La
Muerte en la Literatura y el Amor como Sentido de la Vida*
(Un
acercamiento a la Literatura del Caribe)
Manuel Bas
“La
muerte es personaje prioritario a lo largo de sus relatos, de sus memorias. La
muerte escoge apariencias absurdas, paradójicas. La muerte puede ser
caricaturización o historia; pero algo queda claro: las coyunturas que recoge,
las anécdotas y la tradición oral son simples pretextos para purgar el pasado
de su país, caracterizado por la tragedia, la discriminación y la injusticia”
(Mónica Montes, 2001. Reseña de Cosecha de Huesos de Edwidge Danticat, p. 239).
Resumen
En este ensayo, apoyado en fuentes documentales en los
campos de la historia y de la literatura, se aborda el tema de la muerte y la
vida; y el amor como puente para el logro de la realización de quienes han
sufrido los embates de un destino trágico, como ha sido el del esclavo negro en
el Caribe. Esto, naturalmente conlleva revisar desde un marco histórico lo que
se ha entendido por “Caribe” que no se agota en definiciones, sino al contrario,
nos da una visión más rica, más renovada de este singular lugar. Se señalan una
serie de aspectos puntuales para emprender el estudio de la literatura
caribeña, tales como: político, social, económico, cultural, histórico,
geográfico, entre otros. Se considera además la importancia de tener en cuenta,
no sólo para el tema que me ocupa aquí, sino cualquier estudio en general de la
literatura del Caribe, tres categorías fundamentales: el mar, las plantaciones
de caña de Azúcar y la mano de obra esclava traída de África; que vienen a ser
sus rasgos característicos, independientemente de la temática. No se pretende
agotar el tema, sino más bien general un
conjunto de reflexiones sobre la particular creación literarias de la región.
Palabras
Claves: El Caribe, literatura, historia, mar,
plantaciones, mano, esclavo, muerte, vida, amor
*Trabajo presentado por Manuel Bas, participante del
Instituto Pedagógico de Caracas en el Doctorado en Cultura y Arte para América
Latina y el Caribe, en el Seminario Literatura Latinoamericana y Caribeña a
cargo de la Dra. Audy Castañeda, en Caracas el 19 de septiembre de 2016.
Introducción
Tanto la muerte como
la vida han sido temas tratados en la literatura desde la antigüedad más remota
en todas las civilizaciones, matizadas con las vicisitudes que viven cada uno
de los pueblos. Es el Eros y Tanatos de los griegos antiguos, simbolizados por
lo apolineo y lo dionisíaco (dioses Apolo y Dionisio). Sin embargo, estos temas
están matizados con los contextos específicos donde se desarrolla cada
sociedad. El propósito de este ensayo es disertar sobre la muerte y la vida;
esta última como categoría indispensable de aquélla, desde la coyuntura
específica del Caribe, sin dejar de lado lo latinoamericano.
Este análisis, desde luego no pretende agotar el tema, sino más bien
sino hacer algunos señalamientos válidos para la crítica literaria constructiva
y la reflexión que contribuya a abrir nuevos caminos para la comprensión de la
literatura en la región. Cabe aclarar que esta temática es una de tantas que
pueden ser abordadas en la literatura de América Latina y el Caribe debido a la
riqueza de su cultura y contenido histórico. Que está asociada además a lo
espacio-temporal, a su prodigiosa tierra, a sus hombres y mujeres y a su
destino a lo largo de la historia y a un espacio geográfico determinado,
preñado de multiculturalismo y heterogéneas costumbres, no sola las foráneas
venidas a esta latitud; sino las autóctona muy diferentes las unas de las
otras. Para Mackenbach (2013) no es posible un profundo conocimiento de América
Latina sin conocer al Caribe; y todo estudio de Latinoamérica dejando de las a
la región caribeña goza de incompleta.
No debo dejar de lado aquí, en el análisis que me propongo en este
ensayo, indagar sobre la idea y significado de lo que llamamos Caribe, tan
contradictorio, y al propio tiempo complementario en sus diferencias. De algún
modo de eso se trata la vida, y la literatura como parte de ella no es ajena a
esta circunstancia. Esto naturalmente me obliga además a penetrar en la
historia del Caribe, que por cierto fue el epicentro de la “trata de negros” en
América. Aspecto este que gravita con todo el peso del prejuicio y de la
ignorancia en la sociedad caribeña actual. Lo más deplorable de todo esto, es
que sigue vivo en el siglo del descubrimiento del genoma humano. Que ha sido
caldo de cultivo de movimientos relacionados por la lucha de los derechos
civiles de la gente de piel negra, nacido como reacción de lo que ha denominado Calderón, Hopenhayn y
Ottone (1996): “La dialéctica de la negación del otro como imposibilidad de
ciudadanía”, (p. 62). Esto entendido en términos étnicos y culturales.
El Caribe explotado por las colonizaciones: inglesa, francesa, holandesa
y española de la lucha por la explotación del oro, de la explotación negra en
las plantaciones, el territorio de la inestabilidad. Sobre este punto apunta
Avella en Universidad de Magdalena (Comp.) (2009): “…el Caribe fue una tierra
abierta a la colonización y a las invasiones, con la consecuente destrucción de
la población autóctona, en su lugar la
esclavitud negra se implantó por la fuerza, personas, que vinieron de África…
un escenario de las guerras entre
potencias imperiales por su dominio”.
(p. 15). Continúa Avella (ob. cit) el mercado del Caribe no tuvo carácter transaccional,
las potencias buscaban imponer su comercio, más que la posesión física del territorio.
Otro aspecto fundamental es la variedad lingüística señalada por Guillermo de Humboldt
(1812/1951) en su “Ensayo sobre las lenguas del Nuevo Continente” [Essai sur
les Lengues du Nouveau Continent] en el que advierte la gran variedad
lingüística de esta latitud, este autor, aunque no pisó nunca tierras
americanas estuvo atento siempre a las crónicas sobre este particular de la
cual fue un estudioso incansable. Cabe citar en este punto a González Ñañez en
Universidad de Magdalena (Comp.) (2009) quien señala: “… no existe otra parte
del mundo con tanta diversidad, con tantas lenguas nativas tan diferentes como el Hemisferio Occidental y
particularmente la región geográfica conocida como el Caribe”, (p. 43). A esto
hay que añadir las corrientes migratorias indo-chino (Juan Inmigrante); el del
ingenio donde se explotaba la mano de obra esclava de manera vil. Más
hacia nuestro tiempo, Fanón (1961)
bautiza al Caribe como la “ciudad del colonizador” el de la “diáspora.
Todo este conjunto de características de lo que es el Caribe son
fundamentales y deben ser considerarlos para el estudio y la comprensión de la
literatura caribeña, y de manera particular, la temática referida a la muerte y
al amor como redención, sobre el que disertaré más adelante. Sin perder de
vista que la literatura caribeña combina
los texto orales y escritos (intertextualidad); en la cual el relato oral
(protohistórico y cotidiano) son fundamentales en la construcción literaria. Aquello
que Derek Walcott (1992) denomina la “herencia remota”, la de los esclavos
negros del Middle Passage, expresado en su Discurso de Aceptación del Premio Nóbel
de Literatura.
De este entramado de situaciones, de relaciones sociales, económicas,
políticas, históricas, culturales, geográficas, de dominación de las potencias
europeas; son resaltados por los escritores caribeños, un Caribe que se interna
en lo más profundo de Sur América a través de la autopista fluvial que es el
río Orinoco por donde van y viene experiencias de vida entre la Amazonía y el
Gran Caribe. De este conjunto de situaciones de lo que es el Caribe, de ese
Caribe trágico surge el tema de la muerte, que para una autora caribeña como
Edwidge Danticat es tema central en su literatura, un tema ácido, áspero, pero
que es parte del ser humano, porque Esquilo, Eurípides y Sófocles develaron de
manera magistral ese lado oscuro de la condición humana: la muerte. En los
escritos de Danticat la muerte discurre como un personaje, que en algunos casos
es autobiográfico, una especie de “alter ego” teniendo como telón de fondo, en
algunos casos el mar, en otros, como co-protagonista. El mar está impregnado de
ese sentido trágico, es como una metáfora de la peregrinación humana, con todas
sus diversidades, como diría Walcott, un salto en el espacio y en el tiempo que
traduce la guerra del hombre cotidiano, expresado en una obra literaria, como
Omeros. Por ello expresa, este autor, que el genio antillano está condenado a contradecirse.
Quiero acotar antes de finalizar, aquella metáfora que Derek Walcott
hace de Puerto España, que es válida para cualquier ciudad del Caribe. “Puerto
España, la suma de la historia… Una céntrica Babel con rótulos y calles, mestiza,
políglota, un fermento sin historia, como el cielo. Porque semejante ciudad en el Nuevo Mundo es todo eso: el
cielo de un escritor”. (Derek Walcott, 1992, p. s/n.). Y recordar además, que
no pretendo agotar el tema ni tener la última palabra sobre él, ni mucho menos
asumir una posición dogmática ni reduccionista en la materia tratada.
Lo
Contradictorio de Definir el Caribe. La Idea del Caribe.
El origen de la palabra Caribe deriva de las etnias amerindias, aparece
históricamente hablando en el Diario a bordo de Cristóbal Colón del primer
viaje a las Indias Occidentales. En él se puede leer: “… por todas estas islas
viven con miedo de los caribes… la gente del Gran Can… los indios, trajerónles
ciertas flechas de los caribas o caníbales, y son hechas de espigas de cañas.
(p. s/n.). Más tarde el Almirante en su tercer viaje a lo que es hoy América en
1498, a Venezuela, al respecto escribió: “… tierra de Gracia… tierra Paria
hallé unas tierras las más hermosas del mundo,
y sus pobladores… vienen en canoas… traían piezas de oro al pescuezo, y algunas
atadas a los brazos, algunas perlas… eran caribes. Colón (1498) en Cortés
(Comp.) (1971, p. 20). Esta idea de Caribe desde tiempos de la conquista refleja
una región entre el mito y la realidad que va a ser de algún modo lo paradójico
de su nombre y destino.
No obstante, la definición más común, la más empleada refiere al Caribe
desde el punto de vista geográfico, de esta manera. Está ubicado en Océano
Atlántico al sur de Norte América, al norte de Sur América, al este de Centro
América y al sur occidente de las Antillas. También se le define como el área
geográfica que va desde la isla de Cuba hacia el oeste extendiéndose hacia el
sur por el litoral caribeño mexicano de
la península de Yucatán continuando por las costas de América Central, y luego
continúa hacia el este del litoral norte de América del Sur (Colombia y
Venezuela). Sin embargo, esta idea de Caribe deja por fuera aspectos político,
económico, sociales, histórico, cultural, entre otros.
Cabe acotar que estas definiciones chocán con la idea de América Latina
que se refiere a toda la región desde el sur de Río Grande, incluyendo México,
América Central, el Caribe y Sur América en sus confines. Sin embargo, hay
zonas del Caribe, Centro y Sur América que fueron dominadas por Inglaterra y
Holanda; de igual modo hay lugares en Norte América (Canadá y Estados Unidos)
que fueron colonizadas por Francia y España, que no se consideran latinoamericanas.
De modo que desde el punto de vista geográfico, una definición de América
Latina y el Caribe no dejar de tener sus fisuras.
Por otra parte, para Martínez y Valdés en Suárez y Amezquita (Comps.)
(2013) al plantear de qué Caribe hablamos expresan el de la herencia africana,
la del geógrafo, la del historiador, el de las manifestaciones culturales, el
Caribe mítico de Colón. Por lo heterogéneo, por lo diverso como región y como
cultura la reflexión debería apuntar más bien hacia múltiples definiciones que
comparten un espacio común en el concierto de la historia, evitando caer en lo
posible en posiciones dogmáticas y reduccionistas. El Caribe como lo concebimos
hoy es un invento del siglo XX. Por ello,
no sin razón, Ferrer (2015) señala, que en torno al Caribe existe la
polémica si existe o no un Caribe como área, otros autores afirman que es un
mito. Ralph Prendas (1957) citado por Ferrer (ob. cit.) advierte que no se debe
hablar de Caribe como una unidad, pues su característica fundamental es la
diversidad, la heterogeneidad lingüística
y socio cultural.
Es más bien, según Ferrer (ob. cit.) un constructo instrumental y
expresivo definido en cuatro niveles. Transcaribe, una ciudadanía que se transforma
en mito de identidad, porque va más allá de las fronteras por sus tradiciones y
costumbres. Insular, se refiere a fronteras en el plano administrativo desde el
punto de vista político-territorial. Etnonacionalista, o extra Estado, cuando
la comunidad local se une a otras de cualquier parte del mundo y los
intercambios son frecuentes. Y regional, que busca definir las características lingüísticas
diversas en distintas comunidades. Siguiendo esta idea Benítez Rojo (1998)
citado por Ferrer (ob. cit.) en relación al Caribe señala: “El Caribe es un mar
histórico-económico y un meta archipiélago cultural sin límites, un caos dentro
del cual hay una isla que se repite”. (p. 4). A ello había que agregar
profundizando este punto, el sincretismo, el poli ritmo, la fragmentación, el
aislamiento, el desarraigo y la complejidad cultural.
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Continúa este autor, el gobierno de Londres propuso multiplicar las
plantaciones de caña de azúcar en las Antillas inglesas, ya que la siembra de
dicha planta no era apropiada en latitudes septentrionales, para lo cual recurrió
al uso de esclavos africanos para trabajar en las plantaciones. Fue así, como
apunta Prieto, en Centro de Estudios del Caribe/Casa de Las Américas (Comps.)
(2008) que estos territorios denominados en principio “islas inútiles” o
“territorios marginados” comienzan a tener interés para los europeos.
Para David Huerta en entrevista a Derek Walcott (2000) el Caribe es:
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La literatura caribeña en mi opinión, es la analogía del Caribe narrado
desde un discurso que brota del interior del escritor producto de sus vivencias,
desde lo cotidiano, la oralidad, de los
rapsodas que son cada una de las personas que cuentan sus historias frente al
oído atento del escritor. De gentes heterogéneas, marginadas, de dramatismo sin
igual cercano a la tragedia, porque hay gentes en el Caribe que vive cada día
una vida trágica. Una visión trágica que hacia 1961 Frantz Fanón expresó de
esta manera:
La ciudad del colonizado, o al menos la
ciudad indígena, la ciudad negra, la Medina barrio árabe, la reserva, un lugar
de mala fama, poblado por hombres de mala fama, allí se nace en cualquier
parte, de cualquier manera. Se muere en cualquier parte, de cualquier cosa… es
una ciudad hambrienta, hambrienta de pan, de carne, de zapatos, de carbón, de
luz… una ciudad doblegada, una ciudad a rodillas, una ciudad revolcada en el
fango. (p. 2).
Esta visión por demás pesimista de Fanón es característico en algunos
escritores caribeños, aunque del 61 hasta la fecha y de manera particular desde
mediados de los noventa se comienza a hablar de Gran Caribe, comienza a
cambiar, y se considera Caribe a la amplia cuenca geográfica que va desde
México hasta la Guayana Francesa y que comprende las islas, el istmo, Centro
América y los países continentales de Sur América que tienen costas sobre el mar. Ramírez (s.f.) citado por
Martínez y Valdés en Suárez y Amezquita (Comps.) (2013). En 1994 se crea en
Cartagena de Indias, Colombia la Asociación de Estados Caribeños (AEC) cuyo
objetivo es la búsqueda de la integración de los países de la cuenca caribeña a
través de un espacio económico, comercial para promover el desarrollo
sostenible de los países miembros. Cierro este punto con la definición de
Bansart citado por Martínez y Valdés en Suárez y Amezquita (ob. cit.),
orientada más hacia lo ontológico y existencial
de los caribeños, en la que sostiene que dejar a cada caribeño, a cada
ser individual o colectivo, contestarlas
desde su yo y sus otros, desde su ayer y su ahora, desde sus proyectos de
desarrollo.
Elementos a Considerar para Estudiar la
Literatura del Caribe
La literatura caribeña de algún modo expresa la existencia y
vicisitudes de la gente de la región. Es el espejo donde se ve reflejada la sociedad. El punto tratado anteriormente
nos permite visualizar a través de las más variadas definiciones la idea del
Caribe que tienen los investigadores y literatos, sin olvidar que toda
definición no deja de ser parcial, sobre todo cuando se trata de un tema tan
complejo como lo caribeño. La literatura es reflejo de ello. Han sido los
escritores los que más se han acercado en hacer un retrato del Caribe, de
manera magistral. Ellos han sabido captar sabiamente tanto en la historia oral
como en la escrita los elementos
ideológico, social, económico, mitológico, religioso, entre otros. Rodríguez
(1983) citado por Ferrer (2015), al respecto apunta, el Caribe como unidad, es
diferente y a la vez relacionado con Latinoamérica, esto ha sido demostrado por
las investigaciones realizadas de manera interdisciplinaria, en la que se ha
quedado claro su inter relaciones y sus estrechos vínculos con otras regiones
de Latinoamérica, África, Estados Unidos.
Para Rodríguez el estudio de la literatura del Caribe, y particularmente
algún área temática, debe considerarse
lo siguiente:
-Debe incluir a las regiones insulares, continentales extendiéndose
desde Estados Unidos, hacia México, Centro América, Colombia, Venezuela y las
Guayanas.
-Incluir las corrientes y movimientos literarios del conjunto de islas
que comparten rasgos comunes que sólo pueden
ser explicados en términos de totalidad.
-Existe una estrecha relación estrecha entre los procesos sociales del
Caribe y los procesos literarios, que deben ser estudiados bajo los enfoques socio histórico, geo
históricos interdisciplinarios de las Ciencias Sociales.
-Requiere de un estudio comparativo de la literatura caribeña con el
desarrollo histórico, incluyendo lo internacional, la historia colonial y
poscolonial, vinculada a otros países, continentes y a procesos globales.
-Un proyecto de
investigación literario requiere involucrar a muchos países, lenguas, culturas,
modelos económicos, característicos de las sociedades pluralistas; de igual
modo requiere delimitaciones metodológicas específicas características de la
sociedad caribeña tales como la economía e historia que puedan ser sintetizadas
grosso modo: colonización, migración, inmigración, poblamiento, despoblamiento,
integración, diversidad social y cultural. Esto, naturalmente requiere la
elaboración de un marco geo histórico fundamentado con aspectos económico,
político, ideológico, social, cultural, entre otros.
Rasgos
Característicos de la Literatura Caribeña
Palmer (1993) citado por Ferrer (2015) destaca como uno de los rasgos
característicos de la creación literaria caribeña, al menos la precedente al
año 1970 el problema de la identidad, ¿qué somos? A lo cual le otorga una relevancia
socio-ontológico de la región. Para Salper (1986) citado por Ferrer (ob. cit.)
la literatura del Caribe se orienta hacia la búsqueda de la identidad asociada
a experiencias históricas semejantes que comparten los diferentes pueblos de la
región: latifundio, dependencia económica, colonialismo, plantaciones. Por su
parte Pujalá (1995) citado por Ferrer (ob. cit.) coincide con los dos autores
citados, en relación a la búsqueda de la identidad, solo que él la asocia al
enfrentamiento del yo con el mundo y consigo mismo.
Volviendo a Palmer (ob. cit.) el tema la literatura del Caribe adopta
dos modalidades fundamentales: la alteridad (ser distinto) y a su vez lo
universal; y la indagación de la historia que le sirve como trasfondo, en
algunos casos es la temática central. No hay que dejar de lado que el problema
de la identidad explora además el elemento africano adoptado de diversas
maneras: integración caribeña (Bansart,
1994); la espontaneidad y vitalidad del negro cubano (Guillén); la
dignidad, el dolor, la tristeza inherente al negro (Luís Palés Matos); la
invocación del ancestro africano y la reconstrucción histórica de la esclavitud
(Jorge Atel) citados por Ferrer (ob. cit.).
Otra característica de la creación literaria de la literatura antillana
es el viaje del campo a la ciudad, hacia los emporios industriales de la urbe
inglesa como camino de la esperanza, lo que Benítez Rojo denomina el exilio.
Para Walcott el mar es la historia que privilegia la mitificación de eventos
trágicos del pasado (Middle Passage), este autor le da preeminencia al mito
sobre la historia. Palmer (1993); Bansart (1995) enuncian los mecanismos de la
pluralidad lingüística en su quehacer literario. (Ferrer ob. cit.). El lenguaje
escatológico es empleado por los escritores colombianos Héctor Reyes y Gabriel
García Márquez. Raúl González desarrolla el tema de la pedofilia asociada al
tópico sexual.
Otra característica de suma importancia en la literatura caribeña es la transferencia
de la oralidad hacia la literatura que viene a enriquecer lingüísticamente al
texto literario, en cualquiera de los idiomas en que se escribe o se habla en
el Caribe. La oralidad refleja de manera viviente la experiencia vital de la
gente, sus expresiones populares, creencias, fiestas, medicina popular, cantos,
adivinanzas, el léxico antillano. Aunque para autores como Ferrer (ob. cit.) la
oralidad en la literatura caribeña merece un estudio detallado. La gran
importancia de la oralidad es que interactúa con la palabra escrita
(intertextualidad). Para Vega (2015) lo importante de la oralidad en la
literatura caribeña radica en ser un lenguaje sencillo, llano, del común, de
fácil digestión.
Para finalizar este tópico, se puede sintetizar como uno de los rasgos
fundamentales de la literatura del Caribe la nostalgia asociada al pasado, la enajenación
colonial, la fugacidad del tiempo, la memoria como rasgo de la poesía, en
términos etnográfico, económico, político, sociológico; y puede ser aplicado a
cualquier área temática que se aborde.
Lo
Trágico como Posibilidad Literaria
En 1931 Enrique Bernardo Núñez sobre Cubagua, lugar donde estuvo el
primer asentamiento en América, con un aire oscuro, que estigmatiza, válido
para todo el Caribe, tomando la palabra de Benítez Rojo que “el Caribe es una
isla que se repite, lo siguiente: “La muerte es buena, créelo. Siempre viene,
siempre. La llamé y mi sueño se perfumó lo mismo que cuando la iba a buscar en
el bohío. ¡Desenlázate de las cadenas, Zenquerot! ¡Huye! Por la noche
estrellada, por la tristeza y el delirio de nuestras noches, dejas tus cadenas o mátate”. (p. 48).
No sin razón Vittoria Giordano en el [Prólogo] de la obra sobre Nueva Cádiz la
describe:
….como una ciudad donde convergen los
sentimientos más oscuros del alma del conquistador español; fue centro de
intrigas, de ambiciones y de envidias que la envolvieron en este halo de
tragedia que la hizo sucumbir… la fúnebre islilla cubierta de nácar era tema
olvidado… la anécdota , la leyenda, la mitología y la historia misma se dan
cita en estas páginas. (pp. VII-VIII).
Esta acotación que he venido haciendo, a lo largo de este trabajo de
todas las contradicciones en la experiencia de vida de los antillanos, plagado
de injusticias, ha sido y es tema de la literatura de la región, donde en
algunos casos la muerte es la mejor opción como lo expresa Enrique Bernardo
Núñez al personaje Zenquerot. Sin embargo, la aptitud de escribir literatura
sobre esta temática, a mi juicio, se transmuta en espíritu vital por su
contenido trascendente. Sólo para ilustrar apuntaré lo que Núñez (ob. cit.),
expresa del tirano Aguirre que no deja de ser un teatro de la muerte y del horror, lo siguiente:
El traidor López de Aguirre y los demás
rebeldes que él acaudillaba, con increíble maldad de sus torvos ánimos
cometieron en la Margarita toda especie de crímenes… mató al gobernador, al
alcalde, al regidor, al alguacil mayor. Mató mujeres, ancianos, frailes,
labriegos. Mató a su confesor, fraile dominico, por haberle reprobado sus
infernales delitos…”. (p. 6)
Toda la región americana fue escenario de violencia, refriegas, muerte,
en proceso de conquista y colonización. Manuel Rodríguez en 1684 en Rodríguez
Castelo (Selección) (1984)
complementando lo anterior, la refriega que tuvo Orellana con unos indios
caribes en estos términos:
Así prosiguió su navegación, hallando
ya algunos moradores en las riberas del río, con quienes tuvo algunas
refriegas, y se mostraron muy feroces; y en algunas partes salían sus mismas
mujeres a pelear con ellos. Por lo cual y por engrandecer Orellana su jornada,
dijo que aquella era tierra de Amazonas. (pp. 46-47).
En la literatura localista recogida de la tradición margariteña, Salazar Franco (1996) expresa
que los caribes fueron engendrados por una mujer india Guaica y el espíritu perverso
de Mandinga (el Diablo). Esta visión trágica, de enfrentamiento entre nativos y
foráneos fue la constante en toda la América Latina y el Caribe en devenir histórico,
que los historiadores han denominado proceso Descubrimiento, Conquista,
Colonización, Independencia, República y Nuestro Presente, no es que no hubo en
América Reyes con grandes imperios a la manera romana con su vasallaje logrado
a través de la expansión militar, que naturalmente lo hubo, verbi gratia, el
Imperio Inca, al menos es lo que afirma el Inca Garcilaso de la Vega ven sus “Comentarios Reales”, lo que quiero
significar es que la violencia se incrementó de manera trágica y dramática, de
un dramatismo sin igual, al meneo en los siglos del XVI al XIX en el mundo. Las
Crónicas de Indias hablan por sí solas, a través de un proceso de
militarización emprendidos por las potencias europeas, principalmente España,
Inglaterra, Francia y Holanda quienes se repartieron el nuevo mundo a su
antojo, uniendo esfuerzos con la iglesia católica la cual creó un mecanismo de
manipulación ideológica (la fe) sin igual en la historia con consecuencias
vivas en el presente.
En el relato oral del antillano están presentes todas estos sucesos, en
su consiente e inconsciente colectivo sigue vivo Middle Passage. Derek Walcott
en relación a las Antillas, expresa, la historia de las Antillas está genéticamente
corrompida, con sus ciclos de matanzas, esclavitud y contratos de servilismo.
Por ello, afirma este autor, que el genio antillano está condenado a
contradecirse. Cabe citar aquí un poema del escritor cubano Juan Clemente Zenea
(1832-1871) en Editorial El Libro Mexicano (Comp.) (1967) titulado “En Días de
Esclavitud” [fragmento] en la que refiere la tragedia del negro esclavo de esta
manera:
Y a mí , Señor, a mi no se me alcanza,/
en medio de la mar embravecida,/ jugar con la ilusión y la esperanza/ en esta
triste noche de la vida./ Esparce su perfume la azucena/ sin lastimar su cáliz
delicado,/ y si yo llegó a descubrir mi pena, /me queda el corazón
despedazado…/ La estrella de mi siglo se ha eclipsado,/ el lirio de la fe se ha marchitado:/ ya no
hay escala que conduzca al cielo”. (pp. 592, 595).
En la obra de Aimé Césaire, Cahier (1939) citado por Arencibia (2008) en
Centro de Estudios del Caribe/Casa de Las Américas (Comps.) (2008) evoca el
sueño como alternativa a la pesadilla de una realidad que muestra el dolor, el
sufrimiento de los negros con una violencia que no era gratuita, y no sin
esperanza. Las Antillas se nutre de la mentira, del ingenio, de las falsas
promesas, de la resignación, he allí, en mi opinión, su tragedia.
Subrayo el tema de esclavitud negra porque es el gran drama antillano, y
quizá su mayor virtud literaria, esta temática. Hay consenso entre un
importante número de investigadores del Caribe y otras latitudes que el
fenómeno de la esclavitud es el eje esencial para comprender la literatura
caribeña. Según Rojas en Boadas y
Fernández (Comps.) (1999), la presencia del negro está presente en un número
considerable de connotados escritores de América Latina y el Caribe, dentro de
los cuales, de manera ilustrativa cabe mencionar entre tantos otros: Rómulo
Gallegos (Pobre Negro), Guillermo Meneses (Canción de Negros, 1934); Juan Pablo
Sojo (Nochebuena Negra, 1945); Ramón
Díaz Sánchez (Cumboto, 1950); Arturo Uslar Pietri (La Negrera, 1966 y Baile del
Tambor, 1961).
Ahora bien, siguiendo lo que expresa Rojas (ob. cit.), sobre Pobre Negro
del venezolano Rómulo Gallegos no deja de ser interesante para conocer más de
cerca la condición negra de las plantaciones. El contexto de la novela es
Barlovento, Venezuela, en la costa central, en las plantaciones de cacao, en la
que refleja, entre otras cosas, los males de la herencia colonial y de la
guerra de independencia que no trajo justicia social para el negro. La libertad
de los negros no los hizo gozar de ella de manera plena, fue en cierto modo una
desgracia, andaban por los caminos como un rebaño de ovejas descarriadas; los
negros se habían encontrado con la desnudez, la noche sin techo y el desamparo
absoluto.
Al respecto, señala Díaz en Centro de Estudios del Caribe/Casa de Las
Américas (Comps.) (2008), a pesar de la abolición de la esclavitud, el negro no
dejaba de ser considerado una mercancía, y fue una manera de eludir el peso
económico de un modelo de explotación prácticamente agotado con el pasar de los
años para los dueños de las plantaciones. Esto conllevó a conflicto para lograr
un trato digno en una sociedad prejuiciada por conflictos raciales, que fue la
manifestación más obvia y fundamental por la lucha por los derechos sociales,
civiles y políticos. Díaz; Griffith, en Casa de Estudios del Caribe/Casa de Las
Américas (Comps.) (2008).
La
Muerte-La Vida-El Amor en la literatura del Caribe.
La literatura del Caribe hace
mucho énfasis en resaltar la vida de la gente de piel negra, que en el mayor de
los casos es referida a la esclavitud negra relacionada con las plantaciones.
Una vida por demás muy deplorable. Y es que fue en esta región donde la
esclavitud llegó a su máxima expresión. La fuerza de trabajo explotada, la
dominación de la gente de color mediante el control del espacio y la negación
del excedente de producción como parte de su alimentación no tiene parangón en
el mundo en estos últimos 500 años.
Para decirlo con palabras de Arturo Sorhegui D’ Mares citado por López
en Universidad de Magdalena (Comp.) (2009) el Caribe fue una especie de
“Mediterráneo americano”, un mar interior que desde tiempos de la conquista
española ha sido zona de conflictos. El Caribe es una especie de “Crucero del
Mundo” que ha tenido al puerto de La Habana, Cuba punto de confluencias de
flotas, por lo que se convirtió en la “Llave del Nuevo Mundo”. Esta fue de
algún modo la puerta de entrada de la esclavitud a toda América.
América fue un continente plagado de mitos autóctonos y foráneos, éstos
últimos vinieron de las carabelas del conquistador. Refiere Rojas (1991), que
hacia 1608 unos pescadores de la bahía de Cuba encontraron en ella a una Virgen mestiza que la instalaron
en unas minas de cobre, no lejos de Santiago de Cuba, a la que se le
aparecieron tres hombres del mismo nombre: Juan Indio, Juan Negro y Juan Español, los tres abuelos de Nuestra
América. El cuarto llegó más tarde: Juan Inmigrante. Mar y hombres es lo
fundamental en el Caribe, protagonistas de la literatura caribeña, quienes alternan
el papel principal. Ambos son, para Derek Walcott (2000) entrevista de David
Huerta, un salto en el espacio y el tiempo, que se traduce en la guerra del
hombre cotidiano, como lo refleja este autor en su obra “Omeros”. Para Chávez
en Centro de Estudios del Caribe/Casa de Las Américas (Comps.) (2008) “La ciudad es la gran heroína
trágica… el gran personaje femenino, que parece ausentarse en rostros menores,
viriles antropomorfos”. (p. 23).
Velasco (2007) en Centro de
Estudios del Caribe/Casa de Las Américas (ob. cit.), refiere en el comentario a la “Elegía de
Jacques Roumain de Nicolás Guillén, lo trágico, el peso de la muerte, de esta
manera: “… caminando hacia la muerte que se definía metafóricamente como un
descanso, un alto en el camino… una sangre que se resiste a la idea de la
muerte que se impone a la muerte misma”. (pp. 264-266). Por su parte Chávez
(ob. cit.) refiere lo relacionado con la obra “La Chaqueta” de Jacques Roumain
un contexto urbano cuya atmósfera viciada y despersonalizada a través de la
objetualización humana, en la que un ser humano es asociado con la historia de
una chaqueta colgada de un clavo en la pared, en la que su silueta es comparada
con un ahorcado. El trauma que desencadena
esta analogía en el personaje Saivre lo conduciría al suicidio, a una mimesis
fatídica. Esta imagen literaria pudiera tener como referencia a Kafka.
Oramas (2007) refiriéndose a Aimé Césaire dice que su poesía refleja la
negritud, al pueblo antillano con sus sufrimientos y, al mismo tiempo, a la
identidad caribeña, con cierta nostalgia. Cabe pensar aquí que la novela
antillana se nutre de acontecimientos históricos venidos del relato oral
combinados con literatura escrita, de historias sin historias. Naturalmente, el
hecho de hacer literatura trágica no
deja entrever un punto de vista vitalista, como creación, un acto heroico de
amor por el Caribe, porque silenciar estas cosas es una aberración, que en
algunos casos es peor que la muerte misma. Al respecto Bansart (2008) en Centro
de Estudios del Caribe/Casa de Las Américas (Comps.) (2008) expresa lo trágico
de esta manera: “… durante cinco siglos fue causa y consecuencias de dramas
humanos, de separaciones, divisiones, fragmentaciones y enfrentamientos, que
ahora se convierte o puede convertirse en elementos positivo”. (p. 68).
Ahora bien, quiero aclarar que mi propósito en este ensayo no es
estigmatizar al negro, ni mucho menos crear un estereotipo literario en la que
el hombre de color aparece siempre en la literatura caribeña como un ser
trágico, sufrido, nostálgico, explotado, que es cierto; pero lo que no es
verdad es que esta sea la única temática a tratar; aunque sea la más tratada,
con más centimetraje de páginas en los libros literarios. No hay que olvidar
que existen otros temas de interés tan rico como lo que ha venido tratando.
Solo para ilustrar, en el género costumbrista cubano los escritores del siglo
XIX nos dejan una estampa distinta del negro, por demás muy pintoresca. Cabe citar
dos escritores cubanos: Noreña (s. f.); Betancourt (1848) en Bueno, Salvador
(Selección) (1983/1985), quienes nos dejan un retrato muy pintoresco hasta
rocambolesco de lo que se conoce en cuba como los “negros curros”, que ellos
describen magistralmente de esta manera: “La chaqueta de terciopelo negro, el
sombrero de felpudo, el pantalón blanco franjeado de flores bordadas… la blanca
camisa de vuelos con pechera de caprichosos dibujos y amplísimas mangas
fruncidas de mil pliegues… argolla de oro en la
oreja, sortija de oro. (Noreña, p. 404). Betancourt (1848, p. 262), nos
deja esta estampa: “… la camisa de estopilla bordadas de candeleros, sus
calzones blancos casi siempre, el zapato de cañamazo de corte bajo con hebilla de plata, el sombrero de paja
afarolad… y las gruesas argollas de oro que llevan en las orejas, de donde
cuelgan corazones y candados del mismo metal…”.
Los negros curros descritos por estos dos autores cubanos están más
cerca del “Dandy” francés, que el del negro esclavo de las plantaciones harto
trabajado en la literatura caribeña, que, naturalmente tiene un alto contenido
socio-político, de panfleto, en algunos casos para la lucha de los derechos
civiles y políticos. Al respecto Fernández en Boadas y Fernández (Comps.)
(1999) nos muestra a la gente de color, sobre todo en el Caribe español como
una figura poseedora de poderes mágicos, de fuerza y vitalidad, cargada de un
valor emotivo; en otros casos es la representación de la opresión, la del
esclavo en la búsqueda de la libertad, lo que lo convierte en un héroe.
Es tan así que Patrick Chamoseau en la novela “Texaco” (1992) en Boadas
y Fernández (Comps.) (1999) relata la historia de Martinica a través de la
narración de la historia de una familia martiniqueña desde la esclavitud en una
plantación, pasando por la lenta conquista de un espacio en la ciudad. En
líneas gruesas la muerte y la vida contrastan
en el día a día del hombre caribeño, recordemos que Dante en la Divina
Comedia nos recuerda que todo infierno tiene su cielo. Cabe recordar en este
espacio algunos poemas de Derek Walcott (2008) sobre el amor: “El amor es una
piedra/ que se asienta en el fondo del mar”. (Poema Desenlace, p. 5). En el
poema tres, (ob. cit.) escribe: “El amor después del amor celebra la vida”.
(ob. cit., p. 26). Continúa Walcott: “… y los muertos/menos reales que crean
explosión fatal de crisantemos, / idílico carmesí para la naturaleza muerte y
naturaleza/ de jóvenes…”. (p. 8). Recordemos que Chamoseau citado por Thonon en
Boadas y Fernández (Comps.) (1999), puntualiza
en la novela Texaco que el negro aquí no es equivalente a esclavo, sino a
persona predominante de raza negra. Para esta autora la novela Texaco busca
rescatar del olvido la memoria del pueblo de Martinica olvidada por la historia
oficial ¿Acaso el olvido, la ausencia no es peor en algunos casos que la
muerte? ¡Respondan ustedes lectores!
Creo que es oportuno referir la
obra de Edwidge Danticat “Cosecha de Huesos” (1999) citado por Montes (2001) en
la que Danticat desarrolla la ausencia, la muerte, personaje principal en
muchos de sus relatos, de sus memorias, que toma connotaciones absurdas,
paradójicas, con los cuales nos muestra la tragedia de la discriminación y la
injusticia que padecen los hombres y mujeres del hombre del Caribe. Esta autora
en la novela ¡Cric! ¡Crac! Se convierte en un arte de decir las injusticias a
través de la ficción. Los personajes representan los tabúes, las desgracias de
la tradición haitiana. Para esta autora la muerte es una anécdota extraña que
toca lo absurdo. En (Relato, 1937) describe como una anciana condenada a cadena
perpetua por tener alas de fuego, luego es asesinada a golpes en la cárcel.
Para Danticat la muerte es un juego dual, porque a pesar del dolor, la “muerte”
es un reposo o descanso, la acerca al cielo.
Volviendo a la novela “Cosecha de Hueso” cabe recordar que en ella trae
al presente acontecimientos ocurridos en 1939, la masacre de Leonidas Trujillo,
presidente de República Dominicana, contra de los haitianos, Danticat se acerca
con intensidad a los sufrimientos de las familias haitianas que nunca
conocieron la muerte de los suyos, desaparecido o asesinados, por pertenecer a la
misma isla. Una realidad que raya en lo absurdo. Anabelle y su compañero
Sebastián, se debatirán en un amor que encamina su vida entre la incertidumbre
y el dolor, por sus recuerdos que lo retornan al pasado. En esta novela el amor
y la muerte siempre están presentes.
Otra autora de interés en relación al tema tratado en este ensayo, es
Maryse Condé (2010) en Ecured (2016) con su obra “Yo Tituba la Bruja Negra de
Salem [Moi, Titube Sorciere Noere de Salem], inspirada en la obra de Arthur
Miller “Las Brujas de Salem” que reelabora a través de la intertextualidad,
dándole protagonismo a una esclava negra de Barbados, que con otras mujeres son
acusadas de hechizar a las muchachas del pueblo. Tituba es una especie de
“Alter Ego” de Condé, en la que la autora asume un papel autobiográfico a través de este particular
personaje, alejándose de las novelas autobiográficas del romanticismo., donde
el “Yo” es sustituido por un personaje que es la novelista misma. Tituba es el
símbolo de la injusticia, del drama ignominioso de la esclavitud, del racismo,
del estigma cultural., los cuales son como la antesala de la muerte.
Tituba cuenta el drama de la madre de la autora cuando era adolescente,
casi una niña, y fue violada y humillada en un barco negrero, que de algún modo
es el calvario de la mujer africana esclavizada, historia que se repite en
todas las colonias del Nuevo Mundo. A pesar de la dureza del trato desarrollan
mecanismos de adaptación, de resistencia, de creencias y de valores,
transformándose en una heroína. Simbolizado en un viaje, que no es más que una
metáfora del rito de iniciación de Tituba, por su maestra Man Yaya (Sacerdotisa
nago de África Occidental) que la encamina por la senda de la magia, logrando a
través de conocimiento superior la trascendencia, no sin experimentar un
aprendizaje doloroso, en la que la muerte no es un final, sino un intercambio,
un paso en la existencia humana (eternidad).
Condé con el empleo de la intertextualidad, la reelaboración del texto
de Arthur Miller, de la literatura oral (mitos, costumbres, fábulas, fórmulas
mágicas), hace una crítica feroz al estigma de la Biblia de que el color negro
de la piel de las personas representan el mal, ya mitificado por Juan de
Torquemada en su obra “Monarquía Indiana” (1592 ó 1593-1613/2013) y , Eannes
Gomes de Azurara en el trabajo: “Crónica del Descubrimiento y Conquista de
Ginea y Otros relatos (1453) en la que los autores argumentan que los negros
son los hijos malditos de Noé, donde justifican la esclavitud negra por mandato
divino.
Antes finalizar este punto, aunque brevemente, comentaré de Kincaid
Jamaica (2007) citada por Stecher (2010) la obra “Biografía de mi Madre”, en la
que el personaje central de esta novela es su madre (Yudela), a partir de quien
se desarrolla el relato vinculado al mundo social y político que la rodea, en
que de manera obsesiva penetra en la complejidad de la relación madre-hija como
arma de denuncia para dar a conocer al mundo la historia de injusticias e
iniquidades de la relación amo-esclavo para examinar los traumas y heridas
profundas de la gente de color del Caribe, inmiscuyéndonos en el tema y por el
sendero de la reflexión.
Conclusiones
En el estudio de la literatura del Caribe siempre hay que tener presente
tres elementos fundamentales: el mar, las plantaciones de caña de azúcar y la
mano de obra del esclavo negro. La razón de ello es que el mar es prácticamente
por donde la cotidianidad del caribeño transita como una especie de travesía
que magistralmente expresa Derek Walcott en su obra “Omeros”, que muchas veces
se transmuta en personaje principal del relato Armas, (1993). Las plantaciones
de caña de azúcar por razones de carácter climático incrementó la producción
azucarera, lo que estimuló el crecimiento de la población negra en el Caribe en
condición de mano de obra esclava traída de África, aunque ya era la región de
América por donde llegaban los barcos negreros, teniendo como la llave de entrada
al Nuevo Mundo al puerto de La Habana, Cuba.
Lo que Derek Walcott denomina el Middle Passage, travesía por el Caribe de los
barcos negreros, se estima según las cifras más conservadoras murieron el 10
por ciento de la población traída a esta latitud.
A partir de estos tres elementos se
desenrollan toda una serie de temáticas, que abarcan las más variadas y
particulares líneas de investigación, no esperando siempre conclusiones
definitivas y consenso entre los investigadores; y sí alguno hubiera, no se debería dejar de
lado los tres elementos arriba indicados, y considerar las historias venidas de
la tradición oral que son intercaladas, superpuestas con la literatura escrita
del Caribe y foráneas, a través de un proceso de reelaboración (intertextualidad).
Es necesario también para estudiar la literatura caribeña considerar el
contexto en que se escribe la obra y los elementos: geográfico, histórico,
político, social, económico, cultural acompañado de un equipo
multidisciplinario y transdisciplinario. Se sabe además, que los temas
abordados más frecuentes son el destierro, el viaje, la injusticia sufrida por
la gente de color, la esclavitud y los abusos exacerbados, lo trágico y la
muerte; pero sabemos también que cada infierno tiene su cielo, que en los
momentos más crítico de la vida humana hay espacio para el reencuentro con el
amor y con la vida. Una novela, un relato, una historia, aunque parezca
contradictorio, por muy trágica o dramáticamente dibuje la muerte, siempre trae
una enseñanza.
Cierro con unas palabras de Rubén Darío a José Enrique Rodó, en Paredes
(1993):
El oficio de pensar es de los más
graves y peligrosos sobre la faz de la Tierra bajo la bóveda del cielo. Es como
el del aeronauta, el del marino y el del minero. Ir muy lejos explorando, muy arriba o muy abajo;
mantiene alrededor la continua amenaza del vértigo, del naufragio o del
aplastamiento. Así, la principal condición del pensador es la serenidad. (p.
XI).
En relación las consejas de Rubén Darío, existen gruesos volúmenes de
crítica literaria, de análisis históricos del Caribe, en la que los
seudoeruditos de manera apresurada emiten opiniones aventuradas y sin ninguna
fundamentación científico-filosófica, olvidando, que en cualquier estudio que
abordemos, la serenidad juega un papel preponderante, en cualquier acto de
reflexión, que haga un investigador.
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