DOS VISIONES LATINOAMERICANAS
PARA UNA SOLA AMÉRICA
Dos Visiones
Latinoamericanas para una sola América,
es la reflexión en torno a los discursos pronunciados a propósito del
otorgamiento del Premio Nóbel de Literatura,
a dos de nuestras personalidades de las letras de América Latina:
Gabriel García Márquez, (1982) —La Soledad de América Latina —, y Derek
Walcott, (1992) —Las Antillas: Fragmentos de una Memoria Épica—. Dos
miradas hacia la América que lejos de
contraponerse se complementan, mostrando su heterogeneidad, y un “mosaico cultural” de los más variados
orígenes. Convergen en esta parte del globo, como en un aluvión, las más
rancias tradiciones que se remontan al más remoto pasado humano, que
sincréticamente, se han transformado en lo que es hoy: una nación de las más ricas que haya dado la historia de
la humanidad.
Una América que
cambió su fisonomía y su posición en la Historia Universal a partir de aquel 17
de abril de 1492, cuando en aquélla localidad granadina, Santa Fe, los Reyes
Católicos: Fernando de Aragón e Isabel de Castilla firmaron con Cristóbal Colón la “Capitulación de Santa Fe” relacionada con
la expedición hacia las tierras de lo que va a ser luego: América. Este
documento selló el destino de esta parte del mundo. Comenzó desde ese
momento, a lo largo de tres siglos, un proceso de invasión, de ocupación de esta
geografía, empleando los más terribles métodos de dominación militar e
ideológica. En algún sentido, la Capitulación Real referida, fue una especie de autorización unilateral de
reparto de botín; que dio paso a los más avasallantes mecanismos de control
político y religioso que se concretó en trescientos años de coloniaje; que van
a concluir con las gestas de emancipación a lo largo y ancho del continente,
los siglos XIX y XX.
Vinieron a estas
tierras, los europeos del aquel tiempo
con su sed insaciable del oro y la plata y las perlas y en general de
riquezas, obtenidas a través de los más
viles procedimientos. En 1982, Gabriel García Márquez en su alocución: La Soledad
de América Latina, cita al cronista de Indias, Antonio Pigafetta, navegante florentino, que hizo junto a Magallanes el viaje de
circunnavegación alrededor de la Tierra, quien relata en sus crónicas haber
visto animales fantásticos, producto
como se sabe hoy, de esa visión
alucinada, que tenían en aquel entonces
del mundo, los europeos. Creyeron ver en
lo que ellos llamaron el “nuevo mundo” los animales fantásticos de la mitología
griega de La Ilíada y La Odisea de Homero y de la Teogonía Hesíodo, o la de Roma de la Metamorfosis de Ovidio. Traen a esta latitud los paradigmas culturales de
Europa, ven en esta parte del mundo o reproducen todo ese mundo mítico de la antigüedad
clásica. Un mundo “real maravilloso” que cree ver Cristóbal Colón en su primer
viaje a la América, cuando creyó ver
“peces que parecían puercos”; o reproducir en ella la tradición
judío-cristiana, como lo relata en su tercer viaje cuando navega las costa de
lo que más tarde va a ser Venezuela,
cuando cree llegar al Paraíso Terrenal que relata la Biblia. O encontrar la
fuente de la eterna juventud cuando escribe que toda la población de estas
tierras eran jóvenes de menos de 30 años. Un mundo sobrenatural que más tarde
va a contarnos Santo Tomás Moro en su libro Utopía, cuando afirma que aquella
gente había alcanzado la suprema felicidad, no existía la propiedad privada; o aquel mundo mágico que describe William
Shakespeare en su último libro que escribió: La Tempestad.
Ese mundo
delirante, fantástico, mítico, habitaba en la mente de los conquistadores, era
la manera de como veían a la América en los primeros tiempos de Indias.
Esto, naturalmente, explica las
creencias por parte de los conquistadores de El Dorado, un
mundo
maravilloso en el que creyeron aquellos hombres sedientos de oro, fue así que
tuvo cabida en su mente este mito fantástico. García Márquez (1982) dice al
respecto: “El dorado, nuestro país ilusorio tan condicionado, figuró en mapas
numerosos durante largos años, cambiando de lugar y forma según la fantasía de
los cartógrafos”, (p.1). Fue un demencial
delirio áureo que comenzó en el siglo XVI (1534) cuando el Cacique Guatavita, en lo que hoy es Colombia, le dio a conocer a
los conquistadores un extraño ritual según el cual un rey se hacía untar un
ungüento en el cuerpo, con polvo de oro.
En ese lugar el metal precioso era muy abundante, según la leyenda. Este lugar
fue buscado no sólo en Colombia sino también por otros países de la América Meridional, por el Río de la
Plata, Perú, Venezuela, país este último,
en el cual el Tirano Aguirre, construyó una balsa improvisada de troncos
de madera con la cual navegó a lo largo del Río Amazonas en busca de este lugar
de leyenda.
A esta parte del
mundo, los europeos sembraron sus
estructuras políticas, económicas religiosas, culturales, entre otras.
Implantaron las monarquías de Europa en suelo americano—Virreinato, Gobernación
y Capitanía General — como mecanismo de dominación política; y un modelo
económico explotador que desangraba económicamente a la región. La religión
foránea destruyó a la autóctona borrando casi todo el pasado aborigen.
Alucinados, enceguecidos, por la religión cristiana, todo lo que no se le
parecía a ésta, era considerada por ellos diabólica, nigromante, incluso se
llegó a dudar si el indio americano tenía alma. Casi 300 años de dominio no
bastó para que después de la Guerra de Independencia, como apunta García
Márquez, (ob. cit.) no nos salváramos de
la demencia de las guerras civiles. No sin razón, nuestro Premio Nóbel va a
decir que América Latina no ha tenido un instante de sosiego, se ha creído
ingenuamente en presidentes “prometeicos”. Quizá por esta razón el escritor ha dicho:
“…frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida”
(ob. cit., p.3).
No obstante, este
panorama de fascinación y guerras, va a determinar lo que más tarde va a ser en
la literatura latinoamericana el realismo mágico, que tiene como referencia, apunta García Márquez,
las crónicas de Indias, ese mundo de
fábula y de leyenda, que creyeron ver en América los europeos; que en algún
sentido, ese mundo mítico vivía en su imaginación, alimentado por los
clásicos de la antigüedad. De esta manera la gente de ese tiempo veía el mundo; una cosmovisión de la vida humana
que se remonta a la Edad de Oro de la que hablaban los filósofos del Partenón y
del ágora ateniense. El realismo mágico de la que Cien Años de Soledad es el prototipo de este género literario, es
esa historia fascinante de América. No nos extrañe entonces, que nuestra realidad
responda a modelos extraños, que como dice García Márquez nos hacen más
desconocidos, cada vez más solitarios, menos libres.
Contrastando con la
visión latinoamericana que he venido comentando, está la de Derek Walcott en su discurso: “Las Antillas : Fragmentos de
una Memorias Épica”, que tiene como contexto las Antillas, la aldea de
Felicity en Trinidad, donde parte de su
población es descendiente de la India; que son portadores en su gen cultural,
la poesía épica, la epopeya: El Ramayana, escrita hacia el
siglo XV antes de la Era Cristiana, atribuido a Valmiki, inventor de la poesía
heroica, una obra que viene a ser para Oriente junto con el Mahabarata, lo que es La IlÍada y La Odisea en Occidente,
en la que nos revelan las tradiciones del mundo antiguo, la historia de los
pueblos de origen indoeuropeo; que
contrastan con el nombre de la población —Felicity— de indudable procedencia
anglosajona, que como apunté antes, es
de origen hindú, mayoritariamente.
La representación
del Ramleela escenificación de El Ramayana, les recuerda su remota procedencia
oriental, en ellos viven: Rama, Kali, Shiva Visnhú, cuando teatralizan esta
obra para el teatro, además, realizan un
acto de fe. Una localidad en la que sus habitantes se deleitan con una obra escrita
en el idioma sánscrito; pero que al
propio tiempo, de su seno brotó y floreció la literatura en los idiomas
de las potencias de ultramar de Europa de los tiempos coloniales como lo son:
español, francés e inglés. Esto naturalmente, nos coloca en el lugar que
tenemos hoy en la historia de la humanidad, recordándonos a cada instante, que
somos un complejo “mosaico cultural” de raíces polisemicas y polivalentes, muy
distintas a las que se dieron en el mundo antes de Cristóbal Colón. Una región
de América Central Insular ubicada entre
el Mar Caribe y el Océano Atlántico, que contrasta con grandes ríos como el
Amazonas y el Orinoco, y con grandes montañas como la Cordillera de los Andes,
y con inmensas selvas húmedas impenetrables con la más variada flora y fauna, y
en los extremos de la Tierra, los
glaciares indómitos, esto es América. Una compleja geografía, con una historia
difícil de descifrar.
Una geografía que
dio a luz hombres con pensamientos originales, que a la falta de libros para su
instrucción acudieron al pensamiento,
como lo hacían los Rishis de la antigua India. En los tiempos de la crisis
colonial, la América dio hombres como
Rodó, Bolívar, Nariño, Miranda, Martí,
Rodríguez, entre otros, quienes son los
mejores ejemplos de ello, y al propio tiempo, cómo entonces, hoy la América
Latina puede darnos hombres
extraordinarios como ellos. Las Antillas
es como una entretejida tela de urdimbre cultural, a la que Derek
Walcott, (1992) la define como un
encuentro entre la asiática, la mediterránea, la europea y la africana, y naturalmente la originaria
de esta latitud, que, desde luego, es muy variada como su geografía y lenguas.
Ha dicho con razón este escritor: “El genio antillano está condenado a
contradecirse, elogiando a Perse —John
Perse, seudónimo de Alexis Saint Léger Léger — el primer antillano en obtener
el Premio Nóbel para Poesía, nacido en la isla Guadalupe, escritor en francés,
es celebrar, además, a los criados mulatos, el blanco idioma francés, las
plantaciones, las verandas; pero no obstante, esto nos recuerda —apunta — a no
renegar de Aimé Césaire y su origen
africano.
Pareciera que va a
estar presente entre nosotros, El Ramayana, y La Ilíada, la vida heroica de
Atahualpa y de Manco Cápac y de Guaicaipuro. El impulso heroico unificador y
fundador de repúblicas de Bolívar, que después de su muerte, aunque aspiró la
unión de los pueblos Americanos en su
última proclama, vino la desunión, las
guerras fratricidas; el Congreso de Panamá quedó en el olvido de los que
gobernaron después de su ausencia. El siglo XX entró entre caudillos y
dictaduras, y la dominación de la “empresas trasnacionales explotadoras”
disfrazadas de bienhechoras, entonces caímos en otra forma de dominación: la
del capital extranjero trasnacional de
los Estados Unidos y de Europa Occidental,
quienes se apoderaron de cuantiosos recursos a precios irrisorios. Con
razón Derek Walcott, (ob. cit.) dice en forma poética en relación tragedia lo
siguiente: “…la mar gime con los ahogados de Middle Passage, con la naturaleza
de su aborígenes: caribes, arahuacos y tainos… con la memoria de la esclavitud
africana” (p. 7). Continúa el autor , “el Caribe no es un idilio, no al menos
para sus nativos que extraen de Él su fuerza de trabajo… sus campesinos y
pescadores no están para ser amados, ni siquiera para ser fotografiados … cada
peñasco ha sido blanqueado por el guano de hoteles de alas blancas, por el arco
y la invasión del progreso”. (ibídem).
La América debe ser
original y colonizada por los americanos como lo proclamó en el siglo XIX Don
Simón Rodríguez, no se debe reproducir las estructuras políticas foráneas que
no responden a nuestras necesidades, de un mundo cultural polisémico, de
profundas y variadas raíces ancestrales,
tan remotas como el hombre mismo, de fisonomía y matices contrastantes .
Debe tener como norte la libertad, la unión, como lo dijo García Márquez, (ob.
cit.): “La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos,
mientras no se concrete con actos de respaldo legítimos a los pueblos que
asumen la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo”, (p.2). Y
de esta manera como diría Derek Walcott, (ob. cit.) que no sea, —refiriéndose a
las Antillas—, “una céntrica Babel de
avisos y calles, mestiza, políglota, un
fermento sin historia… la poesía visible de las Antillas: la sobrevivencia”,
(p.8). De lo contrario volveremos a ver en el horizonte de nuestro mar-océano,
unas nuevas carabelas como en tiempos del Descubrimiento.
REFERENCIAS
-García
Márquez, Gabriel. (1982). La Soledad de América Latina. Discurso de Aceptación del Premio Nóbel. Pp. 1-4.
[Documento en línea].Disponible en: http://cvc.cervantes.es/actcult/garciamarquez/audios/gm_nobel.htm.
Visita: 01/10/2014.
-Walcott,
Derek. (2005-Febrero). Las Antillas Fragmentos de una Memoria Épica (R. Mintz,
Trad.)[Discurso leído al recibir el Premio Nóbel] Revista de Poesía Clave, Año
2, nº 4 pp.1-8. (Trabajo original publicado en 1992). [Revista en
línea].Disponible en:
*Manuel Bas. Profesor Agregado, Universidad Nacional Experimental “Simón Rodríguez”
(UNESR). Facilitador en los cursos: Metodología de la Investigación I,
investigación Educativa, Introducción a la Investigación, Planificación
Educativa, Ética y Praxis de la Profesión Docente y del Taller de Acreditación.
Coordinador de la Comisión Delegada de Sistemas de Estudios y Experiencias
Acreditables (UNESR, Los Teques). Pregrado: Licenciado en Educación, Cum
Laudem (UNESR). Postgrado: Especialista
en Gerencia Educacional, Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL).
Magíster Scientiarum en Tecnología y Diseño Educativo (UNESR). Curso de
Postgrado de Ampliación: Comprensión de la Realidad Educativa Nacional y Ética
de la Profesión Docente (UNESR). Actualmente cursa estudios en el Instituto
Pedagógico de Caracas en el Doctorado:
Cultura y Arte para América Latina y el Caribe.
NOTA 1: Este trabajo fue presentado en el Instituto Pedagógico de Caracas en el
Doctorado: Cultura y Arte para América Latina y el Caribe, en el Seminario:
Pensamiento Latinoamericano y Caribeño a cargo del Dr. Omar Hurtado Rayugsen el
14 de octubre de 2014.
NOTA 2: Las obras presentadas en
este trabajo, que no tienen referencia de propiedad, pertenecen a la colección
de Manuel Bas, Caracas, Distrito
Capital, Venezuela.
MUESTRA VISUAL
Ramón Linares (Los Teques, Edo. Miranda,
Venezuela)
Descubrimiento, Conquista, Colonización
Independenciay Padre de La Patria, (2012)
Tinta de
bolígrafo/lona plástica
Luís Méndez (Barcelona, Edo. Anzoátegui,
Venezuela)
El Descubrimiento de los Invasores o
Traidores y de los
Invadidos o Traicionados, (2010)
Óleo/tela
José Graterón Luque (Caracas, Distrito
Capital, Venezuela)
Serie Faunos Nº 1, 2013
Mixta/papel
José Graterón Luque
(Caracas, Distrito Capital, Venezuela)
Serie Faunos nº 2, 2013
Mixta/papEL
José Graterón Luque (Caracas, Distrito
Capital)
Serie Faunos nº 3, (2013)
Mixta/papel
Serie Faunos nº 4, (2013)
Mixta/papel
Serie Faunos nº 5, 82013)
Mixta/papel
José Graterón Luque (Caracas, Distrito
Capital, Venezuela)
“Somos 5”, (2013)Mixta/papel
Marcelino
Mejías (Los Teques Edo. Miranda,
Venezuela)
Simón Bolívar El Visionario, (2007)
Materiales diversos. (Colección del Artista)
DOS VISIONES
LATINOAMERICANASPARA UNA SOLA AMÉRICA
TEXTO
Y FOTOGRAFÍA: Manuel Bas
DISEÑO
Y MONTAJE ELCTRÓNICO: Esp. Víctor A. Hernández
APOYO
VISUAL: Ramón Linares, Luís Méndez, José Graterón Luque y Marcelino Mejías
Caracas,
13 de octubre de 2014
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