "Procesión del Nazareno" (s.f.) Acrilico/Tela

Miriam Mejias (Taratara, estado Falcón) "En Honor a San Juan" (2011) Óleo/Tela

Luis Villalba (Cariaquito, estado Sucre) "La Culebra de Ipure San Antonio de Maturín" (2005), estado Monagas Óleo/Tela

Adrián José Pérez (Grone Romepri) (El Tocuyo, estado Lara) "Queso, Acemita, Café, los tres cobres en la úrtima noche del murio" (s.f.) Óleo/Tela

Rafael Bustamante (Caracas, Distrito Capital) "Los Papagallos" (1994) Acrilico/Tela

A. Munñoz "Procesión del Santo Sepulcro" (1979) Óleo/Tela

Tere González (Maracaibo, estado Zulia) "Colibrí en la Flor" (s.f.) Tapiz (textil)

Domingo Escalona (Yaritagua, estado Yaracuy) "Cristo Coronado de Espinas" (s.f.) Óleo/Cartón Piedra

Carlos Galindo (San Sebastián de Los Reyes, estado Aragua) "Crucifixión" (1981) Óleo/Cartón Piedra

Yovanina Tineo (Barcelona, estado Anzoátegui) "Diablos Danzantes Felices" (1994) Óleo/Tela

Altidoro Rodríguez (Barquisimeto, estado Lara) "La Divina Pastora" (2007) Esmalte Industrial/Tela

Miguel Pérez (Los Teques, estado Miranda) "Bolivar Entrada Triunfante a Caracas en 1813" (2013) Mixta/Papel

Víctor Suárez (Barquisimeto, estado Lara) "La Batalla" (Tamunangue)" (s.f.) Pintura al Frio/Tela

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LA CULTURA COMO EXPRESIÓN DEL ARTE
MOMENTOS DE VENEZUELA
OBRAS DE LA COLECCIÓN MANUEL BAS
FOTOGRAFÍA Y TEXTO: Manuel Bas
DISEÑO Y EDICIÓN ELECTRÓNICA: Esp. Víctor A. Hernández
AGRADECIMIENTOS: Omar Rodríguez, Oswaldo Mora Nuñez, Moshe Aramati

Este trabajo fue presentado originalmente (sin la muestra visual "Momentos Venezolanos" en:


REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA  
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR               INSTITUTO PEDAGÓGICO DE CARACAS
VICERRECTORADO DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO
SUBDIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO                            DOCTORADO EN CULTURA Y ARTE PARA AMERICA LATINA Y EL CARIBE


CURSO: LA CULTURA, POLISEMIA INSTITUCIONES Y NORMATIVAS
Profesora: Dra. Aura Marina Orta
Participante: Manuel Bas
Caracas, 26 de enero de 2015
 

1 comentario:

  1. Muy interesante el tema de la cultura como expresion de arte ya que nuestras raices han sido desprestigiadas a lo largo de los años y es muy relevante la informacion aqui descrita, sugiero a los lectores mas jovenes para que mse mantengan informados de toda nuestra historia tanto venezolana como de latinoamerica para despejar dudas al respecto. Aprovecho de instarlos a visitar mi sitio web con material interesante: http://carvajalacosta0.blogspot.com/

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